jueves, 25 de febrero de 2010

Rafa Méndez, el pijiprogre que bajó de la moqueta a la calle

Algo que no puedo aguantar son los pseudoreportajes que realiza toda esta pandilla de niños ricos de la Cuatro, creen saber y no tienen ni puta idea. No hacen más que ver los toros desde la barrera, confirmando de este modo los viejos tópicos y prejuicios que mantenían.

Ya habían pasado con anterioridad por las zonas de prostitución, mostrando sólo lo más superficial y evidenciando estar totalmente desvinculados de la realidad de este fenómeno. Los reportajes más que investigar pretendían impactar en el público, al fin y al cabo es la tele. Pero bueno, habían respetado a las chicas y las dieron voz; se adentraron muy poco en este mundillo mas lo poco que hicieron, no lo hicieron mal.

El bailarín Rafa Méndez nos invita a "conocer", muy de puntillas, ciertos temas que tienen por común denominador el puro morbo. Los programas como el que dirige, por sus propias características y propósito, son muy limitados y como mucho pueden proporcionar un conocimiento introductorio sobre una materia.



Sin embargo en esta ocasión ofrecen el "drama humano" de dos mujeres, madre e hija, que ejercen la prostitución en la misma zona (algo que yo he visto varias veces, y ni a mí me parece reprobable ni ellas lo vivían de una manera traumática). Tratan de crear una imagen muy triste de la prostitución, añadiendo que la madre trató de suicidarse dos veces, una de las cuales fue en su propio país de origen. ¿Qué tiene eso que ver con la prostitución? Pues lo mismo que los culos con las témporas, el caso es juntar todo aquello mal visto y asociarlo con la prostitución, como hicieron en Dinamarca pidiendo que, para favorecer el desarrollo sostenible, no se pagase por sexo.

Todavía encuentro más reprobable el haber grabado a los chaperos de Sol sin su consentimiento. Lo de grabar con cámara oculta en primer lugar me parece una especie de juego de niños ricos, algo así como "mira mamá como viven los probres; chusma, chusma, ¡puh!"; pero lo que es más grave es que es una falta completa de respeto a la privacidad de estos chicos. ¿Y si no querían salir? Claro, a ellos que les den mierda, que son putos baratos. Espero que le pongan una demanda bien gorda a la Cuatro, si quieren un reportaje que se lo curren y consigan la confianza necesaria como para grabarles a cara descubierta, como hicieron con madre e hija o con la prostituta de lujo.

En este blog he mantenido que mientras sigamos tratando la prostitución como algo oculto, obsceno y despreciable va a ser imposible que nos acerquemos a ella y por tanto llegar a entenderla. Yo puedo contar muchas cosas en mis entradas, aunque nada puede sustituir a la experiencia directa, la cual recomiendo encarecidamente. Vayan y hablen con las chicas, invítenlas a un café, mantengan una relación de larga duración con ellas y no los contactos relámpago de los niños de bien de la televisión del régimen.

Samantha Villar, otra de las niñas de papá de la Cuatro, buzoneando. ¡Qué vergüenza ajena, los principitos jugando a méndigos (no, mendigos no, méndigos que todavía es peor)! Me gustaría verla repartiendo de tres, y encartada. Y además de por la ciudad haciendo pueblos, subiendo cuestas y aguantando calor en verano y frío en invierno. Pero cómo se os ve el plumero...



La conocida presentadora Samantha Villar afirma en su programa que no es lo mismo vivirlo que contarlo, el problema es que como en realidad no lo viven, pues no saben contarlo. No suelo ver nada de la Cuatro (por higiene mental, básicamente), pero el mes pasado supe que esta chica había ido a "vivir el porno" con Torbe, decepcionando profundamente a la audiencia. No es el hábito de vestiduras, las fugaces incursiones fuera del portal de vuestra casa, lo que lleva a conocer la realidad; sino el hábito de la costumbre, el hacer vuestro ese mundillo que investigáis. Las buenas investigaciones duran años, no noches o apenas horas como estos reportajes relámpago. ¿Cuántas personas que ejercen la prostitución conocéis? ¿De cuántas sois amigos o al menos os lleváis con ellas? ¿Cuánto tiempo pasáis juntos? Hay gente que se considera "informada" sobre un tema por ver unos minutos de TV, lo que yo ofrezco en este blog es compartir la rica experiencia de un cliente y AMIGO de prostitutas, básicamente es la misma diferencia que aprender una lección por una charla de cafetería o por la de un buen catedrático. De todas formas entiendo que la imagen llega mucho más que las palabras, así hasta que yo haga mi propio reportaje (como siempre, unos tienen el pan y otros los dientes) lo que hoy por hoy se "sabe" de prostitución en España es esto. Les advierto de que estos vídeos pueden herir su sensibilidad, pero no por tratar de la prostitución, sino por su alto contenido en caspa progre.




"Rafita" (no, no es el famoso niño delincuente aunque su conducta no sea mucho más ética) Méndez, todo estirado, intentando escandalizar a sus mojigatos espectadores con sensiblería barata. Es Telebasura en estado puro, con secuencias lentas, música romanticona y abrazo final de despedida incluido.




Cuando se habla de prostitución en el centro siempre se tiene en la cabeza a las chicas, a pesar de que existen unos pocos chicos. En la primera parte habla con ellos y les pregunta frente a la cámara, todo bien hasta ahí porque consienten (llevad una cámara a la Montera y veréis cómo reaccionan las chicas...). Pero usar una cámara oculta es JUGAR SUCIO, como el cliente que se quita el condón o roba a la chica. Las cosas han de hacerse a las claras, si no eres capaz entonces te aguantas, lo que es intolerable es que nos graben como a monos de feria.

miércoles, 17 de febrero de 2010

De la vergüenza al orgullo: el movimiento LGTB español


Estas semanas, repletas de exámenes, están siendo una locura. Llevo 10 días sin actualizar el blog a pesar de que quería limitarme a ir "desenlatando" entradas que ya tenía escritas. Pero como mínimo he de revisarlas y subrayarlas, para facilitar su lectura. Todavía estaré unos días sin publicar de nuevo, así que me permito estos paréntesis para obsequiaros con "tostones" que, si os tomáis la molestia de leer, estoy seguro encontraréis de interés.

En esta ocasión os ofrezco un trabajo que hice el año pasado sobre cómo fue posible la movilización social de un colectivo tan marginado como el homosexual. Las semejanzas entre este grupo y el nuestro (de prostitutas, puteros y otra gente de mal vivir) es evidente. De hecho he de confesar que lo hice teniendo en mente la defensa de la prostitución, empleé la homosexualidad metafóricamente, porque a toro pasado ya es sencillo ver todo el proceso por el cual los homosexuales pasaron de ser considerados unos indeseables a ir siendo aceptados en nuestra sociedad (aunque el proceso todavía diste de estar concluido).

Hoy parece trasnochada la condena social que sufrieron ciertas personas por aspectos tales como su sexualidad (gays), color de piel (negros) o religión (judíos); sin embargo muchas otras personas sufrimos un desprecio similar, sin comerlo ni beberlo se nos atribuyen una serie de atribuciones altamente negativas totalmente infundadas. En la España del 2010 todavía está mal visto ser inmigrante, votar a la derecha o irse de putas. No podemos dejar que sean otros grupos los que definan la realidad, hemos de luchar por crear nuestro discurso, para que al igual que los homosexuales pasemos de ser considerados "enfermos o delincuentes" a ciudadanos de pleno derecho, y que nuestra opción de vida sea entendida como legítima.



De la vergüenza al orgullo:
el movimiento LGTB español

Construcción de agravios, resocialización
identitaria y movilización social


Por Cliente X

“La sexualidad está estrechamente unida a la política, y su negación es uno de los instrumentos de represión empleados con más eficacia por las clases dominantes a lo largo de la historia. Reivindicamos una sexualidad libre”

(Manifiesto del Frente de Liberación Homosexual, abril de 1976)



INTRODUCCIÓN

A lo largo de la historia han existido multitud de grupos que han buscado producir el cambio social de manera planificada y concertada. Por lo general sus reivindicaciones se encontraban fuera de la agenda política de los grupos en el poder, por lo que se hacía necesario visibilizar y politizar los asuntos considerados conflictivos. Pero era difícil atraer la atención de la opinión pública, las voces de la autoridad se han impuesto sistemáticamente a las del disenso, más cuando estos movimientos de cambio social, llamados movimientos sociales (MS), mantenían puntos de vista y reivindicaciones radicalmente nuevas que desafiaban en muchas ocasiones al sistema cultural dominante y al orden político establecido.

Como consecuencia de la incapacidad de estos grupos para acceder a las instancias de toma de decisiones estas demandas necesariamente tuvieron lugar fuera de los canales institucionales (mediante la acción directa y otras tácticas novedosas de protesta), organizándose a nivel “de calle”. Este hecho les confería la oportunidad de modificar no sólo las disposiciones normativas, sino de poder incluso transformar la sociedad desde su base, en sus ideas, valores, creencias y comportamientos.

El cambio en el sistema de valores de una sociedad se reveló como fundamental para estos grupos a lo largo del siglo XIX, como el movimiento por la abolición de la esclavitud o el feminismo. Sólo tras modificar sustancialmente la opinión pública fue posible lograr que los poderes públicos sancionaran el fin de la esclavitud o adoptaran el sufragio universal.

Los llamados “nuevos movimientos sociales” (NMS) surgen a partir de los años 1960-70 centrados en el estilo de vida y en preocupaciones éticas o identitarias. Este aspecto les diferencia de los movimientos sociales tradicionales, que demandaban fundamentalmente mejoras materiales. Hijos de valores postmodernos, los NMS se caracterizan por demandas no materialistas, más que buscar poder, control o ganancias económicas están inclinados a defender valores y principios, buscar autonomía y democratización, o exigir derechos y libertades. Para Melucci los NMS surgen en defensa de la libertad del ser, sus metas se hallan estrechamente unidas a la identidad personal y al reconocimiento de la identidad colectiva como parte de una comunidad donde poder realizar su propia identidad.

