miércoles, 12 de marzo de 2014

La deshumanización de las prostitutas

"Soy una persona normal y corriente, sólo que yo hago un trabajo diferente a los demás, y me condiciona que yo no pueda vivir con las demás personas normales. ¿Es que yo no soy normal? Es porque los demás no me consideran normal, no porque yo no lo sea, que son dos cosas muy diferentes".
Margarita Carreras Roig, trabajadora sexual



Para poner punto final a la serie de entradas sobre la humillación y estereotipación de las prostitutas nacida de la polémica del "curso para ser prostituta" que tanto ha indignado a las feministas, quiero dejar claro a qué conducen los distintos enfoques que existen sobre la prostitución de la manera más sencilla y gráfica posible. La entrada de hoy la voy a explicar "con plastilina" para que llegue hasta al lector menos familiarizado.

En primer lugar, existe una minusvaloración que no se encubre, sino que se explicita de manera completamente abierta y que atribuye a la prostituta unas características tales como promiscuidad, suciedad o falta de inteligencia que llevan a burlarse de ella. La discriminación incluso es aplaudida y celebrada pues se supone que la puta no puede ser merecedora de otra cosa, como pueden ver en este programa de la Mega TV (canal de Miami) presentado por el humorista de origen cubano Alexis Valdés:




A nivel institucional nadie defiende esta postura, queda feo. Pero socialmente es una actitud muy extendida y conlleva un rechazo "natural" hacia la prostituta. Eso se concreta en que la persona que se prostituye recibe un reproche colectivo muchas veces informal (que le hagan el vacío, haya risitas y cuchicheos a sus espaldas, bromas y putadas para reírse a su costa... vamos, un aislamiento social) que puede minar mucho su moral y hacer que se sienta mal consigo misma y pierda su autoestima. La enseñarían que no merece el mismo respeto ni derechos que el resto de "gente de bien", lo que luego puede traducirse en claros abusos y discriminaciones (que no la dejen entrar en locales "decentes", cobrarla más de la cuenta o negarse a concederla préstamos o seguros o a alquilarla un piso...).




Una variante de este estigma también otorga a la prostituta una posición de marginalidad en la sociedad, pero no tanto desde el escarnio como de una falsa compasión y el escándalo bienpensante. Mientras la puta anteriormente es condenada por ser una persona frívola que "se lo habría buscado", ahora nos encontramos con que es como lo último en lo que puede "caer" una persona, algo que también es profundamente rechazable pero se debe más bien a causas externas como la pobreza, las drogas o las malas compañías.




Dense cuenta de lo que nos dice el cartel. ANTES tenía una hija. AHORA tengo una prostituta. La identidad de hija ya no es compatible con la de prostituta, la persona se ve expulsada de su entorno familiar y social. Es más, ya ni es vista como persona. Prostituirse no es una opción para salir adelante en la vida sino la condena al infierno en vida, y no se debe a las características en sí de esta actividad sino al castigo social que se recibe (al igual que les ha sucedido a las madres solteras o a los homosexuales). Por eso se entiende la reacción de una mujer en paro cuando al parecer un concejal le dijo que se "metiese a puta": no le está diciendo que pruebe una salida viable como han hecho muchas otras personas, sino que la importa una mierda. En la sociedad en la que vivimos sugerirle a alguien que podría prostituirse es un insulto.

Continuando por este camino llegamos a la visión predominante entre los cargos políticos, funcionarios policiales y feministas. La consideración de toda prostituta como una "víctima" de terceros, fundamentalmente mafias organizadas de proxenetas y desaprensivos clientes. Ésta resulta particularmente peligrosa ya que emplea una retórica aparentemente bienintencionada, ¿no se desea ayudar a personas con problemas? Se habla de "reinsertarlas", "rescatarlas", "liberarlas". Claro, se hace igualmente desde una posición de SUPERIORIDAD respecto a ellas: nosotros, los "expertos en trata", somos quienes tenemos que ir a sacarlas de ahí incluso aunque no quieran, porque además muchas de ellas "no se consideran víctimas" y son "difícilmente recuperables" (todos los entrecomillados son frases reales que pueden escuchar en el discurso abolicionista). Realmente lo que están haciendo es desautorizarlas, relegar su voz, convertirlas en un objeto pasivo (es "cosificiación" que luego nos achacan a los clientes).




