miércoles, 17 de febrero de 2010

De la vergüenza al orgullo: el movimiento LGTB español


Estas semanas, repletas de exámenes, están siendo una locura. Llevo 10 días sin actualizar el blog a pesar de que quería limitarme a ir "desenlatando" entradas que ya tenía escritas. Pero como mínimo he de revisarlas y subrayarlas, para facilitar su lectura. Todavía estaré unos días sin publicar de nuevo, así que me permito estos paréntesis para obsequiaros con "tostones" que, si os tomáis la molestia de leer, estoy seguro encontraréis de interés.

En esta ocasión os ofrezco un trabajo que hice el año pasado sobre cómo fue posible la movilización social de un colectivo tan marginado como el homosexual. Las semejanzas entre este grupo y el nuestro (de prostitutas, puteros y otra gente de mal vivir) es evidente. De hecho he de confesar que lo hice teniendo en mente la defensa de la prostitución, empleé la homosexualidad metafóricamente, porque a toro pasado ya es sencillo ver todo el proceso por el cual los homosexuales pasaron de ser considerados unos indeseables a ir siendo aceptados en nuestra sociedad (aunque el proceso todavía diste de estar concluido).

Hoy parece trasnochada la condena social que sufrieron ciertas personas por aspectos tales como su sexualidad (gays), color de piel (negros) o religión (judíos); sin embargo muchas otras personas sufrimos un desprecio similar, sin comerlo ni beberlo se nos atribuyen una serie de atribuciones altamente negativas totalmente infundadas. En la España del 2010 todavía está mal visto ser inmigrante, votar a la derecha o irse de putas. No podemos dejar que sean otros grupos los que definan la realidad, hemos de luchar por crear nuestro discurso, para que al igual que los homosexuales pasemos de ser considerados "enfermos o delincuentes" a ciudadanos de pleno derecho, y que nuestra opción de vida sea entendida como legítima.



De la vergüenza al orgullo:
el movimiento LGTB español

Construcción de agravios, resocialización
identitaria y movilización social


Por Cliente X

“La sexualidad está estrechamente unida a la política, y su negación es uno de los instrumentos de represión empleados con más eficacia por las clases dominantes a lo largo de la historia. Reivindicamos una sexualidad libre”

(Manifiesto del Frente de Liberación Homosexual, abril de 1976)



INTRODUCCIÓN

A lo largo de la historia han existido multitud de grupos que han buscado producir el cambio social de manera planificada y concertada. Por lo general sus reivindicaciones se encontraban fuera de la agenda política de los grupos en el poder, por lo que se hacía necesario visibilizar y politizar los asuntos considerados conflictivos. Pero era difícil atraer la atención de la opinión pública, las voces de la autoridad se han impuesto sistemáticamente a las del disenso, más cuando estos movimientos de cambio social, llamados movimientos sociales (MS), mantenían puntos de vista y reivindicaciones radicalmente nuevas que desafiaban en muchas ocasiones al sistema cultural dominante y al orden político establecido.

Como consecuencia de la incapacidad de estos grupos para acceder a las instancias de toma de decisiones estas demandas necesariamente tuvieron lugar fuera de los canales institucionales (mediante la acción directa y otras tácticas novedosas de protesta), organizándose a nivel “de calle”. Este hecho les confería la oportunidad de modificar no sólo las disposiciones normativas, sino de poder incluso transformar la sociedad desde su base, en sus ideas, valores, creencias y comportamientos.

El cambio en el sistema de valores de una sociedad se reveló como fundamental para estos grupos a lo largo del siglo XIX, como el movimiento por la abolición de la esclavitud o el feminismo. Sólo tras modificar sustancialmente la opinión pública fue posible lograr que los poderes públicos sancionaran el fin de la esclavitud o adoptaran el sufragio universal.

Los llamados “nuevos movimientos sociales” (NMS) surgen a partir de los años 1960-70 centrados en el estilo de vida y en preocupaciones éticas o identitarias. Este aspecto les diferencia de los movimientos sociales tradicionales, que demandaban fundamentalmente mejoras materiales. Hijos de valores postmodernos, los NMS se caracterizan por demandas no materialistas, más que buscar poder, control o ganancias económicas están inclinados a defender valores y principios, buscar autonomía y democratización, o exigir derechos y libertades. Para Melucci los NMS surgen en defensa de la libertad del ser, sus metas se hallan estrechamente unidas a la identidad personal y al reconocimiento de la identidad colectiva como parte de una comunidad donde poder realizar su propia identidad.

Otra de sus características es que, a diferencia del MS por antonomasia, el movimiento obrero, que tenía un proyecto político global, los NMS no pretenden resolver los problemas de la sociedad, en vez de ello defienden esferas específicas de la vida, sus reivindicaciones son de alcance limitado y muy concretas, se centran en un único aspecto, normalmente muy perentorio y que requiere una respuesta inmediata.

Además se produce una apertura a unos nuevos participantes potenciales, son MS interclasistas, en el que la clase social deja paso a otro status o rasgo definitorio (como la raza, la etnicidad, el género, la orientación sexual o la ciudadanía), pero aún más importante es el sistema de valores y creencias que comparten los participantes del movimiento. Todo MS señala a ciertos agentes sociales como antagonistas, se define un "nosotros" agraviado y unos "otros" como oponentes, responsables de la injusticia percibida. Por ello Touraine dice que los NMS enfrentan a “adversarios con interpretaciones conflictivas y modelos opuestos de un campo cultural compartido”. Casi siempre los poderes públicos toman partido en esta pugna al reflejar ciertos modelos culturales y otorgar reconocimiento a ciertas identidades mientras ignoran o incluso reprimen otras.