Otra de sus características es que, a diferencia del MS por antonomasia, el movimiento obrero, que tenía un proyecto político global, los NMS no pretenden resolver los problemas de la sociedad, en vez de ello defienden esferas específicas de la vida, sus reivindicaciones son de alcance limitado y muy concretas, se centran en un único aspecto, normalmente muy perentorio y que requiere una respuesta inmediata.

Además se produce una apertura a unos nuevos participantes potenciales, son MS interclasistas, en el que la clase social deja paso a otro status o rasgo definitorio (como la raza, la etnicidad, el género, la orientación sexual o la ciudadanía), pero aún más importante es el sistema de valores y creencias que comparten los participantes del movimiento. Todo MS señala a ciertos agentes sociales como antagonistas, se define un "nosotros" agraviado y unos "otros" como oponentes, responsables de la injusticia percibida. Por ello Touraine dice que los NMS enfrentan a “adversarios con interpretaciones conflictivas y modelos opuestos de un campo cultural compartido”. Casi siempre los poderes públicos toman partido en esta pugna al reflejar ciertos modelos culturales y otorgar reconocimiento a ciertas identidades mientras ignoran o incluso reprimen otras.

Para Lupicinio Iñíguez el movimiento LGTB es el "ejemplo perfecto" de NMS identitario, pues tuvo que deconstruir y reelaborar su identidad, vivida con vergüenza con anterioridad. En nuestra sociedad los homosexuales se enfrentaron a fuertes presiones encaminadas a destruir la valoración que podían tener como grupo, considerándoles enfermos e incluso delincuentes, excluyéndoles y discriminándoles socialmente. Éste mensaje, lanzado desde múltiples frentes, ha ejercido un enorme impacto sobre las concepciones socialmente dominantes de la sexualidad, los derechos de los gays y el reconocimiento de sus relaciones. Toda colectividad necesita mantener un sentimiento de pertenencia e identidad, pero al mismo tiempo a nadie le agrada ser vinculado un grupo estigmatizado según la representación social hegemónica, por consiguiente el movimiento LGTB tuvo que elaborar una identidad social positiva en contra de la que se había hecho de ellos como paso previo a la acción colectiva.

El presente trabajo analiza el desarrollo de este movimiento paradigmático: la articulación de agravios previa a la construcción de marcos de acción colectiva (el colectivo LGTB dibuja una situación preexistente de humillación y malestar); los factores o circunstancias que provocan la implicación de las personas en las acciones colectivas de un determinado movimiento (no todo conflicto se transforma en protesta); la necesidad que todo MS tiene de obtener una valoración social favorable (en especial si se le vincula a un grupo, como es el caso que nos ocupa); así como el papel de primer orden que juega en la autoafirmación identitaria la participación en un MS para aquellas personas que se sienten marginadas (las relaciones de socialidad permiten que los individuos participantes en ellas refuercen su reconocimiento y solidaridad mutua, especialmente en el caso de individuos que perciben que su identidad sexual no corresponde con la sancionada socialmente); para terminar con el impacto de la legislación en la construcción social de la protesta (caso de la Ley de Peligrosidad y Reinserción Social, LPRS, de 1970 como creadora de un menosprecio movilizador al consagrar una "jurisdicción especial" que establecía una discriminación legal a la vez que agravaba el estigma homosexual)



LA CONSTRUCCIÓN DE LA PROTESTA

Factores desencadenantes de la acción colectiva

Las vivencias cotidianas evidencian situaciones de menosprecio y falta de reconocimiento, haciendo que los afectados denuncien la consideración social negativa de las personas percibidas como homosexuales y la discriminación legal que supuso la LPRS. Esta disposición legislativa reforzó el sentimiento de desprecio y rechazo hacia los integrantes del colectivo LGTB: su identidad homosexual era etiquetada de “peligrosa socialmente”, se les tildaba de “enfermos mentales”, “posibles delincuentes”, “viciosos”, “perversos” e “invertidos”. El poder político sancionaba visiblemente la represión contra los homosexuales y otros grupos marginados, considerados “anormales”. La articulación de estas experiencias permite la construcción y percepción subjetiva de agravios que confieren legitimidad a las reivindicaciones y del cual dependen el potencial de movilización colectiva y la demanda de responsabilidades públicas.

Sin embargo la vivencia de situaciones de menosprecio no es suficiente para explicar la implicación de las personas en las acciones colectivas de movimientos identitarios. Desde luego que una situación haya sido definida previamente como injusta se convierte en el requisito inicial indispensable para el desarrollo de acciones de protesta, pero no es suficiente con que existan tensiones y conflictos estructurales, sino que sólo bajo determinadas condiciones el descontento se transforma en movilización. Estas situaciones dan lugar a diferentes respuestas en las personas afectadas, en función de la importancia o centralidad que concedan a la identidad específica defendida por el movimiento, a su identificación con ella y a los significados que ésta tenga para el desarrollo de su vida cotidiana. El descontento es una condición necesaria, pero no suficiente para incitar y mantener la acción colectiva. No siempre personas y colectivos sociales afectados por el menosprecio llegan a articular e implicarse en acciones colectivas. Los agravios, injusticias o agresiones son sólo significativos para la acción desde el momento en que los sujetos los perciben e identifican como tales. Entre la vivencia personal de experiencias de menosprecio y acción colectiva se encuentran los movimientos sociales que convierten la protesta en una opción significativa y efectiva a los ojos de los agraviados, buscan que los afectados se identifiquen con un problema conocido de manera que se sientan motivados a implicarse en acciones colectivas. Para que las personas se impliquen en este tipo de esfuerzos deben estar suficientemente motivadas a causa de descontentos específicos, y convencidas de que las dificultades ante las que se encuentran se pueden resolver mejor por medio de la acción colectiva que a partir de la acción privada. Por último si las personas actúan de manera colectiva es porque creen que su acción será eficaz (que el cambio al que aspiran es posible pero que no sucederá automáticamente si no tiene lugar la acción colectiva) y posible (expectativa de unas posibilidades razonables de éxito).

Esta no es una labor sencilla ni una ciencia exacta, son muchos los interrogantes que todavía se plantean acerca de la movilización social. ¿Por qué no todo el mundo, en las mismas circunstancias, participa en un MS? ¿Por qué no todas las personas tienen el mismo grado de implicación? ¿Cómo se consigue que las ideas defendidas por ciertos movimientos sean adoptadas por la sociedad en su conjunto? Del mismo modo que existen factores movilizadores también encontramos otros que invitan a la inacción o desmovilización social y pueden contrarrestar a los primeros. Para empezar hemos dicho que los movimientos justifican la acción colectiva de acuerdo a la denuncia de un agravio, pero puede suceder que este no esté considerado como problema, bien sea porque se acepte o porque haya sido normalizado y no se vea como problemático. Asimismo encontramos la necesidad de conseguir un cierto grado de solidaridad interna, fundamental para elaborar cualquier acción conjunta. En este caso nos encontramos con que un grupo de personas puede que no se consideren como "colectivo" si piensan que no existe una identidad común entre ellas o bien que la valoración social del grupo como tal sea tan negativa que los individuos rehuyan su clasificación como pertenecientes al mismo (alcohólicos, ex presidiarios, prostitutas, drogodependientes, etc). Otro escollo que han de salvar es el de la necesidad de emplear vías de acción no institucionalizadas ya que estos grupos no poseen poder político, lo cual conlleva un coste y además no puede realizarse en cualquier sociedad. Las personas pueden considerar que un determinado problema no se puede resolver por medio de una movilización social por múltiples motivos (falta de oportunidades políticas, consciencia de pertenecer a una minoría irrelevante, grave desprestigio social, presión de otros grupos, etc)

Por tanto los objetivos fundamentales para producir la movilización social pueden resumirse en:
• Identificar una situación de conflicto o agravio y extender un sentimiento de insatisfacción en su contra. Es necesario que todo MS tenga un marco motivacional fuerte que llame a la acción, capaz de convertir los simples sentimientos de insatisfacción en agravios definidos y concretos. Sólo si logra construir una fundamentación básica logrará atraer a otras personas a la movilización social.
• Construir una "identidad colectiva" o al menos obtener cierto nivel de cohesión grupal. En muchos casos la habilidad que tengan los movimientos para definir una identidad colectiva está relacionada con la implicación de la gente en ellos. Para ciertos colectivos invisibilizados socialmente, como el LGTB, la lucha por el reconocimiento social tiene un carácter de primer orden.
• Crear y difundir entre los potenciales activistas y simpatizantes creencias sobre la eficacia de emprender la acción colectiva.
Hay que tener en cuenta que en nuestra sociedad contemporánea existen oportunidades ausentes en muchas otras épocas y escenarios.



Teorías justificativas

Las tres teorías más importantes que Iñíguez señala a la hora de ofrecer una explicación a la acción colectiva son la teoría de la movilización de recursos, la de la influencia minoritaria y la de la identidad social:

Según la teoría de la movilización de recursos la decisión de movilizarse se produce individualmente, de acuerdo a un proceso racional, en el cual se valoran las oportunidades políticas del movimiento, la capacidad de influenciar a las instituciones existentes, y se evalúan posibles beneficios y perjuicios que comporta la participación un MS.

Desde este punto de vista los actores realizan sus comportamientos de forma enteramente racional y siguiendo sus propios intereses. Los MMSS constituirían una extensión de la política por otros medios. Un MS debe conseguir movilizar tantos recursos como le sea posible para el grupo, ya que de ellos depende el resultado final que obtenga. Según esta teoría los MMSS no se generan por la mera existencia de tensiones en la sociedad sino por la manera en que son capaces de organizar el descontento, reducir los costes de la acción, utilizar y crear redes sociales, compartir incentivos entre los miembros y conseguir un consenso externo. Los movimientos sociales y las revoluciones son fundamentalmente el resultado de una expansión de oportunidades políticas para la movilización de los grupos insurgentes, como consecuencia de una creciente vulnerabilidad de sus oponentes y de la creciente simpatía que les profesa la opinión pública.

