domingo, 20 de septiembre de 2009

¿Es posible el debate con los abolicionistas?

"En el movimiento feminista las posiciones se han polarizado en torno a la que se denomina 'pro derechos' y la 'abolicionista' (...) Lamentablemente los debates polarizados tienden a empobrecer y simplificar las posiciones. Algunas portavoces ligadas al abolicionismo niegan reconocimiento y legitimidad feminista a quienes no compartimos sus puntos de vista. Las ocasiones en que se pueden confrontar ideas se convierten en diálogos de sordas, cuando no en trifulcas".

María José Capellín, feminista "pro derechos"



Este es más bien un asunto interno, un problema que afrontamos quienes abogamos por cierto tipo de regulación (porque el reglamentarismo higienista o la prohibición también son regulaciones) de la prostitución, una regulación cuyos objetivos tácticos, inmediatos, pasan por mejorar las condiciones laborales y la calidad de vida de los trabajadores del sexo; a largo plazo albergaríamos unas metas más ambiciosas, fundamentalmente la normalización social de la prostitución. Es decir, que no sólo sea equiparable legalmente a cualquier trabajo, sino que llegue a ser asumido como tal por la sociedad. De todas maneras quiero tratarlo públicamente, tengo la dichosa manía de buscar siempre la mayor transparencia en cualquier asunto. Esto me va a costar un disgusto el día menos pensado...

La cuestión, para quien no la conozca, es que el debate que mantenemos con los abolicionistas hace tiempo que se ha estancado, cada uno nos atrincheramos en nuestras posiciones y no hay manera de avanzar. Pareciera como si fuese una especie de "guerra de religión", en la que cada bando se considera poseedor de la verdad absoluta.

Los abolicionistas pintan un cuadro de la prostitución completamente desolador. Según ellos no cabe distinguir entre prostitución voluntaria y forzosa: la inmensa mayoría de las personas prostituidas estarían sometidas a una mafia que las estaría obligando a mantenerse en este submundo en contra de su voluntad, y en todo caso las pocas que dicen dedicarse a ello libremente estarían fuertemente condicionadas por su precaria situación económica, así que únicamente las mujeres más pobres "optarían" por ejercer la prostitución ante la ausencia de alternativas a la que les aboca su miseria. Por esta razón tampoco diferencian entre prostitución y trata de personas: el tráfico de personas sería el paso previo a la prostitución, los prostituidores necesitarían de una fuente que les suministrase sus esclavas sexuales. Obvia decir que las ganancias que obtienen estas "víctimas" no irían a parar a sus bolsillos, sino a las mafias que las trafican primero y las explotan después. Asimismo la prostitución ejemplifica la ancestral opresión del hombre hacia la mujer, puesto que pone a la venta a un grupo de mujeres para satisfacerles permitiendo así reproducir generación tras generación estas antiquísimas prácticas machistas. Por último aducen que esta terrible explotación acarrearía gravísimas consecuencias (tanto físicas como psicológicas) a quien se ha visto sometido a ella.

Digamos que, sin ánimo de ser exhaustivos (como diría don César Vidal), estos son los puntos básicos de la retórica abolicionista. Los regulacionistas contamos de otra manera la película. No negamos que, en algunos casos determinados, no sean ciertos los abusos que se denuncian desde el abolicionismo: en todo momento hemos manifestado nuestro compromiso a combatir las mafias y a proporcionar alternativas viables para aquellas personas que deseen abandonar la prostitución. Pero nos negamos a considerar a estas mujeres como meras víctimas, como sujetos pasivos sin capacidad de decisión, que tendrían que ser "redimidos" mediante programas de reinserción social. Resulta que también tenemos como ellos un posicionamiento ideológico, pero que parte de la realidad, de hablar con ellas, de convivir con ellas, incluso... ¡de ellas mismas! ¿Cómo se explica usted, amigo lector, que sin excepción todas y cada una de las "profesionales del sexo" que aparecen en los medios se opongan al discurso abolicionista? Como decía el presidente Mao las ideas correctas provienen de la práctica. Nosotros decimos que, en base a nuestra experiencia personal -y no porque, como nos acusan, nos creamos ninguna "leyenda rosa" de la prostitución o estemos a sueldo de los empresarios (a mí me podrían pagar en "especie", jajaja, es broma...)- ni la inmensa mayoría de las meretrices están coaccionadas (de hecho afirmamos lo contrario), ni la trata de personas tiene la proporción que se enuncia, ni las relaciones en ámbito de prostitución son necesariamente desiguales, violentas o degradantes (antes al ravés, Marien o yo mismo las comparamos favorablemente con las llamadas "de pareja estable") o la prostitución produzca unas devastadoras secuelas.