Para Lupicinio Iñíguez el movimiento LGTB es el "ejemplo perfecto" de NMS identitario, pues tuvo que deconstruir y reelaborar su identidad, vivida con vergüenza con anterioridad. En nuestra sociedad los homosexuales se enfrentaron a fuertes presiones encaminadas a destruir la valoración que podían tener como grupo, considerándoles enfermos e incluso delincuentes, excluyéndoles y discriminándoles socialmente. Éste mensaje, lanzado desde múltiples frentes, ha ejercido un enorme impacto sobre las concepciones socialmente dominantes de la sexualidad, los derechos de los gays y el reconocimiento de sus relaciones. Toda colectividad necesita mantener un sentimiento de pertenencia e identidad, pero al mismo tiempo a nadie le agrada ser vinculado un grupo estigmatizado según la representación social hegemónica, por consiguiente el movimiento LGTB tuvo que elaborar una identidad social positiva en contra de la que se había hecho de ellos como paso previo a la acción colectiva.

El presente trabajo analiza el desarrollo de este movimiento paradigmático: la articulación de agravios previa a la construcción de marcos de acción colectiva (el colectivo LGTB dibuja una situación preexistente de humillación y malestar); los factores o circunstancias que provocan la implicación de las personas en las acciones colectivas de un determinado movimiento (no todo conflicto se transforma en protesta); la necesidad que todo MS tiene de obtener una valoración social favorable (en especial si se le vincula a un grupo, como es el caso que nos ocupa); así como el papel de primer orden que juega en la autoafirmación identitaria la participación en un MS para aquellas personas que se sienten marginadas (las relaciones de socialidad permiten que los individuos participantes en ellas refuercen su reconocimiento y solidaridad mutua, especialmente en el caso de individuos que perciben que su identidad sexual no corresponde con la sancionada socialmente); para terminar con el impacto de la legislación en la construcción social de la protesta (caso de la Ley de Peligrosidad y Reinserción Social, LPRS, de 1970 como creadora de un menosprecio movilizador al consagrar una "jurisdicción especial" que establecía una discriminación legal a la vez que agravaba el estigma homosexual)



LA CONSTRUCCIÓN DE LA PROTESTA

Factores desencadenantes de la acción colectiva

Las vivencias cotidianas evidencian situaciones de menosprecio y falta de reconocimiento, haciendo que los afectados denuncien la consideración social negativa de las personas percibidas como homosexuales y la discriminación legal que supuso la LPRS. Esta disposición legislativa reforzó el sentimiento de desprecio y rechazo hacia los integrantes del colectivo LGTB: su identidad homosexual era etiquetada de “peligrosa socialmente”, se les tildaba de “enfermos mentales”, “posibles delincuentes”, “viciosos”, “perversos” e “invertidos”. El poder político sancionaba visiblemente la represión contra los homosexuales y otros grupos marginados, considerados “anormales”. La articulación de estas experiencias permite la construcción y percepción subjetiva de agravios que confieren legitimidad a las reivindicaciones y del cual dependen el potencial de movilización colectiva y la demanda de responsabilidades públicas.

Sin embargo la vivencia de situaciones de menosprecio no es suficiente para explicar la implicación de las personas en las acciones colectivas de movimientos identitarios. Desde luego que una situación haya sido definida previamente como injusta se convierte en el requisito inicial indispensable para el desarrollo de acciones de protesta, pero no es suficiente con que existan tensiones y conflictos estructurales, sino que sólo bajo determinadas condiciones el descontento se transforma en movilización. Estas situaciones dan lugar a diferentes respuestas en las personas afectadas, en función de la importancia o centralidad que concedan a la identidad específica defendida por el movimiento, a su identificación con ella y a los significados que ésta tenga para el desarrollo de su vida cotidiana. El descontento es una condición necesaria, pero no suficiente para incitar y mantener la acción colectiva. No siempre personas y colectivos sociales afectados por el menosprecio llegan a articular e implicarse en acciones colectivas. Los agravios, injusticias o agresiones son sólo significativos para la acción desde el momento en que los sujetos los perciben e identifican como tales. Entre la vivencia personal de experiencias de menosprecio y acción colectiva se encuentran los movimientos sociales que convierten la protesta en una opción significativa y efectiva a los ojos de los agraviados, buscan que los afectados se identifiquen con un problema conocido de manera que se sientan motivados a implicarse en acciones colectivas. Para que las personas se impliquen en este tipo de esfuerzos deben estar suficientemente motivadas a causa de descontentos específicos, y convencidas de que las dificultades ante las que se encuentran se pueden resolver mejor por medio de la acción colectiva que a partir de la acción privada. Por último si las personas actúan de manera colectiva es porque creen que su acción será eficaz (que el cambio al que aspiran es posible pero que no sucederá automáticamente si no tiene lugar la acción colectiva) y posible (expectativa de unas posibilidades razonables de éxito).

Esta no es una labor sencilla ni una ciencia exacta, son muchos los interrogantes que todavía se plantean acerca de la movilización social. ¿Por qué no todo el mundo, en las mismas circunstancias, participa en un MS? ¿Por qué no todas las personas tienen el mismo grado de implicación? ¿Cómo se consigue que las ideas defendidas por ciertos movimientos sean adoptadas por la sociedad en su conjunto? Del mismo modo que existen factores movilizadores también encontramos otros que invitan a la inacción o desmovilización social y pueden contrarrestar a los primeros. Para empezar hemos dicho que los movimientos justifican la acción colectiva de acuerdo a la denuncia de un agravio, pero puede suceder que este no esté considerado como problema, bien sea porque se acepte o porque haya sido normalizado y no se vea como problemático. Asimismo encontramos la necesidad de conseguir un cierto grado de solidaridad interna, fundamental para elaborar cualquier acción conjunta. En este caso nos encontramos con que un grupo de personas puede que no se consideren como "colectivo" si piensan que no existe una identidad común entre ellas o bien que la valoración social del grupo como tal sea tan negativa que los individuos rehuyan su clasificación como pertenecientes al mismo (alcohólicos, ex presidiarios, prostitutas, drogodependientes, etc). Otro escollo que han de salvar es el de la necesidad de emplear vías de acción no institucionalizadas ya que estos grupos no poseen poder político, lo cual conlleva un coste y además no puede realizarse en cualquier sociedad. Las personas pueden considerar que un determinado problema no se puede resolver por medio de una movilización social por múltiples motivos (falta de oportunidades políticas, consciencia de pertenecer a una minoría irrelevante, grave desprestigio social, presión de otros grupos, etc)