Este modelo afirma que los actores decidirán participar sólo si consideran que los beneficios que pueden obtener por participar en la movilización social superan a los costes que supone. Cuando disminuyen los costes y riesgos de la acción colectiva y aumentan los beneficios potenciales para quienes los apoyan tiene lugar la expansión de oportunidades políticas y por tanto la participación en un MS.

En concreto el movimiento homosexual se habría desarrollado dentro de un contexto político y en un clima de innovación y apertura cultural, inestabilidad política, disponibilidad de aliados influyentes y de tolerancia hacia la protesta por parte de las élites, todo lo cual habría coayudado en su éxito.

El punto fundamental en la teoría de la influencia minoritaria es el conflicto que los grupos minoritarios son capaces de establecer con la mayoría. Una minoría que sostiene una posición contraria a una norma mayoritariamente aceptada puede, bajo determinadas condiciones, producir un conflicto simbólico que vaya moviendo la posición de la mayoría hacia la que propugna la minoría. En ocasiones se incorpora la "minoría desviada" al sistema social, en otros casos se la elimina.

Por lo general es la mayoría de la sociedad la que lleva a cabo una presión social que modifica el comportamiento, las actitudes, opiniones, valores, creencias, etc de las minorías en dirección a la homogeneidad. La uniformidad, el conformismo y la sumisión son vistos con buenos ojos ya que permiten el mantenimiento del orden social. Sin embargo los grupos minoritarios suelen ser vistos como una amenaza al cuestionar (y en ocasiones amenazar) los valores y principios dominantes, por ello históricamente han sido reprimidos. No obstante los grupos minoritarios pueden ejercer una influencia en el resto de la sociedad que provoque un cambio en los sistemas de valores, creencias y comportamientos de los grupos mayoritarios.

Características grupos minoritarios:
• Mantienen posiciones que son normativamente minoritarias
, es decir, que van contra las normas sociales dominantes en una sociedad o comunidad dada.
Sus posiciones son heterodoxas, contrarias al status quo y contrarias al modo en que la sociedad o comunidad se ha estructurado u organizado en el pasado.
• Los grupos minoritarios han de ser activos, con objetivos claros, motivación suficiente y han de estar movilizados en contra de la norma mayoritaria. Deben adoptar una posición antisistema a la vez que proponen una norma alternativa.

Cuando se dan estas características el grupo minoritario es capaz de generar un conflicto con la mayoría al oponerse de forma nítida a la mayoría, y por tanto ésta ya no puede ignorar el conflicto ni obviar al grupo minoritario. Entonces el grupo minoritario puede hacer prevalecer sus opiniones a la mayoría, ser aplastado por ella, o negociar un compromiso pactado.

Pero si la minoría es, por definición, débil, ¿cómo es posible influir en la mayoría? Por un lado con un comportamiento coherente, las minorías deben mostrar consistencia en las propuestas que sostienen. Sin compromiso y firmeza en sus posiciones no pueden alcanzar el éxito en sus objetivos. Por otro lado la negociación que deben realizan ha de ser flexible para no bloquear a la mayoría, una negociación rígida en la que se pretendan conseguir todos los objetivos probablemente fracasará.

Como resultado de la influencia de grupos minoritarios amplios sectores de una sociedad dada acaban por modificar sus creencias, opiniones y actitudes, e incluso su comportamiento. Hoy día podemos ver una modificación sustancial de las posturas existentes hacia los homosexuales tanto en cuanto a miembros de una categoría social como por su condición de personas concretas. Su reconocimiento de derechos y creciente presencia en el mundo laboral, político, del espectáculo, etc. constituyen muestras de un proceso de cambio progresivo en nuestras sociedades que se puede conectar directamente con la acción del movimiento LGTB. Sin tales acciones este cambio seguramente no se habría producido.

Para algunos MMSS la identidad juega un papel fundamental del activismo social contemporáneo. Así, en la teoría de la identidad social la elaboración de una identidad colectiva (IC) constituye una parte esencial en la construcción de un marco de significados compartidos. Esta IC se entiende como la conciencia de pertenecer a un grupo o categoría, de sentirse parte de una unidad común, y la valoración de dicha pertenencia que un cierto número de individuos comparten. La IC estaría dotada de un significado que no se puede reducir a un cálculo de coste/beneficio ya que toca el aspecto emocional.

Los estudios de Tajfel sobre la identidad permiten acercarnos a la comprensión del prejuicio y la discriminación social. Para él la identidad social es la conciencia que tenemos las personas de pertenecer a un grupo o categoría social, así como la valoración que hacemos del mismo. La identidad no sería algo estático o natural, sino que surge de un proceso de interacción con los demás grupos y dentro del propio grupo en sí: como suscriben varios autores (Johnston, Laraña y Gusfield) "la identidad surge de la interacción con los demás, puesto que la forma en que nos vemos está decisivamente influenciada por la forma en que pensamos que nos ven los otros, construimos nuestra identidad al vernos reflejados". Así, la identidad está formada por las definiciones compartidas de los individuos y el contexto social en que se encuentran, y permite formar una idea de "nosotros" e identificar a los aliados y adversarios del movimiento.

Una valoración positiva o negativa sustenta, respectivamente, una identidad social positiva o negativa. Una identidad social positiva es necesaria, puesto que permitirá al individuo reconocer su pertenencia a una categoría social determinada. En caso de que una identidad social sea percibida como negativa el individuo puede acudir a estrategias individuales que le permitan huir de ella, por ejemplo abandonando la identidad estigmatizada (ocultación o negación de su condición homosexual) o colectivas que le ayuden a transformar y aceptar dicha identidad. La movilización y lucha social pertenecen a este tipo de estrategias colectivas. La necesidad de mantener una IC positiva requiere garantizar una distintividad positiva de la propia categoría frente a otras.

Para la construcción de una IC, de un “nosotros” positivo en el movimiento LGTB que favoreciese la identificación grupal necesaria para la participación en acciones colectivas se hacía imprescindible la consideración de la identidad homosexual como válida, desvincular el menosprecio de su identidad, combatir las etiquetas, rechazar la atribución de una identidad negativa, en definitiva, rebelarse contra el “destino” que le aguardaba a cualquier persona homosexual.



LA CONSTRUCCION DE LA IDENTIDAD

La importancia de la identidad

Es necesario profundizar en este aspecto ya que para determinados MMSS la defensa de la identidad personal de sus miembros y el reconocimiento de la identidad colectiva de la comunidad son temas centrales, lo cual es especialmente cierto en el caso del movimiento LGTB.

Ser homosexual supone para la persona definirse como tal, aceptarse. Pero esta identidad no es vivida del mismo modo por todos los individuos: diversos factores van dejando huella en la persona, tales como el entorno social, el contacto con la subcultura homosexual y las experiencias individuales. De todos modos se pueden extraer varias características comunes:
La identidad homosexual ha sido históricamente estigmatizada en las sociedades occidentales. Este estigma, que puede definirse como "una conducta, atributo o condición socialmente devaluada o desacreditada que descalifica a su poseedor" (Goffman), ha determinado la formación y gestión de la identidad homosexual, al haber marcado a estas personas como diferentes, segregándolas de las "normales".
• La construcción de una identidad de cualquier tipo, pero especialmente la homosexual, implica para la persona la aceptación gradual, por etapas, de la etiqueta de "homosexual".
Esta identidad es vivida de manera secreta, se oculta incluso a las personas más cercanas del entorno. Progresivamente va dándose a conocer su situación a más personas. No se da a conocer públicamente sino hasta que ha sido totalmente asumida personalmente.

El modelo de construcción de identidad se desarrolla en cuatro fases básicas: sensibilización, confusión de identidad, asunción de identidad y compromiso.

1. La fase de sensibilización se caracteriza por la percepción de "ser distinto", de que uno es "mal visto" por la sociedad.
Los comportamientos o rasgos de personalidad diferentes son considerados "no apropiados" y conllevan situaciones de burla o marginación. Las sanciones por no atenderse a la norma van siendo percibidas desde muy temprana edad, generando inquietud, sentimientos de culpa, marginación y autorrechazo. El control social informal pretende dirigir de una manera férrea lo que se considera una sexualidad y unas conductas socioculturales apropiadas.

2. Cuando la persona empieza a reflexionar sobre su identidad sexual y a tomar conciencia de ella lo hace generalmente de manera negativa, debido al estigma social que envuelve a la homosexualidad y que desanima a los homosexuales a adoptar la etiqueta de "bicho raro". La condena social de la homosexualidad y los estereotipos asociados a esta categoría social condicionan profundamente la relación entre las personas y crean problemas de culpabilidad y secretismo, especialmente si el individuo llega a interiorizar la hostilidad social que se ejerce en su contra. Los individuos necesitan reprimir su sexualidad para evitarse problemas, lo que evidentemente provoca una confusión de identidad (las personas homosexuales se ven obligadas a llevar una doble vida).

Los homosexuales han venido respondiendo al rechazo social con estrategias como la negación, la corrección, el rechazo o la redefinición-neutralización. En muchos casos se inhiben o rechazan las conductas o actividades tenidas socialmente como inaceptables, incluso se llega a condenarlos públicamente, pues se considera que una actitud homófoba es la que mejor puede servir para ocultarse. Estas estrategias de adaptación han sido fuente de problemas emocionales y psicológicos.

3. Una vez que persona se percibe a sí misma como homosexual pasa a la etapa de asunción de identidad, y con ella los costes sociales que este hecho implica. Compagina esta aceptación en escenarios sociales concretos con estrategias para la gestión del estigma en el entorno público, con el fin de evitar la exclusión social. Al autodefinirse como homosexual e identificarse como parte de un grupo comienza a explorar la subcultura homosexual y a asociarse regularmente con otros homosexuales.

4. Finalmente el individuo llega a un compromiso personal con la homosexualidad como parte de su forma de vida. La identidad se vive ahora de una manera normalizada, con satisfacción, y los costes sociales ligados a esta elección se asumen plenamente. Se lucha contra los esquemas dominantes y se comienza a desvelar la propia identidad a audiencias externas, no homosexuales, siendo totalmente consciente del precio que conlleva.



