jueves, 8 de octubre de 2009

Acoso a la prostitución en Badostáin

Recientemente he tenido noticia de otro caso muy sonado de persecución a la prostitución -mejor dicho, a las trabajadoras sexuales (porque quienes padecen los efectos son personas individuales, con su cara, nombre y apellidos)- acaecido en la localidad navarra de Badostáin. Este episodio ha sido relativamente eclipsado en los medios por la famosísima polémica de la Boquería, ya que por una parte afecta a un pequeño pueblo de apenas unos 300 habitantes en vez de a una gran ciudad y por otra se trata de una modalidad de prostitución diferente -la llamada "indoor", de "puertas para adentro" o en "medio cerrado"- que suele generar menos alarma social.

Los vecinos han decidido tomarse la justicia por su mano con el objetivo de que las chicas abandonen el pueblo. Para ello han emprendido una atroz campaña de presión social que incluye medidas agresivas tales como concentraciones frente al inmueble en que viven/trabajan, carteles disuasorios, actitudes violentas e intimidantes, insultos y atentados contra la propiedad privada (pueden verlo por sí mismos en el diario on-line "LATXISTORRADIGITAL"). Este tipo de acciones colectivas recuerdan, tanto en su forma como en su fondo, a las empleadas por grupos ultras que tratan de sacar de "sus calles" a colectivos históricamente marginados, tales como inmigrantes, negros u homosexuales.

Muestras varias del rechazo a la prostitución en Badostáin. La sanción social ha sido empleada en todos los sistemas totalitarios para controlar al disidente.



Siempre me ha llamado poderosamente la atención la fuerza de los prejuicios, así los vecinos se oponen porque puede atraer a "borrachos al volante, salidos y degenerados". No se quejan por algo que haya pasado, sino por lo que suponen que puede llegar a pasar. No se han movilizado porque hayan visto a esa clase de personas por el pueblo, ni siquiera habrían reparado en este tremendo "problema" si no llegan a saber que se ejercía la prostitución A TRAVÉS DE UN ANUNCIO DE PRENSA. Se han lanzado a una especie de "GUERRA PREVENTIVA" contra la prostitución, motivada por una serie de asociaciones mentales totalmente infundadas; los vecinos no estaban molestos hasta saber que en uno de los chalets había prostitutas aunque de hecho las hubiese. Es decir, que no les han generado problemas reales (como reconocen varios vecinos) sino que es su MERA PRESENCIA la que les resulta incómoda.

Aparte del nefasto impacto económico que puede tener para el pueblo esta retrógrada reacción (ya que los clientes muchas veces aprovechamos para comer en la zona, hacer compras, echar gasolina, etc) lo que realmente me preocupa es la intolerancia hacia lo desconocido (ni se han molestado en conocer a las chicas, van a por ellas POR PUTAS), la capacidad que tienen las mayorías para aplastar a las minorías (eliminando la diversidad social, las subculturas, lo "diferente") y su soberbio aire de superioridad moral, propio tanto de los carcas tradicionales como de los modernos (los llamados "progres").

El "Gran Hermano" te vigila. "Ni se te ocurra salirte de nuestra SOCIEDAD CERRADA o sufrirás las consecuencias", viene a decir este ignominioso cartel.



La persecución al cliente, medida tan en boga en ahora, se realiza con el fin declarado de perjudicar a las meretrices:

Los carteles tratan de espantar a la clientela: es aislar al enemigo, quitarle sus provisiones para forzar la retirada. El mismo fin persiguen las concentraciones de vecinos frente al chalet, las noches del fin de semana – viernes y sábados.

Es éste efecto de RENDICIÓN POR HAMBRE el que he denunciado en multitud de ocasiones, forma parte del acoso que sufren las chicas: atacar al cliente es atacar a la prostituta.