Por tanto los objetivos fundamentales para producir la movilización social pueden resumirse en:
• Identificar una situación de conflicto o agravio y extender un sentimiento de insatisfacción en su contra. Es necesario que todo MS tenga un marco motivacional fuerte que llame a la acción, capaz de convertir los simples sentimientos de insatisfacción en agravios definidos y concretos. Sólo si logra construir una fundamentación básica logrará atraer a otras personas a la movilización social.
• Construir una "identidad colectiva" o al menos obtener cierto nivel de cohesión grupal. En muchos casos la habilidad que tengan los movimientos para definir una identidad colectiva está relacionada con la implicación de la gente en ellos. Para ciertos colectivos invisibilizados socialmente, como el LGTB, la lucha por el reconocimiento social tiene un carácter de primer orden.
• Crear y difundir entre los potenciales activistas y simpatizantes creencias sobre la eficacia de emprender la acción colectiva.
Hay que tener en cuenta que en nuestra sociedad contemporánea existen oportunidades ausentes en muchas otras épocas y escenarios.



Teorías justificativas

Las tres teorías más importantes que Iñíguez señala a la hora de ofrecer una explicación a la acción colectiva son la teoría de la movilización de recursos, la de la influencia minoritaria y la de la identidad social:

Según la teoría de la movilización de recursos la decisión de movilizarse se produce individualmente, de acuerdo a un proceso racional, en el cual se valoran las oportunidades políticas del movimiento, la capacidad de influenciar a las instituciones existentes, y se evalúan posibles beneficios y perjuicios que comporta la participación un MS.

Desde este punto de vista los actores realizan sus comportamientos de forma enteramente racional y siguiendo sus propios intereses. Los MMSS constituirían una extensión de la política por otros medios. Un MS debe conseguir movilizar tantos recursos como le sea posible para el grupo, ya que de ellos depende el resultado final que obtenga. Según esta teoría los MMSS no se generan por la mera existencia de tensiones en la sociedad sino por la manera en que son capaces de organizar el descontento, reducir los costes de la acción, utilizar y crear redes sociales, compartir incentivos entre los miembros y conseguir un consenso externo. Los movimientos sociales y las revoluciones son fundamentalmente el resultado de una expansión de oportunidades políticas para la movilización de los grupos insurgentes, como consecuencia de una creciente vulnerabilidad de sus oponentes y de la creciente simpatía que les profesa la opinión pública.

Este modelo afirma que los actores decidirán participar sólo si consideran que los beneficios que pueden obtener por participar en la movilización social superan a los costes que supone. Cuando disminuyen los costes y riesgos de la acción colectiva y aumentan los beneficios potenciales para quienes los apoyan tiene lugar la expansión de oportunidades políticas y por tanto la participación en un MS.

En concreto el movimiento homosexual se habría desarrollado dentro de un contexto político y en un clima de innovación y apertura cultural, inestabilidad política, disponibilidad de aliados influyentes y de tolerancia hacia la protesta por parte de las élites, todo lo cual habría coayudado en su éxito.

El punto fundamental en la teoría de la influencia minoritaria es el conflicto que los grupos minoritarios son capaces de establecer con la mayoría. Una minoría que sostiene una posición contraria a una norma mayoritariamente aceptada puede, bajo determinadas condiciones, producir un conflicto simbólico que vaya moviendo la posición de la mayoría hacia la que propugna la minoría. En ocasiones se incorpora la "minoría desviada" al sistema social, en otros casos se la elimina.

Por lo general es la mayoría de la sociedad la que lleva a cabo una presión social que modifica el comportamiento, las actitudes, opiniones, valores, creencias, etc de las minorías en dirección a la homogeneidad. La uniformidad, el conformismo y la sumisión son vistos con buenos ojos ya que permiten el mantenimiento del orden social. Sin embargo los grupos minoritarios suelen ser vistos como una amenaza al cuestionar (y en ocasiones amenazar) los valores y principios dominantes, por ello históricamente han sido reprimidos. No obstante los grupos minoritarios pueden ejercer una influencia en el resto de la sociedad que provoque un cambio en los sistemas de valores, creencias y comportamientos de los grupos mayoritarios.

Características grupos minoritarios:
• Mantienen posiciones que son normativamente minoritarias
, es decir, que van contra las normas sociales dominantes en una sociedad o comunidad dada.
Sus posiciones son heterodoxas, contrarias al status quo y contrarias al modo en que la sociedad o comunidad se ha estructurado u organizado en el pasado.
• Los grupos minoritarios han de ser activos, con objetivos claros, motivación suficiente y han de estar movilizados en contra de la norma mayoritaria. Deben adoptar una posición antisistema a la vez que proponen una norma alternativa.

Cuando se dan estas características el grupo minoritario es capaz de generar un conflicto con la mayoría al oponerse de forma nítida a la mayoría, y por tanto ésta ya no puede ignorar el conflicto ni obviar al grupo minoritario. Entonces el grupo minoritario puede hacer prevalecer sus opiniones a la mayoría, ser aplastado por ella, o negociar un compromiso pactado.

Pero si la minoría es, por definición, débil, ¿cómo es posible influir en la mayoría? Por un lado con un comportamiento coherente, las minorías deben mostrar consistencia en las propuestas que sostienen. Sin compromiso y firmeza en sus posiciones no pueden alcanzar el éxito en sus objetivos. Por otro lado la negociación que deben realizan ha de ser flexible para no bloquear a la mayoría, una negociación rígida en la que se pretendan conseguir todos los objetivos probablemente fracasará.