La resocialización cultural

Como hemos visto el individuo interioriza las normas sociales y aprende qué expectativas puede legítimamente esperar de los demás y también que obligaciones debe cumplir ante ellos. Aprende a concebirse como miembro de una sociedad con normas y valores que le adjudica un rol social para ser un aceptado dentro de ella. Sólo en la medida en que acoge las posiciones de la sociedad a la que pertenece puede ser considerado miembro de ella.

El proceso de construcción de la identidad homosexual plantea al individuo una serie de disyuntivas y contradicciones entre los significados aprendidos y ligados al "estigma social" que han de ser soslayados y los nuevos significados que va conociendo y asumiendo. En otras palabras, la identidad homosexual ha sido definida por la cultura dominante y enseñada al individuo en su socialización primaria, ahora él debe realizar una resocialización secundaria en una identidad homosexual definida por su subcultura minoritaria.

Adoptar una nueva identidad no es nada sencillo, Inglehart señala que las normas culturales suelen interiorizarse sólidamente a una edad temprana, especialmente las reglas inculcadas en materia de sexualidad, que han sido planteadas en términos absolutos de lo que es aceptable y qué no lo es. Estas normas constriñen el comportamiento de las personas cuando desean hacer otra cosa y salirse del camino marcado "torturando la conciencia" de los individuos que las violan. De ahí la importancia de una resocialización para crear unos nuevos valores que no estigmaticen la homosexualidad, sin ellos no es posible mantener la autoestima. Para lograrlo el primer paso consiste en atacar el discurso dominante, construir “identidades homosexuales en positivo” por contraposición a sus identidades socialmente estigmatizadas.

Una persona no se incluye dentro de una categoría social sino hasta cuando percibe que sus sentimientos y conducta se asemejan a los de un grupo determinado. Pero para esto es necesario que se tenga una percepción positiva de la identidad, en otro caso los integrantes del grupo no se movilizan o incluso reniegan del grupo. Por lo tanto sin una redefinición de significados culturales que permitieran invertir el estigma no existe posibilidad de adoptar una identidad homosexual.

Los colectivos LGTB han aportado un nuevo Mundo en el que se sustituyen los conocimientos y pautas aprendidas con anterioridad, gracias a la deconstrucción del código social estandarizado se hace posible la afirmación de la identidad homosexual, sin sentimiento de culpa alguno. A través de un aprendizaje informal, difuso y colectivo el individuo perfila nuevos modelos de comportamiento de acuerdo a una "visión del Mundo" alternativa. La mayor aportación de estos MMSS ha sido la reinterpretación de las prescripciones morales y normativas de la cultura dominante respecto a la conducta sexual "apropiada".



La participación como autoafirmación

Según Jordi M. Monferrer la participación ha sido una forma de autoafirmación entre personas homosexuales, las ha ayudado en su reconocimiento social y autoestima. Con la identidad se asume una actitud, una manera de ser.

La participación del individuo en la acción colectiva organizada le permite identificarse en el grupo. Los colectivos LGTB funcionan como un círculo de reconocimiento que permite construir las bases de una identidad colectiva gay (con valores, significados y prácticas sociales) y confiere al sujeto aspectos esenciales para la construcción de su identidad, tales como seguridad y certidumbre, al ponerlo en relación con otros sujetos con sus mismos intereses. Favorecen la autoaceptación de la persona homosexual, dotando al individuo de una legitimación de su estilo de vida, ofreciendo la posibilidad de luchar por su reconocimiento social.

El movimiento LGTB permite conseguir todo esto que se ha señalado, la construcción de una identidad colectiva, la promoción de socialidad, la resocialización cultural, culminar el proceso de construcción identitaria y asumir una identidad socialmente estigmatizada, ayudando a soportar las sanciones sociales que inevitablemente recaen sobre el individuo.



LA LPRS, IMPULSORA DE LA ACCIÓN COLECTIVA

Antecedentes

En un principio el franquismo no había percibido a los homosexuales como una amenaza. Sin embargo, con el auge del desarrollismo de los años 60 y 70 y la progresiva pérdida por parte de la Iglesia de su control moral y con ello del control social informal, ciertos fenómenos que hasta la fecha no habían representado un problema ahora son combatidos por las autoridades ya que ponen en riesgo el orden sexual y mantenimiento del orden familiar. El aumento de su visibilidad convierte a los homosexuales en un referente simbólico de los efectos perversos del nuevo contexto social que está surgiendo y va a obligar al poder público a penar las conductas calificadas de “inmorales”. Los homosexuales pasan a engrosar la lista de enemigos del régimen. Son considerados “sujetos que se comportan de manera contraria a la que exige una ordenada convivencia” y presuntos criminales debido a la “especial conducta que desarrollan”.

Con objeto de atajar las nuevas manifestaciones que ponían en peligro la moral pública franquista y con ella el orden social, se diseña en 1970 la Ley de Peligrosidad y Reinserción Social (LPRS), sucesora de la antigua Ley de Vagos y Maleantes de 1933. El objetivo declarado de esta legislación era curar y reinsertar a los colectivos antisociales como homosexuales y prostitutas en la sociedad. Los individuos “peligrosos” eran considerados enfermos a quienes era necesario “curar”, aun en contra de su voluntad. En prevención del contagio se les asilaba del cuerpo social, reintegrándoles únicamente una vez que estuviesen “curados”. Para ello debían ser recluidos en centros especiales y ser rehabilitados de acuerdo a lo que el orden establecido consideraba un modelo adecuado. Pero las técnicas de condicionamiento empleadas más que reeducar lo que lograban era reprimir a los detenidos. Reeducados o encarcelados, el sistema lograba mantener a los disidentes fuera de las calles, donde eran un mal ejemplo para el resto de la sociedad.

Este contexto legal contribuyó a crear una barrera social, donde aquellas personas discriminadas se veían obligadas a circunscribir la manifestación de sus conductas afectivo-sexuales a la clandestinidad y el anonimato. Aquellas personas obligadas a vivir de espaldas (o mejor dicho, frente a) la Ley se convierten en víctimas de extorsiones, chantajes y otras formas de explotación y agresión.

Aunque lo más visible de la LPRS fueron las penas privativas de libertad, el mayor efecto fue la construcción de significados. A la estigmatización religiosa (pecador) y médica (enfermo-desviado) se añadió la legal (delincuente). El estigmatizar por ley al colectivo homosexual (junto con otros “peligrosos sociales” como prostitutas, traficantes, ebrios, proxenetas, etc) sirvió para fortalecer el estigma homosexual. La falta de derechos era muy grave, pero es que además trasladaba a la sociedad el mensaje de que la exclusión social y menosprecio que recibían eran aceptables.


La lucha inicial por el reconocimiento del movimiento gay

La LPRS fue crucial en el surgimiento del movimiento gay, Monferrer se refiere a ella como el "factor precipitante" de la movilización. Esta Ley sancionó y amplió la marginación social existente hacia los homosexuales, al permitir su represión legal. Este hecho va a propiciar un debate en el interior de la comunidad gay española que les lleva a proyectar su descontento de manera abierta, estas personas articulan sus sentimientos de menosprecio frente a la nueva situación creada, rechazan la penalización de las relaciones homosexuales y comienzan a debatir la idea de iniciar una acción colectiva.

El incipiente movimiento va a elaborar argumentos para “invertir” los significados negativos asociados al histórico estigma homosexual, reforzados con la nueva Ley. Estos activistas se esfuerzan en asociar la identidad homosexual con relevantes personajes históricos, con la intención de dotarse de legitimidad y prestigio. El despliegue de la identidad permite que se suscite un debate social acerca de la homosexualidad y de cómo la clase dominante estaría reprimiendo la sexualidad para el mantenimiento de sus privilegios al poner el derecho al servicio de los valores morales y de las normas de comportamiento social consideradas “normales”.

La entrada de los colectivos homosexuales en el espacio público visibiliza al colectivo y abre al debate público no sólo la Ley, sino también situaciones preexistentes de marginación enraizadas en estereotipos y prejuicios culturales firmemente arraigados. Poco a poco se comienzan a gestar incipientes micromovilizaciones, desarrollando redes informales de amistad que actúan como embrión del movimiento y se plantean metas más ambiciosas, como la necesidad de lograr el reconocimiento social y legal de la homosexualidad, como parte de la “liberación sexual” de todas las personas. En palabras de un activista, “lo que se pretendía es que el homosexual dejara de ser un delincuente y se tomara como algo natural y normal”



Corolario

En la lucha por el reconocimiento de la homosexualidad frente al nuevo ataque que se sufre al aprobarse la LPRS podemos ver todos los aspectos que han sido tratados en el presente estudio. Esta la ley actuó como catalizador de la protesta, sirvió para hacer conscientes a otros homosexuales en particular y a la sociedad en general del menosprecio que este colectivo venía sufriendo y así obtener respaldo en sus reivindicaciones.

El paso inicial fue la construcción de un marco de motivación capaz de transmitir a la comunidad homosexual argumentos que sancionaran la legitimidad de sus reivindicaciones y la necesidad de implicarse activamente en su consecución. Una vez identificado el problema, definida la comunidad del “nosotros” y señalada la identidad de los antagonistas, se procedió a la movilización de la acción. En las acciones colectivas que siguieron muchos homosexuales reafirmaron su identidad colectiva, reivindicando abiertamente su homosexualidad en coherencia con lo que sentían que eran y lo que decían ser. Además se consideraba que la participación en acciones de protesta ayudaría a cambiar el curso de los acontecimientos, aparece por primera vez el posible beneficio de cambiar la situación político-legal de los homosexuales. Sólo teniendo en cuenta los beneficios es posible entender cómo, a pesar de los elevados costes asociados a la militancia, pudo gestarse el movimiento.

El análisis de costes/beneficios de la acción colectiva tiene una complejidad especial en el movimiento LGTB. Aparte del coste en tiempo y dinero encontramos como principal dificultad los “costes de carácter normativo” derivados de la estigmatización de los homosexuales, es decir, los valores y normas sociales que pueden influir, condicionar o disuadir de la participación, aun cuando se esté de acuerdo con los planteamientos del movimiento.

