Otra liberal, asimismo del PP, dio hace unos días su opinión sobre este tema. No realiza ninguna condena a priori sobre la prostitución, es más, plantea algunos asuntos muy interesantes: ¿por qué se ensaña tanto la sociedad con las prostitutas? ¿es justa esta persecución? ¿podemos seguir haciendo la vista gorda frente a un asunto que se ha convertido en un verdadero PROBLEMA SOCIAL? ¿legislaremos de acuerdo a sus demandas o por el contrario nos sumaremos a quienes 'claman contra ellas'?
He añadido el primero de mis comentarios en su blog, os recomiendo acudir directamente a la entrada donde lo publica puesto que se ha desarrollado un fortísimo "debate" (o pelea, más bien) entre regulacionistas y abolicionistas que claramente pone de manifiesto nuestros puntos de vista.
Montserrat Nebrera, Periódico de Catalunya - 13/09/2009
¿Puta? ¡Reputa!» Eso dice el casposo Torrente de la mujer de uno por acostarse con todo macho viviente. Pero ¿es puta por refocilarse en el sexo? ¿Y si el goce le reporta además la licencia de un bar, plaza en la universidad, o posición relevante en una empresa? Tantos sentidos distintos para el término prostitución dificultan proponerle soluciones. Pero ¿las requiere o son el uso de la vía pública, el control sanitario del colectivo y la evitación del crimen organizado lo que nos preocupa? Porque tal vez la mayor parte de la sociedad no condena la venta o alquiler que uno haga de su cuerpo –al fin y al cabo nadie se ha metido con la que alquiló su útero a Ricky Martin para que consiguiese sus gemelas–, ni hay cruzada general contra toda esa juventud (modelos y exmodelos se llevan la palma) que casualmente sólo se enamora de personas ricas y famosas que les triplican la edad, ni hay quien critique lo de aguantar un matrimonio por mantener el nivel de vida.
Mayor escándalo produce atisbar la venta del alma, individuos con capacidad de metamorfosearse en el paisaje y decir o hacer aquello que más conviene: políticos y periodistas se llevan en esto la palma, pero ni son los únicos ni los peores; sólo los más visibles. Cada uno vende lo que puede mientras haya alguien dispuesto (incluso obligado) a comprar. Esa es la triste realidad de una actividad tan antigua, como se encargaba de recordarnos aquella magnífica Familia, de León de Aranoa, en la que un individuo se compraba el servicio de amor completo. Y vaya por delante mi respeto a todas las soledades que no han encontrado paliativo mejor.
En el extremo opuesto, en lo evidente, la frontera entre prostitución y esclavitud no debería dejar lugar a dudas. Cuando quien se vende lo hace por miedo, por desesperación, por salvar la vida de las personas que le importan, y encima lo hace en condiciones que afrentan la mínima dignidad humana, los delitos son otros: quien perpetra el tráfico de carne humana para prostituirla bajo amenazas debe ser perseguido contundentemente, pero también el pagano consciente de la situación, que así colabora con el traficante, o aquel cuya cooperación necesaria aporta infraestructuras a un delito que es de «lesa humanidad». Y por mucho que se rasguen las vestiduras las feministas, diciendo que, sobre todo, la prostitución es de mujeres, el horror de los horrores es la infantil y para sus perpetradores la cadena perpetua es un regalo.
Gran parte del colectivo quiere ser tratado como el de cualquier oficio, pagar sus impuestos y tener un local. Y visto que nos abstenemos de entender la prostitución como delito por la dificultad de ponerle puertas al campo, las casas de putas de antaño (donde acuden, sobre todo, los que más claman contra ellas) parecen el menor de los males. Y a quienes compran o venden sus favores en la calle, quizá pueda decírseles poco, pero, a quienes en la calle los practican, habrá que recordarles que la calle no es suya.
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Mi opinión:
Me ha gustado mucho su artículo, doña Montse. Sí, efectivamente, la categoría de puta como elemento de coerción social se aplica a todo aquella mujer que se sale del rol establecido. La mujer que visibiliza su sexualidad se convierte en una rebelde en nuestra sociedad, que es lo que ocurre a las prostitutas, especialmente las que ejercen en medio abierto. Es necesario romper con esa categorización que limita nuestra sexualidad y por ende nuestra LIBERTAD.
Para una parte nada despreciable de la sociedad lo que resulta preocupante es el uso que se hace de la vía pública. La expresión abierta de una sexualidad transgresiva rompe sus esquemas y les causa una profunda intranquilidad. Luego recurren a ciertos clichés para reforzar sus argumentos, como es el caso de los problemas sanitarios o el crimen organizado. La verdad es que eso es lo que menos les interesa, únicamente quieren sacar a “las putas” de sus calles, los problemas que puedan padecer les importan bien poco. Pero esa no es la postura que debiera mantener un responsable político digno de tal nombre.