Como resultado de la influencia de grupos minoritarios amplios sectores de una sociedad dada acaban por modificar sus creencias, opiniones y actitudes, e incluso su comportamiento. Hoy día podemos ver una modificación sustancial de las posturas existentes hacia los homosexuales tanto en cuanto a miembros de una categoría social como por su condición de personas concretas. Su reconocimiento de derechos y creciente presencia en el mundo laboral, político, del espectáculo, etc. constituyen muestras de un proceso de cambio progresivo en nuestras sociedades que se puede conectar directamente con la acción del movimiento LGTB. Sin tales acciones este cambio seguramente no se habría producido.

Para algunos MMSS la identidad juega un papel fundamental del activismo social contemporáneo. Así, en la teoría de la identidad social la elaboración de una identidad colectiva (IC) constituye una parte esencial en la construcción de un marco de significados compartidos. Esta IC se entiende como la conciencia de pertenecer a un grupo o categoría, de sentirse parte de una unidad común, y la valoración de dicha pertenencia que un cierto número de individuos comparten. La IC estaría dotada de un significado que no se puede reducir a un cálculo de coste/beneficio ya que toca el aspecto emocional.

Los estudios de Tajfel sobre la identidad permiten acercarnos a la comprensión del prejuicio y la discriminación social. Para él la identidad social es la conciencia que tenemos las personas de pertenecer a un grupo o categoría social, así como la valoración que hacemos del mismo. La identidad no sería algo estático o natural, sino que surge de un proceso de interacción con los demás grupos y dentro del propio grupo en sí: como suscriben varios autores (Johnston, Laraña y Gusfield) "la identidad surge de la interacción con los demás, puesto que la forma en que nos vemos está decisivamente influenciada por la forma en que pensamos que nos ven los otros, construimos nuestra identidad al vernos reflejados". Así, la identidad está formada por las definiciones compartidas de los individuos y el contexto social en que se encuentran, y permite formar una idea de "nosotros" e identificar a los aliados y adversarios del movimiento.

Una valoración positiva o negativa sustenta, respectivamente, una identidad social positiva o negativa. Una identidad social positiva es necesaria, puesto que permitirá al individuo reconocer su pertenencia a una categoría social determinada. En caso de que una identidad social sea percibida como negativa el individuo puede acudir a estrategias individuales que le permitan huir de ella, por ejemplo abandonando la identidad estigmatizada (ocultación o negación de su condición homosexual) o colectivas que le ayuden a transformar y aceptar dicha identidad. La movilización y lucha social pertenecen a este tipo de estrategias colectivas. La necesidad de mantener una IC positiva requiere garantizar una distintividad positiva de la propia categoría frente a otras.

Para la construcción de una IC, de un “nosotros” positivo en el movimiento LGTB que favoreciese la identificación grupal necesaria para la participación en acciones colectivas se hacía imprescindible la consideración de la identidad homosexual como válida, desvincular el menosprecio de su identidad, combatir las etiquetas, rechazar la atribución de una identidad negativa, en definitiva, rebelarse contra el “destino” que le aguardaba a cualquier persona homosexual.



LA CONSTRUCCION DE LA IDENTIDAD

La importancia de la identidad

Es necesario profundizar en este aspecto ya que para determinados MMSS la defensa de la identidad personal de sus miembros y el reconocimiento de la identidad colectiva de la comunidad son temas centrales, lo cual es especialmente cierto en el caso del movimiento LGTB.

Ser homosexual supone para la persona definirse como tal, aceptarse. Pero esta identidad no es vivida del mismo modo por todos los individuos: diversos factores van dejando huella en la persona, tales como el entorno social, el contacto con la subcultura homosexual y las experiencias individuales. De todos modos se pueden extraer varias características comunes:
La identidad homosexual ha sido históricamente estigmatizada en las sociedades occidentales. Este estigma, que puede definirse como "una conducta, atributo o condición socialmente devaluada o desacreditada que descalifica a su poseedor" (Goffman), ha determinado la formación y gestión de la identidad homosexual, al haber marcado a estas personas como diferentes, segregándolas de las "normales".
• La construcción de una identidad de cualquier tipo, pero especialmente la homosexual, implica para la persona la aceptación gradual, por etapas, de la etiqueta de "homosexual".
Esta identidad es vivida de manera secreta, se oculta incluso a las personas más cercanas del entorno. Progresivamente va dándose a conocer su situación a más personas. No se da a conocer públicamente sino hasta que ha sido totalmente asumida personalmente.

El modelo de construcción de identidad se desarrolla en cuatro fases básicas: sensibilización, confusión de identidad, asunción de identidad y compromiso.

1. La fase de sensibilización se caracteriza por la percepción de "ser distinto", de que uno es "mal visto" por la sociedad.
Los comportamientos o rasgos de personalidad diferentes son considerados "no apropiados" y conllevan situaciones de burla o marginación. Las sanciones por no atenderse a la norma van siendo percibidas desde muy temprana edad, generando inquietud, sentimientos de culpa, marginación y autorrechazo. El control social informal pretende dirigir de una manera férrea lo que se considera una sexualidad y unas conductas socioculturales apropiadas.

2. Cuando la persona empieza a reflexionar sobre su identidad sexual y a tomar conciencia de ella lo hace generalmente de manera negativa, debido al estigma social que envuelve a la homosexualidad y que desanima a los homosexuales a adoptar la etiqueta de "bicho raro". La condena social de la homosexualidad y los estereotipos asociados a esta categoría social condicionan profundamente la relación entre las personas y crean problemas de culpabilidad y secretismo, especialmente si el individuo llega a interiorizar la hostilidad social que se ejerce en su contra. Los individuos necesitan reprimir su sexualidad para evitarse problemas, lo que evidentemente provoca una confusión de identidad (las personas homosexuales se ven obligadas a llevar una doble vida).

Los homosexuales han venido respondiendo al rechazo social con estrategias como la negación, la corrección, el rechazo o la redefinición-neutralización. En muchos casos se inhiben o rechazan las conductas o actividades tenidas socialmente como inaceptables, incluso se llega a condenarlos públicamente, pues se considera que una actitud homófoba es la que mejor puede servir para ocultarse. Estas estrategias de adaptación han sido fuente de problemas emocionales y psicológicos.