Las oportunidades políticas existentes jugaron a favor de una movilización que se hacía frente aun régimen político desacreditado frente al cual empezaba a emerger una importante oposición, lo cual permitía confiar en transformaciones políticas próximas que permitieran llevar adelante cambios sociales, culturales y legislativos. Además, se contaban como aliados otras minorías marginadas en su lucha contra la opresión y la oposición más progresista y las reivindicaciones propias se podían circunscribir dentro del conjunto de demandas de libertades existente al final de la dictadura.

Los tópicos y prejuicios existentes pasan a ser rechazados y atribuidos a “los otros”, sus antagonistas, quienes estaban imponiendo su visión de la realidad y utilizando el derecho para imponer una determinada moral. Se construye una nueva imagen colectiva del homosexual, contrahegemónica y rebelde. Ser homosexual deja de ser una vergüenza para pasar a constituir un orgullo. La participación y movilización va a reforzar la solidaridad y socializad del grupo, además de ayudarles a aprender nuevos valores (resocialización).

Finalmente hay que reconocer el gran esfuerzo de los primeros activistas del movimiento gay español. Resultaron un ejemplo de compromiso, heroicidad y coherencia. La adhesión de una persona a una identidad colectiva no es un paso sencillo y conlleva todo un posicionamiento moral y político ante la vida.

El cuanto al movimiento LGTB se ha configurado como un referente social que, impulsando una lucha por el reconocimiento de la identidad homosexual, ha logrado visibilizar o "poner cara" a una "minoría invisible". La politización de las reivindicaciones LGTB han sido fundamentales a la hora de erosionar e invertir los significados ligados históricamente al estigma mientras construían y divulgaban unas convicciones éticas diferentes. Gracias a los cambios sociales promovidos el movimiento LGTB ha logrado un reconocimiento social para las nuevas generaciones de personas homosexuales, permitiendo de este modo que la asunción de su identidad sea menos costosa.

Sin embargo el auge actual y desarrollo del movimiento ha dado lugar a un uso "instrumental" de estos colectivos, así sus reivindicaciones históricas han sido asumidas -cuando ya no tiene mérito alguno- por dirigentes y partidos políticos de manera oportunista, con el único objetivo de ofrecer una imagen progresista. El movimiento LGTB debe evitar ser cooptado por ellos.



BIBLIOGRAFÍA:

- Calhoun, Craig “Los nuevos movimientos sociales de comienzos del siglo XIX” en Traugott, M. (Ed.) Protesta Social. Barcelona, 2002, 193-241
- Íñiguez Rueda, Lupicinio “Movimientos sociales: conflicto, acción colectiva y cambio social”. Publicado en Psicología de la acción colectiva. EDIUOC, Barcelona, 2003
- Monferrer, Jordi M. “La participación como autoafirmación. Los colectivos de lesbianas y gays: ámbitos de socialidad, agencias de resocialización y círculos de reconocimiento”. Revista de Estudios de Juventud Nº 75, 2006, Págs. 43-59
- Monferrer, Jordi M. “La construcción de la protesta en el movimiento gay español: la Ley de Peligrosidad Social (1970) como factor precipitante de la acción colectiva”. Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, Nº 102, 2003, Págs. 171-204

lunes, 8 de febrero de 2010

Entrevista a Cristina Garaizábal: los fundamentos del movimiento 'pro-derechos'

"Las mujeres que están en esto reiteradamente insisten en que su actividad es un trabajo, y pienso que no podemos ser sordos a la voz de las mujeres".

D.ª Dolores Juliano, coordinadora de LICIT



Los pro-derechos o regulacionistas fundamentamos nuestra reivindicación de una regulación de la prostitución en una serie de aspectos básicos. Para empezar el reconocimiento legal de una actividad que, aun con sus peculiaridades, no es esencialmente distinta de cualquier otra: se presta un servicio a cambio de una retribución económica. Es evidente que algunas personas considerarán indecente o inmoral que ese servicio sea de carácter sexual, bien, no están obligadas a requerirlo. No pueden imponer su moral particular a los demás, hay grupos que animan a no comprar pieles, dejar de consumir carne o boicotear los productos israelís, por ejemplo; y creo que están en su derecho, si llevan razón y la gente entiende que su vida será mejor haciendo lo que dicen les harán caso. En relación con la prostitución el problema reside en que las convicciones particulares de grupo social están limitando los derechos y libertades de otro. No es éste un problema nuevo, históricamente muchos colectivos humanos han sufrido el rechazo y exclusión social, por ejemplo los negros, los judíos, los homosexuales... afortunadamente la tendencia es que las barreras étnicas, religiosas, sexuales o del tipo que sean vayan desapareciendo, con lo cual tenemos una sociedad cada vez más abierta. Bien, creo que ya es hora de que lo mismo suceda con las personas que ejercen la prostitución, que se las empiece a ver como cualquier otro individuo y no como un/a puto/a.

Pero además, a más corto plazo, pretendemos una mejora inmediata de las condiciones en las que se ejerce la prostitución. Somos conscientes de que recorrer el camino citado anteriormente llevará tiempo, no es algo que se haga de un día para otro y por eso mientras tanto no podemos desatender los problemas más perentorios que se dan en la prostitución. Entendemos que la regulación, como pueden leer en la siguiente entrevista que les adjunto, va a ayudar a proteger a las prostitutas de las mafias que las hostigan, reprimen y se aprovechan de ellas de diversas formas (extorsión en dinero o en "especie"). Es un hecho que el principal motivo por el que no se regula la prostitución en España no responde al estridente pero ineficaz debate que mantenemos regulacionistas con abolicionistas, sino al interés económico de las mafias de la prostitución que se aprovechan del limbo legal para lucrarse de estas chicas. Sí, en teoría incurren en delito, pero a ver quién es el guapo que denuncia a policías, comisarios y quizá alcaldes. La administración pública española se encuentra muy cómoda con la situación actual, y de hecho está comenzando a dar una apariencia de legalidad a sus pútridos chanchullos en forma de ordenanzas que permiten multar el ejercicio de la prostitución en medio abierto. Por otra parte algunos clubes y pisos ofrecen condiciones de trabajo claramente abusivas (obligatoriedad de realizar ciertas prácticas como felación sin condón, un horario excesivo o una retribución insuficiente). Si la prostitución es reconocida como trabajo las chicas podrán sindicarse y nombrar delegados de personal (incluso llegar a tener un comité de empresa en los macro clubes) que puedan negociar colectivamente las condiciones de trabajo con los empresarios en pie de igualdad. No es nada del otro mundo, sencillamente han de tener los mismos derechos que cualquier otro trabajador, ni más ni menos.

Las prostitutas consideran el suyo como un verdadero trabajo. Desoírlas significa negar su libertad y autodeterminación.



Por último al aceptar la prostitución ésta iría perdiendo buena parte de la mala fama que arrastra, se iría eliminando la idea que se tiene de ella como tabú. Las leyendas urbanas (enfermedades sexuales, trata de blancas, violencia de los clientes, etc) irían siendo desmitificadas con lo cual ciudadanía estaría mejor informada y sería más libre. Todos estos puntos pueden resumirse en uno, en última instancia buscaríamos lo que se denomina la "normalización social": el que sea posible poder confesar ante tu familia a lo que te dedicas, que no suponga una vergüenza declarar públicamente a lo que te dedicas.

De todo ello habla en profundidad la psicóloga Doña Cristina Garaizábal Elizalde, cofundadora del Colectivo Hetaira y una de las activistas pro derechos más conocidas en toda España. Denuncia que, hasta el momento, la legislación sobre prostitución no se ha elaborado teniendo en mente las necesidades y reclamaciones de las personas que ejercen la prostitución, sino los intereses económicos del Estado. Eso es completamente cierto, hoy por hoy la prostitución es vista desde una perspectiva institucional como otra forma de financiación de entes locales y partidos políticos (como las recalificaciones, malversación de fondos públicos, creación de ONGs ad hoc o adjudicaciones "a dedo" de contratos y subvenciones).




Entrevista realizada por Manuel Llusia a Cristina Garaizabal
(Página Abierta, nº 132-133, diciembre de 2002/enero de 2003)

El comercio del sexo, y más concretamente la prostitución, se ha transformado de un hecho cotidiano –dentro de una amplia actividad– que se mantenía aparentemente fuera de los problemas y conflictos sociales o un asunto de debate público, que obliga al poder político a plantearse un quehacer específico sobre ello. Al parecer ya no vale dejar este asunto en manos de la actuación policial –unas veces de tolerancia, otras de hostigamiento, y hasta de represión, cuando no de aprovechamiento de diverso tipo– o del Código Penal con su despenalización general de la prostitución y las penalizaciones particulares referidas a la edad, el abuso, etc. Ahora ya se habla, en el ámbito local o estatal, de alguna forma de regular, normativizar, legislar sobre todo este tan amplio y plural mercado, porque, entre otras cosas, mueve ingentes cantidades de dinero y porque el debate público lo demanda cuando se desvía básicamente hacia lo que supone la prostitución callejera, que es vivida o sentida como conflictiva.

Y todo ello atravesado por las consideraciones presentes en la sociedad sobre el significado del ejercicio de la prostitución, que tanto tienen que ver con la cultura más extendida sobre la sexualidad y sobre ésta en las mujeres.

De este controvertido y complejo tema hablamos con Cristina Garaizabal, sicóloga, autora de numerosos ensayos sobre esta materia y fundadora, junto a otras mujeres, de Hetaira, un colectivo madrileño cuya identidad viene definida por su lucha por los derechos de las prostitutas.

Lo primero que nos plantea Cristina es su concluyente forma de ver la prostitución ejercida por mujeres: «Las trabajadoras del sexo son mujeres que, como la mayoría de nosotras, buscan la manera de vivir lo mejor posible dentro de las opciones que la vida les ofrece. En esta medida, la venta de servicios sexuales es un trabajo para ellas y, en consecuencia, se les deben reconocer los derechos sociales y laborales que se desprenden de su situación».

Hablas de "su situación" como de algo común a todas las trabajadoras del sexo...