Claro, estos dos pareceres son incompatibles. O es burro o es burra, dicen en mi tierra. Se podrá replicar que todo esto puede comprobarse, que habrá alguna manera de poder averiguar la realidad de los hechos y así determinar quién tiene razón en qué. No señor. Los diferentes estudios, testimonios, experiencias también difieren diametralmente. ¿Pero es posible que una persona que ha trabajado durante 20 años con prostitutas te diga exactamente lo contrario que otra que ha hecho lo mismo? Vaya que sí. ¿Qué sucede entonces? ¿Es que una de ellas es ciega? ¿Es tonta? ¿Está drogada y su percepción de la realidad se halla distorsionada? ¿Es que acaso está mintiendo? ¿Y si es así a qué es debido?

Intensísimo debate en el que salen a relucir los tópicos más comunes sobre la prostitución. El discurso de doña Lidia Falcón destaca por su intransigencia extrema. ¡Pero cómo se pone, peor que el señor Ferstrynge (como le llamaba antes Tierno Galván y ahora don Federico)! Vean el video, no tiene desperdicio. Al final dan ganas de levantar las manos e implorar que no te pegue, jajaja.



Hasta ahora nosotros no habíamos sido capaces de articular una respuesta plausible. Los abolicionistas argumentaban que desconocíamos la amarga realidad de la prostitución, que partíamos de un punto de vista liberal y permisivo, o que incluso el "lobby" empresarial nos estaba untando. Todo esto a los regulacionistas (muchos de ellos provenientes de la izquierda y del feminismo) les parecía una sarta de barbaridades sin fundamento alguno. Al igual que sus argumentos. Pero como carecían de malicia se limitaban a defenderse y a contraargumentar con datos empíricos. Esta estrategia es un error y se halla condenada al fracaso más estrepitoso, no porque no esté convencido de que seamos nosotros quienes llevamos la razón y podemos derrotarles dialécticamente esgrimiendo hechos probados, sino porque ésta no es el arma con la que vayamos a ganar la guerra.

Lamentablemente -he de reconocerlo- los abolicionistas se encuentran infinitamente mejor organizados que nosotros. Cada acción que toman se halla minuciosamente planificada, no hacen nada sin motivo. Nosotros nos limitamos a reaccionar a sus movimientos, hemos abandonado en sus manos toda la iniciativa estratégica. Y como sabe cualquiera, las guerras no se ganan únicamente defendiéndose. Nosotros no sólo tenemos que mostrar la prostitución real, tal cual es en nuestro entorno, paso indudablemente necesario y que estamos haciendo como buenamente podemos. Además tenemos que adelantarnos a sus movimientos, hemos de explicar por qué ellos están ocultando la verdad, qué es lo que se esconde tras el ataque a la prostitución.

Voy a explicaros esto con un ejemplo histórico. Ahora que es el 70 aniversario de la II Guerra Mundial se está recordando cómo Hitler fue obteniendo sus victorias, muchas de las cuales no fueron militares sino políticas. La militarización de la Renania, la anexión de Austria, la ocupación de los Sudetes, la obtención de Memel... siempre seguía el mismo patrón, denunciaba unas supuesta injusticias -que magnificaba- pero no tanto porque fuese un abanderado de los DDHH o de las libertades civiles (a veces uso tanto sarcasmo que debo parecer un cabrón, jejeje) sino porque servía como MERA JUSTIFICACIÓN para sus fines. Su auténtico objetivo era la conquista de Europa, la eliminación de sus enemigos a los que negaba la condición de humanos (untermensch, subhombres) y la consecución de un rígido sistema totalitario bajo una doctrina ideológica: el nacionalsocialismo.

Bien, algunos regulacionistas han ido cayendo de la burra (ya era hora) y denuncian la interesada instrumentalización que hacen los abolicionistas de los aspectos más sórdidos de la prostitución. Fíjense en que, mientras nosotros reconocemos la complejidad del fenómeno, ellos emplean la simplificación más extrema: NINGUNA va por libre, SIEMPRE hay un chulo, TODAS han tenido enfermedades o traumas... Necesitan crear un enemigo, no están en absoluto interesados en cómo es la realidad sino en lograr sus objetivos, y para ello el medio más eficiente no es el debate sereno, desapasionado y racional; sino LA PROPAGANDA.

Así como Hitler creaba una realidad maniquea, un Mundo en blanco y negro completamente IRREAL pero ajustado a sus INTERESES; los abolicionistas construyen un "mundo de la prostitución" que poco o nada tiene que ver con la realidad, pero que en cambio resulta INMEJORABLE para respaldar su proyecto político totalitario. ¡Pero qué cuenta este "friki"! Dirá más de uno, ¿que los abolicionistas son unos nazis? ¡No! Afirmo que son PEORES, son como la élite nazi, como unos auténticos SS. Su fanatismo (quien no piensa como ellos está "loca" -caso de las prostitutas- y necesita ser "reinsertada", "redimida", "REEDUCADA" o defiende los intereses de una vil casta con gran poder económico, llámense "proxenetas" o "JUDIOS"), desprecio al diferente (ya veis como nos tratan a los clientes, primero buscan convertirnos en objetivo del desprecio social para posteriormente aplicarnos toda una serie de medidas coactivas, como a los judíos o los gitanos) y manipulación de la verdad (el amplio uso que hacen de la propaganda, técnicas desinformativas y estudios "pseudocientíficos" harían palidecer de envidia al mismísimo Goebbels) no dejan lugar a dudas: tenemos frente a nosotros a los enemigos de la sociedad abierta, como los llamaba Popper.