3. Una vez que persona se percibe a sí misma como homosexual pasa a la etapa de asunción de identidad, y con ella los costes sociales que este hecho implica. Compagina esta aceptación en escenarios sociales concretos con estrategias para la gestión del estigma en el entorno público, con el fin de evitar la exclusión social. Al autodefinirse como homosexual e identificarse como parte de un grupo comienza a explorar la subcultura homosexual y a asociarse regularmente con otros homosexuales.

4. Finalmente el individuo llega a un compromiso personal con la homosexualidad como parte de su forma de vida. La identidad se vive ahora de una manera normalizada, con satisfacción, y los costes sociales ligados a esta elección se asumen plenamente. Se lucha contra los esquemas dominantes y se comienza a desvelar la propia identidad a audiencias externas, no homosexuales, siendo totalmente consciente del precio que conlleva.



La resocialización cultural

Como hemos visto el individuo interioriza las normas sociales y aprende qué expectativas puede legítimamente esperar de los demás y también que obligaciones debe cumplir ante ellos. Aprende a concebirse como miembro de una sociedad con normas y valores que le adjudica un rol social para ser un aceptado dentro de ella. Sólo en la medida en que acoge las posiciones de la sociedad a la que pertenece puede ser considerado miembro de ella.

El proceso de construcción de la identidad homosexual plantea al individuo una serie de disyuntivas y contradicciones entre los significados aprendidos y ligados al "estigma social" que han de ser soslayados y los nuevos significados que va conociendo y asumiendo. En otras palabras, la identidad homosexual ha sido definida por la cultura dominante y enseñada al individuo en su socialización primaria, ahora él debe realizar una resocialización secundaria en una identidad homosexual definida por su subcultura minoritaria.

Adoptar una nueva identidad no es nada sencillo, Inglehart señala que las normas culturales suelen interiorizarse sólidamente a una edad temprana, especialmente las reglas inculcadas en materia de sexualidad, que han sido planteadas en términos absolutos de lo que es aceptable y qué no lo es. Estas normas constriñen el comportamiento de las personas cuando desean hacer otra cosa y salirse del camino marcado "torturando la conciencia" de los individuos que las violan. De ahí la importancia de una resocialización para crear unos nuevos valores que no estigmaticen la homosexualidad, sin ellos no es posible mantener la autoestima. Para lograrlo el primer paso consiste en atacar el discurso dominante, construir “identidades homosexuales en positivo” por contraposición a sus identidades socialmente estigmatizadas.

Una persona no se incluye dentro de una categoría social sino hasta cuando percibe que sus sentimientos y conducta se asemejan a los de un grupo determinado. Pero para esto es necesario que se tenga una percepción positiva de la identidad, en otro caso los integrantes del grupo no se movilizan o incluso reniegan del grupo. Por lo tanto sin una redefinición de significados culturales que permitieran invertir el estigma no existe posibilidad de adoptar una identidad homosexual.

Los colectivos LGTB han aportado un nuevo Mundo en el que se sustituyen los conocimientos y pautas aprendidas con anterioridad, gracias a la deconstrucción del código social estandarizado se hace posible la afirmación de la identidad homosexual, sin sentimiento de culpa alguno. A través de un aprendizaje informal, difuso y colectivo el individuo perfila nuevos modelos de comportamiento de acuerdo a una "visión del Mundo" alternativa. La mayor aportación de estos MMSS ha sido la reinterpretación de las prescripciones morales y normativas de la cultura dominante respecto a la conducta sexual "apropiada".



La participación como autoafirmación

Según Jordi M. Monferrer la participación ha sido una forma de autoafirmación entre personas homosexuales, las ha ayudado en su reconocimiento social y autoestima. Con la identidad se asume una actitud, una manera de ser.

La participación del individuo en la acción colectiva organizada le permite identificarse en el grupo. Los colectivos LGTB funcionan como un círculo de reconocimiento que permite construir las bases de una identidad colectiva gay (con valores, significados y prácticas sociales) y confiere al sujeto aspectos esenciales para la construcción de su identidad, tales como seguridad y certidumbre, al ponerlo en relación con otros sujetos con sus mismos intereses. Favorecen la autoaceptación de la persona homosexual, dotando al individuo de una legitimación de su estilo de vida, ofreciendo la posibilidad de luchar por su reconocimiento social.

El movimiento LGTB permite conseguir todo esto que se ha señalado, la construcción de una identidad colectiva, la promoción de socialidad, la resocialización cultural, culminar el proceso de construcción identitaria y asumir una identidad socialmente estigmatizada, ayudando a soportar las sanciones sociales que inevitablemente recaen sobre el individuo.



LA LPRS, IMPULSORA DE LA ACCIÓN COLECTIVA

Antecedentes

En un principio el franquismo no había percibido a los homosexuales como una amenaza. Sin embargo, con el auge del desarrollismo de los años 60 y 70 y la progresiva pérdida por parte de la Iglesia de su control moral y con ello del control social informal, ciertos fenómenos que hasta la fecha no habían representado un problema ahora son combatidos por las autoridades ya que ponen en riesgo el orden sexual y mantenimiento del orden familiar. El aumento de su visibilidad convierte a los homosexuales en un referente simbólico de los efectos perversos del nuevo contexto social que está surgiendo y va a obligar al poder público a penar las conductas calificadas de “inmorales”. Los homosexuales pasan a engrosar la lista de enemigos del régimen. Son considerados “sujetos que se comportan de manera contraria a la que exige una ordenada convivencia” y presuntos criminales debido a la “especial conducta que desarrollan”.