– Aunque partamos de la diversidad tan amplia en la situaciones de trabajo y de existencia, sí podemos decir que existe una común situación derivada, de la no consideración de su actividad como un trabajo.

En primer lugar, las trabajadoras sexuales no son consideradas como tales trabajadoras sino como putas, con todo lo que esta palabra comporta, con el estigma que encierra. Toda su vida es valorada bajo este prisma: son “otras” mujeres, otra casta, para mucha gente llevan marcada la depravación moral por lo que hacen (o, incluso, porque “su impulso sexual ya las hacía tender a ello”); son consideradas “malas madres” (se ve como contrapuesta la identidad de madre con el ejercicio de puta); se las considera siempre como víctimas o como “pobres mujeres” (manipuladas por otros y condicionadas totalmente por una situación que las obliga a ello; es el caso de las extranjeras, a las que casi en su totalidad se las ve atrapadas por las redes de tráfico); se desprecia o no se respeta su vida amorosa (sus compañeros son vistos como “los chulos”)... En otro extremo, muy de actualidad, esa consideración de puta lleva a la negación de un derecho humano básico: a salir de sus países y emigrar a otros que se supone les pueden ofrecer mejores condiciones de existencia.

Y lo que digo es sólo una pequeña muestra de ese estigma que tanto tiene que ver –y tanto nos afecta en general a las mujeres– con las ideas sobre la sexualidad que existen en las sociedades patriarcales: la división entre “buenas” y “malas” mujeres en función de nuestra sexualidad.

– ¿Y en segundo lugar...?

No se las ve como un colectivo social que ejerce una labor por la que cobra al que ha de reconocerse como sujeto de derechos por las características de esa actividad, por las condiciones en las que se ejerce, por las discriminaciones que sufre una buena parte de ellas en ese trabajo o por la falta de equiparación frente a otras actividades reconocidas como laborales, por su marginación...

– Lo que dices plantea al menos varios interrogantes. ¿Realmente se puede hablar de derechos comunes para todas las trabajadoras del sexo? ¿Desean éstas una reglamentación o legislación al respecto?

Cuando reclamamos una regulación de este trabajo deseamos que en ese proceso las trabajadoras del sexo se constituyan y sean reconocidas como sujetos sociales y sujetos de derechos, en cuanto tales, y que, tanto el debate que se genere sobre esta actividad como las medidas concretas que se adopten, sirvan para dar poder a las trabajadoras para que logren mejorar sus condiciones de vida y de trabajo y que eso repercuta en su autoafirmación personal y en la normalización de esta actividad. Será el conjunto de este proceso el que sirva para luchar contra el estigma que hoy recae sobre quien ejerce este trabajo.

Insisto en que hay que ser conscientes de que una regulación sin más no acaba con la marginación o la discriminación de las trabajadoras del sexo. Para que mejore su situación, especialmente la de las más pobres y las inmigrantes, y que, mayoritariamente son las que ejercen la calle, es necesario que se legisle pensando fundamentalmente en reconocer legalmente sus derechos para que así su actividad pueda ser reconocida como un trabajo y combatir el secretismo y la vergüenza en los que hoy se mueven.

El trabajo sexual no es un trabajo como cualquier otro. Por el estigma que conlleva ejercerlo y porque lo que se venden son actos sexuales, deben contemplarse las especificidades que comporta y tenerlas en cuenta a la hora de legislar sobre él. Cualquier medida legislativa que se tome tiene que tener en cuenta la voz de las trabajadoras del sexo. Se les tiene que consultar sabiendo que no tienen una voz unificada ni homogénea porque sus situaciones de trabajo y existencia son muy diversas: diversidad en cuanto a su conciencia de trabajadoras; diversidad en las condiciones del ejercicio de la prostitución (calle, clubs, autónomas, por libre, asalariadas...); diversidad en las condiciones sociales, culturales, económicas…, en la nacionalidad; diversidad en la forma de vivir el trabajo, en cómo les afecta el estigma…

Y esa diversidad, como en parte ya he dicho, hace que las quejas directas de estas trabajadoras sean variadas y sean más o menos explícitas. Y se hacen más presentes, lógicamente cuando surgen los conflictos. Pero hay muchos límites al desarrollo de una conciencia de sus derechos. En España, a diferencia de otros países, no sólo de Europa, también de América Latina, no hay aún movimientos propios de trabajadoras del sexo permanentes, pero sí los ha habido en momentos determinados.

¿Qué posiciones hay a la hora de proyectar una legislación específica sobre esta materia? ¿Y qué experiencias conocéis?

– Por lo que nosotras conocemos, gracias a nuestra pertenencia a la Red Internacional de Defensa de los Derechos de las Prostitutas, existen diferentes políticas estatales en relación a la prostitución. En general, en los países donde se ha reglamentado la prostitución se ha hecho sin contar con las trabajadoras y no desde el punto de vista de defensa de sus derechos, sino más preocupados por otras cuestiones.

-Una, por la participación del Estado en las ganancias económicas que esta actividad genera. Para ello, por ejemplo, se ponen en marcha impuestos especiales.
-Dos, por la salud pública, y, en particular, la de los clientes, de ahí los controles sanitarios obligatorios.
-Tres, por los problemas de orden público, con leyes, por ejemplo, para establecer las zonas de tolerancia y sus límites.
-Cuatro, por el control de la población, estableciendo, entre otras cosas, registros obligatorios para prostitutas para poder trabajar.

Más en concreto podemos decir que existen cuatro filosofías generales a la hora de legislar la prostitución: el abolicionismo, la prohibición, la reglamentación y la despenalización o la tolerancia.

En el concepto y práctica abolicionista no se castiga el ejercicio de la prostitución pero sí se criminaliza todo lo que la rodea, lo que incluye a los mismos “clientes”, con lo cual la trabajadora del sexo no puede trabajar y se empeoran notablemente sus condiciones de trabajo. Es el caso de Suecia. Suele ser la filosofía que acompaña las medidas prohibicionistas.

En los países en donde se prohibe la prostitución, como son los casos de EE UU, Canadá, Tailandia, Inglaterra, Francia, entre otros, no es ilegal ser prostituta pero está prohibido todo lo necesario para trabajar como tal. El resultado es la corrupción extrema, la super-explotación y el que no se pueden juntar ni asociar las que ejercen la prostitución.

Allá donde se ha llevado a cabo una reglamentación (Ecuador, Alemania, Austria, Suiza...) no ponen la prostitución bajo los códigos mercantiles sino bajo el código penal y el control de la policía estatal. Los problemas principales son: la dificultad para organizarse, debido al control, y la estigmatización que implican los registros obligatorios; la ilegalidad de aquellas que no se someten a las normativas legales; los impuestos especiales; los controles sanitarios obligatorios; la falta de reconocimiento de los derechos de las prostitutas que trabajan en locales que dependen de otros; los recortes del derecho a moverse y trabajar dónde decidan.

En cuanto a fiolosofía de la tolerancia o despenalización, que es el caso de nuestro país, el problema fundamental es la falta de reconocimiento y de derechos de las trabajadoras del sexo. Se toleran los locales de prostitución pero, al no ser reconocidos, las trabajadoras no pueden exigir nada sobre las condiciones de trabajo ni sobre los beneficios sociales que tienen el resto de trabajadores. La despenalización también puede ser utilizada para crear normativas municipales que controlen y discriminen especialmente a las inmigrantes.

Ahora se habla de una mayor regulación y aparecen diferentes iniciativas legislativas en nuestro país...

– En los últimos tiempos se han producido cambios en las políticas gubernamentales sobre la prostitución. Por un lado, la Generalitat de Catalunya ha aprobado, en septiembre, una normativa para regular el ejercicio la prostitución. Esta normativa responde a la presión de ANELA (Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne) y establece básicamente las condiciones que deben cumplir los locales dónde se ejerce la prostitución, y, de paso, la prohibe en la calle. La filosofía que la inspira es una mezcla de abolicionismo y tolerancia: se decretan múltiples medidas de reinserción y se controla el funcionamiento de los locales. Esta normativa está apoyada, además, en decretos municipales aprobados en el 92, encaminados fundamentalmente a dar una cara “limpia y bonita” de la ciudad para las Olimpiadas. Estos decretos son los que se están aplicando ahora para cerrar pensiones y pisos dónde se ocupan las que trabajan en la calle.

Por otro lado, el PP en su Congreso de Madrid aprobó el tomar medidas similares a las de la Generalitat, y en el Cabildo Insular de Canarias presentó una propuesta en este mismo sentido. Lo que nos dijeron en las entrevistas que, en su día, mantuvimos con Ruiz Gallardón y Manzano va en esta dirección: regular el funcionamiento de los locales de alterne en cuanto a su ubicación, higiene, etc., regular las condiciones de las que trabajan en ellos (controles sanitarios obligatorios, seguridad social y registros obligatorios como trabajadoras) y prohibición de la prostitución en la calle.

El PSOE sigue con sus contradicciones internas aunque mayoritariamente su posición se resume en las declaraciones de Simancas (el candidato a la Comunidad de Madrid): la prostitución es una actividad degradante y no se puede considerar un trabajo; hay que establecer medidas de reinserción para las prostitutas, endurecimiento de las penas por trata de mujeres para la explotación sexual, erradicación de la prostitución de calle porque molesta al vecindario y genera delincuencia y medidas de control del funcionamiento de los locales de alterne. Trinidad Jiménez, candidata a la alcaldía de Madrid parece huir tanto del término “legalización” como del de “prohibición”, prefiere hablar de regularización de una actividad que considera también degradante e ilegítima.

Donde parece que tienen más contradicciones es en Catalunya, ya que Carme Valls, una independiente que va en el tercer puesto en las listas del PSC para la Generalitat y que tiene bastante influencia dentro del partido, comparte puntos de vista parecidos a los nuestros y se muestra bastante combativa en su campaña interna para que se modifiquen las posiciones del PSOE.

– ¿Y en Europa?

– En Europa no corren aires mejores. La política de la UE es incoherente y está llena de contradicciones. Por un lado, está la posición general declarada por la UE que “apoya el derecho de las mujeres a trabajar como prostitutas y también reconoce el derecho de las asociaciones para prevenir que las mujeres trabajen como prostitutas”. Por otro, se empieza a notar la presión de los grupos abolicionistas en las reuniones europeas. Y en la práctica, sin embargo, cada vez son más los países que legislan sobre esta materia.