La imagen de la prostitución que nos dibujan, entendida más bien como "esclavitud sexual", resulta grotesca. Se alarma a la sociedad vinculando la prostitución con uno de los más execrables delitos que podamos concebir, ¿y todo para qué? Pues para legitimar la intervención de los poderes públicos. A pesar de ser un crimen tan extendido también resultaría complicadísimo de detectar, por lo que únicamente podrían verlo las autoridades. Es lo de siempre, las autoridades nos dicen que ya lo hacen todo ellas que nosotros somos tontitos... por eso ven lo que no vemos, pero curiosamente no perciben lo que al ciudadano de a pié le resulta tan claro como la luz del Sol, ¿no será que el problema lo tienen ellos que viven en una realidad paralela? O peor aún, que nos toman el pelo, pero aunque uno se lo malicie hace falta demostrarlo.

A nivel práctico el resultado de la paranoia contra la "trata" lo que significa, como denuncian las propias chicas y buen número de académicos, estudiosos y feministas que se han acercado al tema, es la persecución de las prostitutas. Bajo esos elevados ideales y pomposos discursos, en la calle lo que hay son palos para las putas. "Combatir la prostitución" es, en realidad, ir a por las personas que la ejercen. Ya sea mediante redadas que buscan luchar contra la inmigración irregular (asegurando que cualquier migrante sin papeles ha sido "traficada"), inspecciones para defender los "derechos de los trabajadores" (acusando a los dueños de los burdeles de mantener una relación laboral con las chicas... que no pueden reconocer legalmente porque está prohibido), búsqueda de "víctimas de trata" que se saldan con las mujeres llevadas a la fuerza a dependencias policiales donde son coaccionadas para que denuncien y firmen declaraciones previamente redactadas bajo todo tipo de intimidaciones, o simples actuaciones que buscan incoar expedientes administrativos contra los prostíbulos por cualquier razón para mantenerles bajo la espada de Damocles. ¿No les causa extrañeza que lo que nos muestren una vez tras otra sea a chicas atemorizadas por los propios agentes tras tanto hablarnos del tráfico de mujeres y las redes de proxenetas? ¿Quieren ver a la mafia? Ahí la tienen con sus consecuencias, efectivamente estas mujeres son muchas veces "víctimas", sufren abusos y son trasladadas o retenidas contra su voluntad... pero digan por quién:




Por último, ante estos planteamientos tradicionales que tanto se parecen y que en último término conllevan el rechazo de la prostituta y la prostitución, existe una óptica alternativa que lo que propugna es su aceptación y el respeto más absoluto de lo que viene a denominar la trabajadora sexual y el trabajo sexual. El cambio en los términos proviene de un cambio de mentalidad. Es lo que se conoce como la postura pro-derechos (pro-prostitución para algunos autores) y trata de mostrar a estas personas como seres humanos totalmente normales e integrados socialmente, no esos "otros" de los que uno se ríe, se compadece o rescata. No, en este caso nos hallamos en pié de igualdad, la prostituta deja de ser ese ente desconocido y marginado para pasar a ser uno más, un IGUAL. Y es que lo son, puede ser una vecina, una amiga, un familiar... Así lo plasmó la campaña "Las trabajadoras sexuales también son personas" ("Sex workers are people too") de la ONG canadiense Stepping Stone:




Fíjense que cambio. Ya no hablamos de esas FANTASÍAS como la viciosa perdida que no sabe más que chupar pollas, ni la pobre desgraciada que hace lo que nadie quiere hacer o la esclava sexual sin voluntad, manejada por esas poderosas pero invisibles mafias de proxenetas. Ante esas caricaturas que nos muestran, lo que tenemos ahora es una persona TAN REAL COMO NOSOTROS MISMOS que es una hija/hermana/madre con familia, que tiene una VIDA más allá de su actividad profesional, que posee otras habilidades aparte de las sexuales... en definitiva, pasamos a hablar de una PERSONA. ¿Y qué se deriva de esta perspectiva, que además es la única que encuentra soporte empírico? Pues que por consiguiente es merecedora de RESPETO, se deben reconocer y garantizar sus DERECHOS y aceptar su VOZ Y CAPACIDAD DE ELECCIÓN tal y como muestra esta otra campaña denominada "Apaga la luz azul" (Turn off the blue light) concebida en Irlanda:




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lunes, 10 de marzo de 2014

Manifiesto de la APDHA con motivo del día de la mujer

"Tenemos la firme convicción que la solución a muchos problemas relacionados con la prostitución está en las mejoras de las condiciones laborares y de vida de quienes se dedican al trabajo sexual".

Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA)



Aparte de las efemérides relacionadas con el trabajo sexual más emblemáticas como el 2 de Junio (Día internacional de las trabajadoras sexuales) o el 17 de Diciembre (Día Internacional para acabar con la violencia contra los trabajadores sexuales), existen otras fechas que tradicionalmente han servido para plantear nuestras demandas a la sociedad. Una es el 1 de Mayo, puesto que es un colectivo que pretende ser reconocido y tratado como cualquier otro grupo de trabajadores. Y otra es el 8 de Marzo, ya que buena parte de quienes realizan esta actividad son mujeres.

Una de las ONGs más comprometidas en la defensa del trabajo sexual, la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, elaboró el año pasado un manifiesto que reproduzco aquí y en el que en su parte final (tras un análisis politico-económico en clara clave izquierdista) denuncian lo pernicioso de las intervenciones públicas y apuestan abiertamente por "el reconocimiento de derechos laborales" para mejorar la situación de este colectivo. No supone una aportación novedosa al debate pero sí aconsejo su lecura a aquellos lectores que todavía no estén familiarizados con el discurso pro-derechos por su claridad expositiva.

Las asociaciones de trabajadores sexuales, como Hetaira (en la imagen), han organizado movilizaciones sociales donde estas mujeres muestran sus anhelos de integrarse en la sociedad: petición de derechos, de "papeles", de reconocimiento social...  No desean ningún privilegio o trato especial, sencillamente no ser discriminadas.



APDHA, 7 de marzo de 2013



Dentro de un panorama en el que se impone el sistema financiero y mercantil sobre la dignidad de las personas, surgen políticas restrictivas y de recorte de derechos que hacen que las mujeres sean las grandes perdedoras. Se ponen en peligro cuestiones como el trabajo de las mujeres en apoyo a las personas dependientes; el acceso al derecho a interrumpir un embarazo no deseado, el derecho al uso de una vivienda digna… A esto sumamos la situación de las mujeres de los colectivos más vulnerables, que nunca han sido atendidas adecuadamente: las mujeres en prisión, en exclusión y marginación, las mujeres mayores con pensiones mínimas, las mujeres explotadas laboralmente dentro de la economía sumergida, las inmigrantes sin papeles y, en especial, las trabajadoras del sexo. 

Hoy, la Europa de las “libertades” y la “Democracia” fustiga a los Estados con innumerables medidas de austeridad que repercuten en sus obligaciones sociales. En este paisaje, sentimos un miedo incontenible de perder los avances que se han conseguido en cuestiones de Igualdad entre hombres y mujeres. Avances logrados tras acciones y luchas reivindicativas desembocadas en normativas y preocupaciones sociales y políticas que apostaban por la igualdad. La cuestión es que, cuando de la economía se trata, la situación de las mujeres pasa a un segundo plano.

A pesar de la crisis que estamos viviendo, no ha habido cambios en los sistemas económicos que los humanicen y adapten a las necesidades de las sociedades y las personas que las conforman.

Las políticas restrictivas de las garantías sociales mínimas en Europa, y en España, afectan a los niveles de igualdad. Se impone el sistema financiero y mercantil sobre todas las cosas. No importa que con él se retroceda décadas en la vida de muchas personas.

El desmantelamiento del sistema público de servicios básicos repercute más en la mujer 

Con infinidad de cuestiones aún pendientes en asuntos de equidad y de justicia social, con unas pocas políticas de igualdad de oportunidades, de conciliación de la vida familiar y laboral que tenemos asentadas, asistimos al desmantelamiento del sistema público de servicios básicos.