Es cierto que aquel político que atienda a las reclamaciones de quienes realizan esta actividad debería legalizarla, pero claro, es una decisión muy controvertida que le hará ganarse tanto amigos como enemigos. En muy pocas ocasiones se han elaborado políticas públicas atendiendo a las necesidades de este sector, las personas que ejercen la prostitución siempre han sido unas auténticas parias sociales. Afortunadamente algunos políticos como ud o doña Esperanza comienzan a tener la valentía de tratar este problema desde un punto de vista realista, sin las neblinas morales que todavía ciegan a muchos otros.
Espero que siga interesándose en el tema y trabajando por los más necesitados, como decía Mariano el año pasado “por los currantes”. Mientras en el PSOE son expertos en crear problemas donde no los hay, en el PP lo que sabemos hacer es aportar SOLUCIONES: no es justo denunciar el ejercicio de la prostitución en la vía pública cuando el ayto se ha dedicado sistemáticamente a cerrar las pensiones y hostales donde se ocupaban con el fin de presionarlas para marcharse. El responsable último de esas escenas ha sido el señor Hereu, no puede quejarse de un problema que él mismo ha creado.
Reciba un cordial saludo, la felicito por tener las ideas bien claras y abordar con valentía un asunto tan espinoso.
2 comentarios:
Cliente X, me parece que hemos de tener algo de cuidado con el enfoque político 'liberal' a la hora de analizar la prostitución (un enfoque como el de Esperanza Aguirre). Este enfoque creo que es parcial y tiene sus carencias: no tiene en consideración las desigualdades previas y estructurales que afectan a las personas, relativas a diferentes aspectos -diferencias en el acceso a los recursos, falta de oportunidades formativas y laborales -sobre todo entre las mujeres, desigualdades en relación a la realización de la sexualidad y afectividad de hombres y mujeres, etc., ni las diferencias de vivencia personal, entre unas y otras personas, de dichas prácticas o las posibles consiguientes alienaciones que pueden ocurrir tanto en algunas personas oferentes como en algunas demandantes de sexo de pago. Me parece que dicho enfoque liberal, compartido también por Fonseca -por ejemplo- analiza la prostitución en una clave, sobre todo economicista-contractualista.
Me parece igualmente que los discursos del feminismo pro-derechos de asociaciones como Hetaira (Madrid) o LICIT (Barcelona) no resulta identificable con tales análisis en clave liberal-contractualista (del estilo de algun@s miembr@s del PP). Pregúntales a Cristina (Garaizábal) o a Concha García (de Hetaira) o a Isabel Holgado (LICIT) y verás como lo que digo es cierto.
Yo tampoco soy favorable a los análisis de la prostitución en clave del marxismo clásico (engelsiano), pero es que no debemos pasar de un extremo al otro (del marxismo más ortodoxo al ultra-liberalismo) cuando analizamos un fenómeno tan complejo como la prostitución; vamos, me parece a mí...
El liberalismo no es sólo economía, es también una doctrina político-social. Doña Esperanza no busca sólo que las chicas paguen impuestos, sino también reconocer su libertad y capacidad de autodeterminación personal a la hora de decidir qué proyecto de vida quieren mantener. Los liberales pretendemos respetar a todas las personas y opciones vitales, apostamos firmemente por una sociedad ABIERTA.
Por supuesto reconocemos que no existen las mismas oportunidades para todos, aunque idealmente debería haberlas. De todas maneras todos estamos condicionados de alguna u otra forma, considero que las personas que ejercen la prostitución no se encuentran más limitadas que las demás. Todas las que conozco podrían trabajar en otra cosa, de hecho en este último mes dos amigas han cambiado su trabajo, han abandonado la prostitución sin necesidad de ayuda externa alguna.
Cuando quede con Cristina la preguntaré, ciertamente Mamen Briz mantiene una postura de izquierda "clásica" y desconfía por tanto de los liberales. Pero es que esto se relaciona con otra de las luchas que mantengo actualmente, como sabes sostengo que los liberales (PP, UPyD, Ciutadans) somos actualmente la IZQUIERDA POLÍTICA, y en cambio lo que tienden a considerarse como izquierda (especialmente el PSOE) es ULTRADERECHA. Nos engañan no sólo en este tema de la prostitución, sino también en materia económica, de política social, de identidad nacional... pero como este planteamiento es tan contracorriente que difícilmente va a ser aceptado prefiero renunciar a los términos de "izquierda-derecha" y emplear los de "demócratas-totalitarios".
Cliente X, el torcido
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