Con objeto de atajar las nuevas manifestaciones que ponían en peligro la moral pública franquista y con ella el orden social, se diseña en 1970 la Ley de Peligrosidad y Reinserción Social (LPRS), sucesora de la antigua Ley de Vagos y Maleantes de 1933. El objetivo declarado de esta legislación era curar y reinsertar a los colectivos antisociales como homosexuales y prostitutas en la sociedad. Los individuos “peligrosos” eran considerados enfermos a quienes era necesario “curar”, aun en contra de su voluntad. En prevención del contagio se les asilaba del cuerpo social, reintegrándoles únicamente una vez que estuviesen “curados”. Para ello debían ser recluidos en centros especiales y ser rehabilitados de acuerdo a lo que el orden establecido consideraba un modelo adecuado. Pero las técnicas de condicionamiento empleadas más que reeducar lo que lograban era reprimir a los detenidos. Reeducados o encarcelados, el sistema lograba mantener a los disidentes fuera de las calles, donde eran un mal ejemplo para el resto de la sociedad.

Este contexto legal contribuyó a crear una barrera social, donde aquellas personas discriminadas se veían obligadas a circunscribir la manifestación de sus conductas afectivo-sexuales a la clandestinidad y el anonimato. Aquellas personas obligadas a vivir de espaldas (o mejor dicho, frente a) la Ley se convierten en víctimas de extorsiones, chantajes y otras formas de explotación y agresión.

Aunque lo más visible de la LPRS fueron las penas privativas de libertad, el mayor efecto fue la construcción de significados. A la estigmatización religiosa (pecador) y médica (enfermo-desviado) se añadió la legal (delincuente). El estigmatizar por ley al colectivo homosexual (junto con otros “peligrosos sociales” como prostitutas, traficantes, ebrios, proxenetas, etc) sirvió para fortalecer el estigma homosexual. La falta de derechos era muy grave, pero es que además trasladaba a la sociedad el mensaje de que la exclusión social y menosprecio que recibían eran aceptables.


La lucha inicial por el reconocimiento del movimiento gay

La LPRS fue crucial en el surgimiento del movimiento gay, Monferrer se refiere a ella como el "factor precipitante" de la movilización. Esta Ley sancionó y amplió la marginación social existente hacia los homosexuales, al permitir su represión legal. Este hecho va a propiciar un debate en el interior de la comunidad gay española que les lleva a proyectar su descontento de manera abierta, estas personas articulan sus sentimientos de menosprecio frente a la nueva situación creada, rechazan la penalización de las relaciones homosexuales y comienzan a debatir la idea de iniciar una acción colectiva.

El incipiente movimiento va a elaborar argumentos para “invertir” los significados negativos asociados al histórico estigma homosexual, reforzados con la nueva Ley. Estos activistas se esfuerzan en asociar la identidad homosexual con relevantes personajes históricos, con la intención de dotarse de legitimidad y prestigio. El despliegue de la identidad permite que se suscite un debate social acerca de la homosexualidad y de cómo la clase dominante estaría reprimiendo la sexualidad para el mantenimiento de sus privilegios al poner el derecho al servicio de los valores morales y de las normas de comportamiento social consideradas “normales”.

La entrada de los colectivos homosexuales en el espacio público visibiliza al colectivo y abre al debate público no sólo la Ley, sino también situaciones preexistentes de marginación enraizadas en estereotipos y prejuicios culturales firmemente arraigados. Poco a poco se comienzan a gestar incipientes micromovilizaciones, desarrollando redes informales de amistad que actúan como embrión del movimiento y se plantean metas más ambiciosas, como la necesidad de lograr el reconocimiento social y legal de la homosexualidad, como parte de la “liberación sexual” de todas las personas. En palabras de un activista, “lo que se pretendía es que el homosexual dejara de ser un delincuente y se tomara como algo natural y normal”



Corolario

En la lucha por el reconocimiento de la homosexualidad frente al nuevo ataque que se sufre al aprobarse la LPRS podemos ver todos los aspectos que han sido tratados en el presente estudio. Esta la ley actuó como catalizador de la protesta, sirvió para hacer conscientes a otros homosexuales en particular y a la sociedad en general del menosprecio que este colectivo venía sufriendo y así obtener respaldo en sus reivindicaciones.

El paso inicial fue la construcción de un marco de motivación capaz de transmitir a la comunidad homosexual argumentos que sancionaran la legitimidad de sus reivindicaciones y la necesidad de implicarse activamente en su consecución. Una vez identificado el problema, definida la comunidad del “nosotros” y señalada la identidad de los antagonistas, se procedió a la movilización de la acción. En las acciones colectivas que siguieron muchos homosexuales reafirmaron su identidad colectiva, reivindicando abiertamente su homosexualidad en coherencia con lo que sentían que eran y lo que decían ser. Además se consideraba que la participación en acciones de protesta ayudaría a cambiar el curso de los acontecimientos, aparece por primera vez el posible beneficio de cambiar la situación político-legal de los homosexuales. Sólo teniendo en cuenta los beneficios es posible entender cómo, a pesar de los elevados costes asociados a la militancia, pudo gestarse el movimiento.

El análisis de costes/beneficios de la acción colectiva tiene una complejidad especial en el movimiento LGTB. Aparte del coste en tiempo y dinero encontramos como principal dificultad los “costes de carácter normativo” derivados de la estigmatización de los homosexuales, es decir, los valores y normas sociales que pueden influir, condicionar o disuadir de la participación, aun cuando se esté de acuerdo con los planteamientos del movimiento.

Las oportunidades políticas existentes jugaron a favor de una movilización que se hacía frente aun régimen político desacreditado frente al cual empezaba a emerger una importante oposición, lo cual permitía confiar en transformaciones políticas próximas que permitieran llevar adelante cambios sociales, culturales y legislativos. Además, se contaban como aliados otras minorías marginadas en su lucha contra la opresión y la oposición más progresista y las reivindicaciones propias se podían circunscribir dentro del conjunto de demandas de libertades existente al final de la dictadura.

Los tópicos y prejuicios existentes pasan a ser rechazados y atribuidos a “los otros”, sus antagonistas, quienes estaban imponiendo su visión de la realidad y utilizando el derecho para imponer una determinada moral. Se construye una nueva imagen colectiva del homosexual, contrahegemónica y rebelde. Ser homosexual deja de ser una vergüenza para pasar a constituir un orgullo. La participación y movilización va a reforzar la solidaridad y socializad del grupo, además de ayudarles a aprender nuevos valores (resocialización).