Las leyes que, hasta este momento, existen en los diferentes países no contemplan los intereses de las trabajadoras. Todas están hechas desde el punto de vista de defender los intereses estatales y ciudadanos (recaudación de impuestos especiales por parte del Estado, medidas de control y estigmatización de las trabajadoras a través de registros obligatorios que controla la policía, controles sanitarios obligatorios y zonas restringidas para el ejercicio…)

Y ni tan siquiera la holandesa, que es la más progresista, ha dado respuesta a lo que creemos son las necesidades y derechos de las trabajadoras del sexo. Sobre este caso yo destacaría tres problemas. Uno, que no es suficiente que se den de alta como trabajadoras y paguen impuestos: esto es necesario, pero se deben contemplar una serie de derechos paralelos, si no las trabajadoras no se dan de alta porque no ven las ventajas que se pueden derivar de ello. Dos, el problema específico que viven las inmigrantes: la necesidad de que se contemple la concesión de permisos de residencia para poder seguir ejerciendo este trabajo, incluyendo a las víctimas del tráfico, pues para muchas es la opción más realista que tienen. Tres, los problemas en la concesión de licencias: lentitud, boicot de algunos ayuntamientos, etc.

Últimamente, además, algunos países han tomado medidas que criminalizan y prohíben la prostitución en la calle. Es lo que está pasando en Francia, donde la prostitución está prohibida y las autoridades se están tomando muy en serio su represión en los últimos tiempos. En algunas localidades se han aprobado disposiciones municipales que endurecen las medidas contra la prostitución de calle. O en Italia que van en la misma línea, aunque, de momento, han conseguido parar las medidas que proponía el Gobierno de Berlusconi.

– ¿Se diría que las leyes contra la prostitución de calle están a la orden del día?

– Efectivamente. Coinciden además con las políticas de cierre de fronteras y el endurecimiento consiguiente de las leyes de extranjería, de clara repercusión sobre las que trabajan en la calle, mayoritariamente inmigrantes. Todo ello envuelto en la propaganda de la lucha contra la inseguridad ciudadana, asimilando prostitución a drogas y delincuencia. En este sentido no parece que los aires que corren por Europa sean favorables ni casuales.

– Pero, ¿cuál vuestra filosofía a la hora de abordar estos problemas?

Nosotras partimos de unas ideas fundamentales. En primer lugar, de la necesidad de la defensa de las trabajadoras sexuales, esto es lo fundamental. En este camino podemos coincidir con unos y otros, pero de manera coyuntural. Por ejemplo: si cierran una pensión podemos coincidir en intereses con el dueño para que no se cierre, pero si luego éste no cumple unas condiciones aceptables en su local, nos enfrentaremos a él si las chicas reclaman que las cumpla. Digo esto porque es lo que está pasando, por ejemplo, en Barcelona.

En segundo lugar, de la urgencia del reconocimiento de derechos humanos, sociales y laborales para las trabajadoras del sexo. Estamos en contra de la reglamentación o regulación de la prostitución que no parta de este principio.

En tercer lugar, del interés –y defensa, por lo tanto– de la auto-organización de quienes ejercen este trabajo: es fundamental que se conviertan en sujetos sociales, con sus propios liderazgos, con capacidad para negociar, etc. Se debe exigir su reconocimiento y su presencia en cualquier medida que se tome. Presencia múltiple y diversa, evidentemente, en función del tema que se trate.

En cuarto lugar, de la necesidad y urgencia por acabar con las pésimas condiciones de trabajo y de vida en las que viven una amplia mayoría de trabajadoras. Desde este punto de vista creo que hay que diferenciar entre las que trabajan en la calle por cuenta exclusivamente de ellas mismas y las que trabajan dependiendo, en una u otra medida, de terceros.

– Hablemos, pues, de esa diferenciación y de vuestras propuestas concretas. Y empecemos por las referidas a quienes trabajan en la calle...

Para las que trabajan en la calle, y en su trabajo no interviene nadie salvo ellas y los clientes, la cuestión primera es defender su derecho a ello y mejorar las condiciones de seguridad y tranquilidad en las que lo desarrollan. Ellas van a ser los “chivos expiatorios” en la actual situación pues todo indica que el objetivo es criminalizarlas.

Es cierto que existen muchas prostitutas que prefieren trabajar en lugares cerrados porque así se sienten más seguras. Pero otras prefieren captar la clientela en la calle, pues, aunque implique mayores riesgos, también suele implicar mayor libertad frente a los lugares cerrados donde los dueños son los que imponen las condiciones de trabajo. Generalizar y obligar a que toda la prostitución se desarrolle en lugares cerrados implica aumentar las discriminaciones de aquellas prostitutas mayores o con una apariencia física determinada que no se corresponde con lo que se “lleva” en cada momento.

– Pero ahí nos encontramos con un conflicto social casi permanente...

Somos conscientes de que el ejercicio de la prostitución en la calle es lo que plantea más problemas y que muchos de los conflictos que se han dado en los últimos tiempos han sido, precisamente, contra la prostitución en la calle, planteándose incluso, por parte, por ejemplo, de alguna asociación de vecinos, la regulación en locales cerrados.

De nuestra experiencia en la resolución de conflictos entre vecindario y prostitutas en zonas de Madrid como Méndez Alvaro, la Casa de Campo o la calle Montera, sabemos que la defensa y puesta en práctica de esto que decimos no está exenta de conflicto y no somos partidarias de que las prostitutas, ni nadie, haga lo que le dé la gana sin tener en cuenta a nadie ni a nada. Como antes decía los espacios públicos son de todos los ciudadanos y su utilización no está exenta de conflictos (otro ejemplo lo tenemos con la práctica del “botellón”). Pero también pensamos que los ayuntamientos no son los únicos que tienen el derecho de establecer cómo se utilizan éstos.

Creemos que el espacio público debe ser negociado por los diferentes agentes sociales en pie de igualdad y no se puede partir siempre de que son las prostitutas (o los jóvenes, en el caso del “botellón”) las que deben plegarse a la voluntad del resto y cambiar de lugar de trabajo.

– Pero, más allá de este derecho que planteas, ¿cómo abordaríais legalmente la resolución de sus problemas laborales y sociales?

Su reconocimiento laboral pasa por un cierto equiparamiento con los trabajadores autónomos. Es decir, no entrar en la regulación de las relaciones con el cliente y sí buscar o crear un epígrafe general en la Seguridad Social que pudiera permitirles acogerse a pensiones y demostrar que trabajan, lo digo sobre todo de cara a las inmigrantes para conseguir la residencia.

Otro problema son las condiciones de trabajo. Para hablar de esto hay que recurrir a las situaciones concretas, relacionadas con lo específico del lugar donde se ejerce la prostitución: una calle o plaza, unos jardines o parques... En algunos casos ya hemos visto como ellas llaman la atención sobre aspectos necesarios para mejorar esas condiciones de trabajo: buen alumbrado y buenos accesos, servicios, seguridad...

Hay que defender como digo la no criminalización, los pactos en relación al uso de los espacios públicos y las políticas de convencimiento, es decir: si las condiciones son mejores en unas zonas que en otras es de suponer que el grueso de trabajadoras se irán a las zonas habilitadas para ello, siempre y cuando no haya control policial a través de registros obligatorios. Hay que exigir que la policía debe defenderlas y no tratarlas como posibles delincuentes o criminales.

Un último problema con el que nos encontramos es que su persecución y la reducción de los espacios en donde de momento se tolera su presencia lo que hacen es que se produzca concentraciones de trabajadoras del sexo que genera un conflicto muy superior con el vecindario, por ejemplo, y entre ellas mismas.

– ¿Y para el otro gran bloque, para aquellas que ejercen su trabajo con la intervención de terceras personas?

– Un enfoque diferente exigen las que en su trabajo intervienen terceros. Una primera consideración es que las relaciones entre las trabajadoras y esos terceros pueden ser muy diferentes, y por lo tanto también diferentes los problemas y las soluciones.

Un caso es el de las pensiones, "meublés", bares de copas, etc., donde no intervienen más relaciones que las de tener que pagar un precio por habitación o copa. Los problemas pueden ser más parecidos a los que antes he explicado, pues suelen ser los locales que se llevan por delante cuando hacen “limpiezas”. De hecho, en Barcelona la represión fundamental ha sido cerrar las casas donde hacen los servicios.

Otro caso es aquel en el que existen relaciones laborales entre los dueños de los “chiringuitos” y las trabajadoras. También hay que partir de que estas relaciones pueden ser variadas, aunque, por lo que sabemos, lo más general es el trabajo en plaza. Este trabajo consiste en que tú demandas una plaza para trabajar equis días (suelen ser 21) en un club o en una casa. Los plazos los ponen los dueños y no pueden prolongarse porque los clientes quieren renovación. Durante esos días las trabajadoras duermen, comen y están encerradas en el lugar donde realizan esta actividad y no se les deja salir para nada. Las ganancias suelen ser, por término medio, de un 50% para ellas y del otro 50% para los dueños. A ellas se les paga al final de los días fijados para evitar que se vayan, y tienen que pagar, por ejemplo, unos 55 euros al día por el alojamiento y la comida. No tienen horarios, tienen que estar siempre disponibles para cuando un cliente demande sus servicios y las pueden echar en cualquier momento si no generan suficiente trabajo.

También existe el trabajo por servicios. En este tipo, los empresarios favorecen la infraestructura (ponen los apartamentos, reciben las llamadas y las reparten entre las chicas, se preocupan de una cierta seguridad para ellas a través de demandar teléfonos fijos y no móviles, etc.) y se quedan con un tanto por ciento de lo que ellas cobran por los servicios, tanto por ciento variable pero que suele ser alto.