Así recoge este hecho un periódico local:



Los vecinos de Badostáin se movilizan contra la prostitución

Los fines de semana se concentran delante de un chalet de relax para cenar y ahuyentar a los clientes

Diario de Navarra, Iván Benítez - 30/08/09

Todo empezó después de San Fermín. Una bombilla de luz roja en la puerta del chalet encendió la chispa del rumor, que se extendió en poco tiempo por Badostáin, un pequeño pueblo del valle de Egués de 250 habitantes. Una vez que sus vecinos comprobaron que esta casa de relax se anunciaba en un periódico ofreciendo los servicios sexuales de cuatro chicas, optaron por tomar medidas. El 13 de agosto, a las ocho de la tarde, los vecinos decidieron reunirse en el Edificio del Concejo y decidir.

Determinaron que todos los viernes y sábados, a las nueve de la noche, realizarían delante del chalet una cena popular, pasearían todos los días para ahuyentar a la clientela y empapelarían las farolas, las señales y los contenedores con carteles alusivos contra la prostitución, en alguno de ellos avisando directamente a los clientes que se les vigila. "Lo único que pretendemos es que se vayan. Desde su apertura se ha generado mucha desconfianza en la calle ", asegura esta vecina que prefiere ocultar su identidad. "El alcalde del valle ha prometido dar parte a Inmigración para comprobar la situación de las chicas que trabajan dentro y nos ha ofrecido un mayor control policial. De momento, hemos conseguido que no aparezcan muchos clientes. Les vamos a presionar lo suficiente para que no puedan pagar el alquiler el próximo mes. Todo lo que hacemos es de manera pacífica. Ellas tampoco nos han hecho nada", concluye.

Uno de los carteles con los que se pretende disuadir a los potenciales clientes en Badostáin. El lenguaje es muy importante, ya que construye la realidad. Emplear el término "putero" lleva implícita una peyorativa carga de humillación y desprecio que resulta muy útil a sus fines.



De momento, el Ayuntamiento de Egués ha levantado una farola delante de la fachada. Al otro lado, se encuentra la versión de otros vecinos que, aunque son los que viven más próximos al chalet, no comparten la actuación del pueblo. "A mí no me hace feliz vivir aquí al lado", explica uno de ellos, "pero no me han hecho ningún daño, ni me molestan. Me sorprende que se haya formado este revuelo. La Justicia es la que se debe ocupar. Si están ahí es porque no se les puede echar. Estas manifestaciones populares crean situaciones como la que le ocurrió a mi hija: salía de casa con las amigas cuando una mujer se les acercó y les preguntó si eran las chicas del chalet de enfrente. Mi hija tiene 16 años".

Algunos vecinos se han autoproclamado representantes de todo el pueblo y pretenden imponer su visión totalitaria al resto. No saben convivir con personas con sensibilidades o gustos diferentes, cuando proclaman "no a la prostitución" yo escucho "no a la libertad", "no a la diversidad", "NO A LA TOLERANCIA".


BARRIO ROJO EN LUCHA
NO A LA INTOLERANCIA


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes toda la razón del mundo. Yo trabajo en la gasolinera del pueblo y aquí no viene nadie. Esta gente con prejuicios no se dan cuenta que los puteros sois el motor económico y moral de la sociedad.

Cliente X dijo...

Hmmm... ¿te estás quedando conmigo? La economía y la moral van por caminos distintos. La primera es objetiva, y es innegable que la prostitución mueve mucho dinero: las chicas gastan en ropa, comida, perfumes, artículos electrónicos, ocio, etc... mucha gente vive gracias a ellas. En cambio la moral es subjetiva, o al menos eso se pretende en las sociedades modernas. Únicamente los regímenes totalitarios (de corte teocrático como el iraní o socialfascista como el venezolano) pretenden imponer una moral particular a toda la sociedad. Eso es lo que se ha hecho en Badostáin, y que como demócrata rechazo frontalmente.

Cliente X, el putero que os rompe los esquemas