Incluso, aunque con ello se ponga en peligro cuestiones tan importantes como el apoyo a las personas dependientes y a las que emplean parte de sus vidas en cuidarlas; éstas últimas en su mayoría mujeres. Nos parece igualmente problemático que convicciones morales particulares puedan tirar por tierra años de lucha por normalizar la educación sexual y crear la libertad y las garantías sanitarias oportunas que permitan acceder al derecho a interrumpir un embarazo no deseado.

Tampoco se inmutan ni muestran un ápice de sensibilidad quiénes ordenan los desahucios. En muchos casos se trata de familias monoparentales, en las que a su cabeza hay una madre sola enfrentando una situación de paro y pobreza.

Porque la pobreza iguala, sí, precisamente es lo que más iguala. Si a los recortes en sanidad, educación, prestaciones sociales y tantos otros, sumamos el desinterés por observar cómo estos afectan a la situación de colectivos más vulnerables, entonces quizá podamos asegurar que durante un tiempo de espejismos embaucadores sólo se hacía y decía lo “políticamente correcto” y poco más en los temas relacionados con la situación de muchos colectivos de mujeres.

Porque si los avances y los cambios hubieran sido fuertes y sólidos, hoy nadie se atrevería a tirar por tierra muchos logros pretendidamente conseguidos. Nos podemos preguntar ahora qué va a pasar en colectivos en contextos de pobreza cuando la universalización de los servicios sanitarios, o educativos no estén al alcance.

Y profundizando más en cuestiones relacionadas con la situación de las mujeres, qué va a pasar con lo nunca bien abordado, lo nunca atendido en su medida justa: las mujeres en prisión, en exclusión y marginación, las mujeres mayores con pensiones mínimas, las mujeres y la explotación laboral de la economía sumergida, las inmigrantes sin papeles, y tantas y tantas cuestiones. En la mayoría los casos de vulneración de los derechos fundamentales de mujeres hay detrás una violencia estructural del sistema.

Generalmente las prostitutas y aquellas asociaciones que trabajan con ellas (y no en su contra, como las abolicionistas), consideran que las políticas que finalmente acaban implementando las autoridades públicas "empeoran y precarizan" sus condiciones de vida y trabajo como dice la APDHA. Por eso, como estas activistas de STRASS, vuelven a salir a la calle para expresar el rechazo a su criminalización, que practican las diferentes administraciones siempre "en su beneficio".



Las mujeres que ejercen la prostitución 

En la fecha del 8 de marzo caben muchas reivindicaciones, quizá faltarán fechas y años para poder recogerlas. En la de este año queremos abordar el tema de la PROSTITUCIÓN, y todo lo relacionado con la dignidad de las personas que la ejercen.

Es obvio que la PROSTITUCIÓN es un fenómeno muy complejo. Muchas y muy distintas son las circunstancias, las situaciones socio-económicas de quienes la ejercen y de quienes la demandan. Por ello, tendemos a posturas radicales que generalizan demasiado y miden con el mismo rasero cosas diferentes.

Sentimos el compromiso de avanzar en el conocimiento de las realidades que viven quienes trabajan en el contexto de la prostitución, y centrarnos en aquéllas situaciones que presentan mayores problemas de exclusión social. Tenemos la firme convicción que la solución a muchos problemas relacionados con la prostitución está en las mejoras de las condiciones laborares y de vida de quiénes se dedican al trabajo sexual. 

Nuestra postura está comprometida con el reconocimiento de los derechos laborales, el empoderamiento de las mujeres que libremente hayan optado por la realización de la actividad como medio de conseguir su remuneración económica, con el acompañamiento y apoyo a quiénes se encuentran en situaciones de vulneración de sus derechos.

Queremos denunciar rotundamente como la proliferación de ordenanzas municipales empeoran y ponen en una mayor precariedad el ejercicio de la prostitución en la calle, queriendo invisibilizar una realidad social a la que no se va atender y que, aunque se haya hecho constar en el momento de las sucesivas apariciones de las ordenanzas, nunca llevan una contrapartida de acciones sociales que ayuden en alguna medida en la situación creada.