A la hora de abordar los cambios necesarios en estas dos formas de relación digamos “empresarial” hay que tener en cuenta lo siguiente: la prostitución es un trabajo que tiene sus particularidades, cada trabajo es diferente, pero vender actos sexuales, por la importancia que tiene la sexualidad en nuestras sociedades, no es lo mismo que vender pisos, por ejemplo. Además partimos de una situación en la que se dan unos grados muy fuertes de abusos y explotación económica.

Por ello, las leyes no pueden contemplar sólo los aspectos de licencias, localización de los locales, aspectos sanitarios, etc., sino que deben defender la capacidad de autodeterminación de las trabajadoras en su trabajo y especialmente en relación a qué actos están dispuestas a vender y a quién.

En consecuencia creemos que de entrada deben recortarse las prerrogativas de la patronal. En relación con esto cabe plantear, por ejemplo, que a la hora de la concesión de las licencias para montar locales de alterne se tenga en cuenta, entre otras cosas, lo siguiente: permisos preferentes para los locales autogestionados y las cooperativas de trabajadoras sexuales; no conceder licencias a los “trusts” ni a personas que tengan antecedentes penales por tráfico de drogas o agresiones; no permitir que la patronal imponga el tipo de prácticas sexuales o las condiciones de trato con los clientes; que los horarios sean pactados por ambas partes y que entre turno y turno haya, como mínimo, 10 horas para descansar, es decir, que se impida la disponibilidad total; exigir libertad de movimientos de las trabajadoras para entrar y salir, y libertad para romper el contrato en cualquier momento por parte de la trabajadora, ejerciendo su derecho a que se le liquide el dinero ganado cuando lo solicite.

– Hablando de las experiencias de otros Estados señalabas que hay algunas formas de reglamentación de la prostitución que no tienen en cuenta los intereses de las prostitutas y que implican una mayor discriminación de éstas.

– Así es, y podemos verlo con algunas de las medidas establecidas en esas reglamentaciones. No es justo, pensamos, que se creen impuestos especiales tanto para las trabajadoras como para los empresarios que se dedican a esta actividad. Los impuestos deben ser equiparables a los de otros sectores laborales que se desarrollan en condiciones sociales similares teniendo en cuenta las diferencias económicas que se dan dentro de la prostitución según dónde y cómo se ejerza ésta. Gravar más la prostitución que otras actividades similares hace que el Estado se convierta en un nuevo proxeneta de las prostitutas.

Tampoco nos parece adecuado establecer controles sanitarios obligatorios para las prostitutas como forma de prevenir el SIDA y las enfermedades de transmisión sexual. Primero, porque no sirven para nada. Se ha demostrado ampliamente que esta medida para lo único que sirve es para que los clientes se queden tranquilos y se nieguen rotundamente a utilizar preservativos. Con lo que, si la prostituta es infectada por un cliente (cosa bastante más frecuente de lo que se cree), transmitirá el virus a todos aquellos con los que tenga relaciones hasta el siguiente control, haciendo que la expansión del virus esté garantizada. Hoy está más que demostrado que no existen grupos de riesgo sino prácticas de riesgo, y prevenir esas prácticas es la única forma eficaz de frenar la expansión del virus. Pero además, obligar a las prostitutas a controles sanitarios es considerarlas grupo de riesgo y estigmatizarlas más de lo que ya están. Y eso, además de moralmente cuestionable, es totalmente ineficaz, pues redunda en el mito de que son las prostitutas las que contagian y no los clientes, mito que además de falso, reafirma la actitud de irresponsabilidad ante este tema por parte de muchos hombres que hacen del no ponerse el preservativo una cuestión de masculinidad y de vigor sexual.

Desde otro orden de cosas, también nos parece fundamental que el reconocimiento de la prostitución no implique un recorte a la libertad de movimiento y de opciones que se dan dentro de ésta. Por eso nos oponemos a los registros obligatorios controlados por la policía o el Ministerio del Interior. Y, como he dicho antes, tampoco nos parece una solución que se legalice la prostitución regulando como debe ser ejercida (lugares, zonas, horarios, etc.) y se criminalice a todas aquellas trabajadoras del sexo que no quieran o no puedan ejercer en esas condiciones.

– Sigue siendo muy común la visión de las prostitutas ejerciendo su trabajo como esclavas en manos de proxenetas. Y sobre esta visión y la de que se hallan a merced de las redes de tráfico, se exige un endurecimiento del Código Penal...

– Sobre este asunto antes que nada quiero insistir en que lo que se legisle sobre la prostitución deber hacerse en el marco de las relaciones comerciales y laborales y no en el código penal. Para nosotras el actual Código Penal español es un instrumento más que suficiente para defender a las trabajadoras del sexo de los abusos y las agresiones. En él ya está tipificado como delito el que alguien obligue a otra persona a prostituirse. Ante los abusos o agresiones físicas, psíquicas o sexuales ya existen, también en el Código Penal artículos que permiten su denuncia y castigo. Y para atajar la explotación económica y las malas situaciones de trabajo son necesarias leyes laborales que defiendan los derechos de estas trabajadoras.

Incluso, nos parece cuestionable la reforma que se hizo del Código Penal, a poco de ser aprobado éste, cuando se introdujo en el artículo 180 un supuesto dedicado explícitamente a castigar el proxenetismo, definiendo éste como “quien determine a alguien a ejercer la prostitución abusando de una situación de necesidad”. Desde nuestro punto de vista esta fórmula es excesivamente general e imprecisa, y puede dar pie a todo tipo de interpretaciones.

Por lo que nosotras hemos podido constatar, la mayoría de prostitutas no están de acuerdo con penalizar el proxenetismo. Entre otras razones porque la figura del proxeneta se define legalmente por el aprovechamiento económico de la prostitución de otra persona, sin tener en cuenta la opinión de ésta. Pero, además, porque bajo esta figura se esconden realidades muy diferentes: los compañeros sentimentales que pueden estar en paro, los hijos que estudian gracias al dinero que la madre saca con la prostitución, la otra prostituta vieja que cuida de los hijos pequeños y recibe un dinero por ello, los que venden café o tabaco a las que se mueren de frío ejerciendo en la calle, los empresarios y dueños de bares, saunas o clubs... y, obviamente, las redes clandestinas de prostitución forzada.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que cuando media una relación afectiva en la que las dependencias y el miedo a la soledad lleva a muchas mujeres a transigir o aguantar cosas que visto desde fuera nos parecen excesivas y en ocasiones inaceptables. Si no hay violencia, la solución, desde nuestro punto de vista, no pasa por meter en la cárcel al marido o compañero. Siempre hemos defendido que, en esos casos, es necesaria la autoafirmación de las mujeres para que no aguanten lo que consideran que no deben aguantar. Y creemos que ese baremo es válido para todas las mujeres, las prostitutas y las que no se dedican a la prostitución. Tratar a estos compañeros sentimentales como proxenetas implica ponérselo más difícil y exigirles más a ellas que al resto de las mujeres, cuando precisamente las prostitutas, por el trabajo que realizan y por el estigma social que sufren sienten más la soledad afectiva y tienen más dificultades para establecer relaciones amorosas satisfactorias.

viernes, 5 de febrero de 2010

Música: Charlotte the Harlot

Os debía esta canción, ávidos lectores del blog. El mes pasado publicaba la secuela, 22, Acacia Avenue; hoy os obsequio con la primera de la serie (la última de todas sería From here to Eternity, que narra la muerte en un accidente de moto de Charlotte, pero no habla para nada de la prostitución): Charlotte la ramera.

Muy a mi pesar he de reconocer que esta canción tiene una de las letras más moralistas y carcas de las que tengo conocimiento. Se reprocha a nuestra querida Charlotte su constante promiscuidad, el venderse tan barata, el rechazo social que su actividad genera y el estar (según algunos ordenamientos) quebrantando la ley. Supone un desprecio constante hacia Charlotte en particular y las prostitutas en general... ¿tal vez debido a algún despecho amoroso con ellas? La estrofa en la que se narra cómo le rompió el corazón al haberle prometido que le amaba de verdad permite suponerlo.

Tenéis tanto vídeo como traducción, si bien ésta no es correcta. Cuando habla del precio no tiene sentido lo de los "principiantes" y el "curso principal". Pide 5 para empezar y 10 cuando ya le tiene cogido, para continuar. Algunas chicas hacen eso, piden una cantidad y luego suplementos extras... es una manera de hacerse dinero rápidamente a costa de perder clientes, porque quedan como estafadoras. Yo no lo veo como algo muy aconsejable, pero al parecer las funciona con ciertos hombres. Si os quedais con más ganas de los Irons os recomiendo Seventh son of a seventh son, Run to the hills, Alexander the Great, No more lies o Afraid to shoot strangers.



CHARLOTTE THE HARLOT - IRON MAIDEN

Giving a swish with your arse in the air
Don't you know what they're saying?
Charlotte you're so refined when you take
All the love that they're giving
Sticking with every man that you find
Don't you know what they're after?

Charlotte you've got your legs in the air
Don't you hear all the laughter?

Charlotte The Harlot show me your legs
Charlotte The Harlot take me to bed
Charlotte The Harlot let me see blood
Charlotte The Harlot let me see love

Taking so many men
To your room
Don't you feel no remorse?

You charge them a fiver
It's only for starters
And ten for the main course
And you've got no feelings
They died long ago
Don't you care who you let in?
Don't you know you're breaking the law
with the service you're giving?


Charlotte The Harlot show me your legs
Charlotte The Harlot take me to bed
Charlotte The Harlot let me see blood
Charlotte The Harlot let me see love

There was a time
When you left me standing there
Picking up pieces of love off the floor
Well, Charlotte, you left me alone in there

To make your ends as a bloody whore
Wel,l Charlotte, you told me you love me true
Picking up pieces of love yesterday

Well, Charlotte, your drawers are off color too
'Cause you're making love all day

Giving a swish with your arse in the air
Don't you know what they're saying?
Charlotte you're so refined when you take
All the love that they're giving
Sticking with every man that you find
Don't you know what they're after?
Charlotte you've got your legs in the air
Don't you hear all the laughter?

Charlotte The Harlot show me your legs
Charlotte The Harlot take me to bed
Charlotte The Harlot let me see blood
Charlotte The Harlot let me see love