Finalmente hay que reconocer el gran esfuerzo de los primeros activistas del movimiento gay español. Resultaron un ejemplo de compromiso, heroicidad y coherencia. La adhesión de una persona a una identidad colectiva no es un paso sencillo y conlleva todo un posicionamiento moral y político ante la vida.

El cuanto al movimiento LGTB se ha configurado como un referente social que, impulsando una lucha por el reconocimiento de la identidad homosexual, ha logrado visibilizar o "poner cara" a una "minoría invisible". La politización de las reivindicaciones LGTB han sido fundamentales a la hora de erosionar e invertir los significados ligados históricamente al estigma mientras construían y divulgaban unas convicciones éticas diferentes. Gracias a los cambios sociales promovidos el movimiento LGTB ha logrado un reconocimiento social para las nuevas generaciones de personas homosexuales, permitiendo de este modo que la asunción de su identidad sea menos costosa.

Sin embargo el auge actual y desarrollo del movimiento ha dado lugar a un uso "instrumental" de estos colectivos, así sus reivindicaciones históricas han sido asumidas -cuando ya no tiene mérito alguno- por dirigentes y partidos políticos de manera oportunista, con el único objetivo de ofrecer una imagen progresista. El movimiento LGTB debe evitar ser cooptado por ellos.



BIBLIOGRAFÍA:

- Calhoun, Craig “Los nuevos movimientos sociales de comienzos del siglo XIX” en Traugott, M. (Ed.) Protesta Social. Barcelona, 2002, 193-241
- Íñiguez Rueda, Lupicinio “Movimientos sociales: conflicto, acción colectiva y cambio social”. Publicado en Psicología de la acción colectiva. EDIUOC, Barcelona, 2003
- Monferrer, Jordi M. “La participación como autoafirmación. Los colectivos de lesbianas y gays: ámbitos de socialidad, agencias de resocialización y círculos de reconocimiento”. Revista de Estudios de Juventud Nº 75, 2006, Págs. 43-59
- Monferrer, Jordi M. “La construcción de la protesta en el movimiento gay español: la Ley de Peligrosidad Social (1970) como factor precipitante de la acción colectiva”. Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, Nº 102, 2003, Págs. 171-204

12 comentarios:

Montse Neira dijo...

Jopelines!
Menudo toxo!!!!
El colectivo de las prostis aún lo tenemos crudo, porque cuesta movilizar a la gente. A mi me dan múltiples excusas. la principal es que quieren estar poco tiempo (luego no es así) y claro para que se van a complicar la vida en luchas...
En serio, muy buen post!
Espero que los exámenes te hayan ido bien

Anónimo dijo...

Hey Cliente!! Oye, pásame tu correo, no?? Es que te quiero preguntar una cosa.

Cliente X dijo...

Mi correo está a disposición pública, pinchando en "perfil". Pero como veo que no lo has hallado te lo facilito: defensadelaprostitucion@gmail.com.

Pues sí, Marien, muchas chicas tienen la mentalidad de tu amiga Paula: "coge el dinero y corre". Se plantean esto de una manera muy eventual, no tanto porque no las guste sino para no cargar con la pesada losa del estigma. Por eso quienes lucháis y dais la cara sois quienes lleváis un tiempo.



C-X

asturiano dijo...

Por problematizar un poco el tema:

Personalmente, no sé hasta que punto, una -todavía hoy- minoría sexual como las personas de orientación homosexual y los transgéneros es analogable totalmente al "colectivo" de personas (mujeres, varones, transgéneros) que son discriminadas y oprimidas por dedicarse al trabajo sexual. Más allá del estigma (relativo al sexo) que comparten unos colectivos y el de lxs 'trabajadorxs del sexo', no debiéramos olvidarnos de que la esencia de la reivindicación de estxs últimos es, muy mayoritariamente, la de ser reconocidos como sujetos que, por decisión propia, se dedican al trabajo sexual, y como tales piden ser reconocidos como sujetos de derechos y no estigmatizados por razón de esta actividad (laboral) que ellxs realizan.
Mientras que en el caso de esas otras minorías sexuales (gays y lesbianas, sobre todo, y también personas transexuales) que yo sepa están totalmente ausentes las reivindicaciones que tengan que ver con alguna supuesta condición suya de trabajo. Ni los gays ni las lesbianas, ni las personas transexuales (no oferentes)son nada parecido a "trabajadoras de la homosexualidad o del transgenerismo", que yo sepa.
-Me gustaría que alguien nos comentara algo con respecto a este problema.

Me da la impresión de que una vez más, Cliente X vuelve a estar preso de su parcial concepción de la libertad individual y colectiva. Tiende a pensar que las constricciones a la libertad de las personas sólo vienen determinadas desde fuera [una limitación que yo no niego que no sea cierta o que no exista], olvidándose entonces, de que los individuos (las personas, los sujetos humanos) también realizamos nuestra libertad a través de las diferentes praxis que hacemos (y esto a su vez podemos hacerlo debido a que, de veras, poseemos agencialidad).
En este sentido, es de suponer que La libertad que realizan unos grupos que reivindican su legítima forma de realizar y entender la sexualidad como son el movimiento LGTB ha de tener -en su realización- algunas consecuencias de naturaleza bastante diferente a la de un colectivo, bastante diverso, que lo que reivindican fundamentalmente es una actividad laboral (en la que está implícito el sexo) y que ha resultado -históricamente- muy estigmatizante para las mujeres. Las consecuencias sobre 'la realidad' (sobre lo socio-cultural) de una y otra formas de realización de la libertad como 'movimientos sociales y políticos' en favor de sendas minorías no podrán ser del todo iguales. Los primeros han consituido y constituyen unos grupos minoritarios que reivindican unas identidades sexuales, un respeto, unas libertades, reconocimiento y derechos derivados de esto, y los colectivos de personas que se han dedicado o que se dedican al 'trabajo sexual' lo que vienen a reivindicar es un respeto y reconocimiento, unas libertades y unos derechos derivados de todo ello hacia sus personas que tienen que ver con su actividad como 'trabajadoras del sexo', pero no con unas determinadas 'identidades sexuales'
Esto es lo que a mí me parece; y a este respecto me gustaría que alguien más dijera algo sobre este problema fundamental.