Entonces es natural que si nos enfrentamos a un ENEMIGO (si ellos nos dan ese trato debemos actuar recíprocamente) que está recurriendo a una guerra sucia, de propaganda, de manipulación y de mentiras; tendremos que adecuar nuestras ARMAS a él. Digo que hemos de ser conscientes de cómo actúan, no que hagamos lo mismo: para empezar porque sencillamente no lo necesitamos, con mostrar las cosas a las claras nos basta y nos sobra; y en segundo lugar porque NOSOTROS NO SOMOS COMO ELLOS. Los medios no sólo no justifican el fin, sino que dan idea de qué tipo de fin se persigue. Un fin bueno y justo jamás se podrá obtener por unos medios perversos. El debate con ellos -es mi opinión y la experiencia la avala- es una pérdida de tiempo, como se suele decir no hay peor sordo que el que no quiere oír. Por supuesto que debemos seguir intentándolo por todos los medios, no debemos rehuirlo nunca, pero hemos de tener claro que nuestro objetivo no va a ser tanto convencerles sino DESENMASCARARLES. No son personas interesadas en comprender el fenómeno de la prostitución o en aportar soluciones constructivas, sencillamente quieren utilizar un asunto muy controvertido que se presta como pocos otros al burdo sensacionalismo para dar otro paso más hacia la construcción de una sociedad rígida, cerrada y no inclusiva.

Si he ido aprendiendo algo en política es que debes conocer a tu adversario. Cuando los demócratas decimos que, por principio, no se negocia con los terroristas no es por un motivo de orgullo, de intransigencia o -ni mucho menos- porque creamos que hay temas que no puedan ser tratados. Con demócratas cualquier asunto puede ser estudiado y modificado, desde la reforma de la Constitución hasta la independencia de un territorio. El problema, como la dije un día a doña Rosa Díez, es que NO SE PUEDE SER DEMÓCRATA CON LOS NO DEMÓCRATAS. Es un asunto de resultados, actualmente la mayoría de los historiadores aceptan que fue la política del apaciguamiento ("appeasement") la que dió alas a Hitler, puesto que él "hablaba" un idioma político diferente al de Chamberlain y Daladier. Es esto lo que nos ocurre con los abolicionistas, no nos podemos entender porque empleamos lenguajes distintos. En política no hay únicamente que escuchar qué es lo que te dice la otra persona, sino qué es lo que te quiere transmitir, qué es lo que esta pensando y en última instancia qué se propone con ello.

Este es un tema en el que por lo general los regulacionistas no nos hemos parado mucho a pensar. No es mi intención ofrecer una verdad absoluta como hacen ellos, sino proponer una hipótesis que pueda explicar el por qué de un comportamiento que para buena parte de nosotros todavía resulta un enigma y hasta nos causa extrañeza. Mas que certezas me gustaría que mis palabras os sembrasen dudas, inquietudes, que por muy extravagantes que os parezcan (me hago cargo de que la primera impresión será esa) os invitasen a la reflexión y pudiésemos discutirlo en este espacio. Como veréis no sólo defiendo la prostitución en cuanto afecta a mis intereses como usuario, sino por una razón de principios, porque considero que al hacerlo también estoy protegiendo los valores propios de una sociedad libre.

3 comentarios:

Montse Neira dijo...

Visto, lo visto y cómo las gastan, al final si que voy a tener que marcharme a Australia. Al menos ahí está legalizada la prostitución y hay DEMOCRACIA.
Todo lo que planteas tiene su lógica, porque cuando ya se llega al extremo de que no te dejan hablar, ni expresarte y máxime cuando lo haces con educación, eso es totalitarismo.

Josep dijo...

Las y los abolicionistas se basan en viejos dogmas:
- quien paga es un hombre, heterosexual, casado y ejerciente del patriarcado.
- quien cobra es mujer, víctima del sistema y/o de las mafias y/o de las malas compañías.

Y aunque los dogmas sean falsos, y se valoren por pura androfobia, son sus dogmas. Y con las cosas de la FE, poca cosa hay para debatir.

Salud y suerte.

Cliente X dijo...

Son ellos quienes se tienen que ir a tomar viento (o a otros sitios más feos). Hemos de lograr que sean los abolicionistas quienes se planteen marcharse, que se sientan rechazados, que prueben de su propia medicina.

Cliente X, ¡tomemos sus cañones y exterminémosles con ellos!