Montse Neira dijo...

Ibán tienes razón , pero te equivocas en tu apreciación Cliente X, pone como ejemplo el movimiento LGTB, para que se vea que se puede pasar de un colectivo estigmatizado a ser un colectivo aceptado socialmente. Nada más.

Antes este colectivo era estigmatizado y excluído y en algunos países ya has visto que significa la muerte. Ahora, en España y en otros países los que son mal mirados son los homófobos.

Pues es lo que queremos lxs trabajadorxs sexualxs. Que nuestra actividad deje de ser un estigma a través del modelo laboral. De rebote, esto haría que los clientes dejen de ser vistos como maltratadores y violadores y que deje de verse la prostitución como violencia de género.

Es evidente que esto sólo lo conseguiremos movilizándonos.

.

Montse Neira dijo...

Lo de las "identidades sexuales" sería/es otro tema de debate aunque de hecho lo estemos mezclando continuamente por la gran complejidad que supone las relaciones humanas en general y la de hombres-mujeres en concreto.

Y cómo ya hemos visto lo hemos debatido bastante.
Pienso que en este post no se debería mezclar estas ideas.

Una cosa es intentar terminar con la estigmatización que comporta ofrecer servicios sexuales a cambio de dinero y contratarlos y otra analizar los pros y contras, no sólo de este tipo de relación sino de todas. Y ya hemos visto que hay múltiples opciomes y no hay que perder de vista que las emociones, sentimientos, la forma de entender la sexualidad es algo muy íntímo en el que nadie debe imponer una sola visión.

asturiano dijo...

M.N. (Marien), yo sólo he sugerido que entre un movimiento como el LGTB y el movimiento por la defensa de los derechos de las personas trabajadorxs sexuales (no meto aquí a los hombres clientes) hay evidentes diferencias sustanciales que es muy importante tener en cuenta.
Así que lo único que te puedo responder por ahora a esto que tú dice es que prefiero esperar a que Marta comente algo al respecto (ya que es un tema que no conozco lo suficiente).

Montse Neira dijo...

Vale Ibán pero por favor, no mezcles lo que es un movimiento social para reinvindicar unos derechos lo que sean, en este caso los de lxs trabajadorxs sexuales, con las diferencias que hay entre los diferentes movimientos sociales (valga la redundancia) y si ten en cuenta que un colectivo (el que ha puesto como ejemplo Cliente X) que estaba estigmatizado gracias al movimiento social ha conseguido en muy poco tiempo, ser aceptado socialmente, este seria el objetivo nuestro, el de las trabajadorxs sexuales.

En España hace falta un movimiento social de trabajadorxs sexuales que reinvidiquen los derechos sociales y civiles algo que en otros países ya han conseguido ver aquí:


http://swannet.org/node/1642

Montse Neira dijo...

http://www.sexworkeurope.org/icrse/index.php?option=com_content&view=frontpage&Itemid=186&lang=es-ES

Este es la asociación de Europa

Cliente X dijo...

Considero que hay muchas similitudes entre estos colectivos, siendo la principal de ellas el rechazo social que sufren. Ello obliga a esconderse, a vivir con el miedo de no ser descubierto, a problemas de identidad... El objetivo último que tenemos los pro derechos es la NORMALIZACIÓN SOCIAL, el reconocimiento de derechos laborales sería sólo un paso (aunque desde luego importante) para la consecucción de este fin.

Como dice Marien hoy a quien se condena socialmente es al homófobo, pero esto sólo ha cambiado muy recientemente. Con anterioridad el homosexual era víctima de su condición, de hecho la LPRS metía el mismo saco de sujetos "peligrosos socialmente" tanto a 'maricas' como a 'putas'. Hoy por hoy estamos viviendo la misma situación, se entiende que la puta es per se una mujer con la cual la convivencia resulta difícil, a cuyo alrededor florece la delincuencia (camellos, chulos, ladrones...), que es una indeseable social con la que no hay que juntarse y de la que es mejor saber lo menos posible. Espero que 'gracias' a las ordenanzas de convivencia este colectivo comience a reaccionar y organizarse (como ya ha sucedido en varias ocasiones) y llegue el día en que se vuelvan las tornas y sea objeto de sanción social quien las falte al respeto.



Cliente X, visionario para unos, loco para otros

Anónimo dijo...

a veces sois un poco aburridos. Qué dogmaticos son algunos en la Madre Patria!!!

Jajaaa, no se crean, siempre sigo sus blogs. Asturiano no tiene... blog??

Jeje, besos!!

asturiano dijo...

Para Natalia:

Te respondo a esta pregunta que dejas. No, no tengo blog. Sólo he sido un habitual que ha dejado comentarios en los blogs de M.N. (Marien) y de Cliente X.
A ambas personas les estoy agradecido por ello.

Sobre mí: He estado unos 10 años (desde 1998/99) relacionado de alguna manera con el fenómeno de la prostitución (aquí en España) y creo que con esto ya he tenido demasiado; vaya que ya va siendo la hora de que me olvide un poco de todo este mundo (que ha absorbido muchas de mis pocas energías y de mi tiempo -que he dejado de emplear en otras cosas que creo, hubieran sido más necesarias para mi desarrollo como persona).
Natalia, el fenómeno de la prostitución para mí es algo bastante serio; no es un juego ni un pasatiempo, ni tampoco un lugar más idóneo para experimentar con la sexualidad de uno/a; ni yo aconsejaría a nadie que se lo tomara de esta manera.

Si quisieras contactar conmigo (comentarme alguna cosa o lo que sea), puedes enviarme un mensaje a mi dirección de e-mail. Desde aquí y ahora les doy permiso a M.N. (Marien) y a Marta para que te lo faciliten.