Hoy hace 4 años que falleció el protagonista del probablemente mayor escándalo sexual en el Reino Unido, John Profumo. La historia es bastante larga, intentaré ser breve para centrarme en lo que me interesa.
Básicamente lo que sucedió fue que el Secretario de Estado de Guerra (el equivalente a nuestro Ministro de Defensa) británico mantuvo una relación extramatrimonial con una callgirl o escort de la época, la bella Christine Keeler, de quien los servicios de inteligencia sospechaban que pudiese estar trabajando para el espía soviético Yevgueniy Ivanov, agregado naval en Londres.
El partido de oposición, el laborista, supo reconocer la oportunidad que se le presentaba cuando tuvo noticia de este asunto y se apresuró a filtrarlo en el “Westminster confidential", creando una auténtica tormenta política que hizo naufragar al gobierno: Profumo fue obligado a dimitir tras mentir sobre su relación en la comisión de investigación que se abrió en la Cámara de los Comunes (como nuestro Congreso de los Diputados), y la pésima imagen creada -ya que él era un hombre casado en una sociedad muy conservadora y ella tenía entre sus clientes a reconocidos delincuentes como Aloysius ‘Lucky’ Gordon y Johnny Edgecombe-, dañó severamente la reputación del gobierno conservador presidido por Harold Macmillan, facilitando el acceso al poder de los laboristas liderados por Harold Wilson.
El cesado ministro no volvería ya nunca más a la vida pública, a partir de entonces dedicaría el resto de su vida al trabajo social para los pobres. Al parecer su mujer le perdonó y continuaron juntos. En 2003, a petición de Tony Blair, el Parlamento lo reincorporó al Consejo Real del que había sido expulsado en 1963. En cambio Christine, tras pasar 9 meses en prisión por perjurio, se hizo famosa y todo un icono de la cultura popular. Años más tarde escribiría sus memorias.
Christine Keeler posa en mayo de 1963 para Lewis Morley, convirtiéndose instantáneamente en una celebridad y en un símbolo sexual. La historia de una jovencita de 19 años que se pasaba por la piedra a lo más granado de la sociedad londinense se convirtió en la comidilla de todos.
Esta historia tiene mucho jugo, de ella se pueden sacar bastantes lecciones. En primer lugar la alta categoría de ciertos clientes, entre los “pacientes” de la señorita Keeler se encontraba desde un ministro a un agregado naval, pasando por diplomáticos, espías, y –según algunos medios- el mismísimo esposo de Isabel II, el príncipe consorte Felipe de Edimburgo. En muchos casos los clientes de prostitutas son personas perfectamente integradas en la sociedad, respetadas en su comunidad, bastantes veces con pareja y que ni tienen problemas de relación con las mujeres como afirman las abolicionistas ni originan problemas de inseguridad como nos acusan ciertos vecinos.
También podemos señalar el altísimo precio que paga aquel personaje público (Elliot Spitzer, Tiger Woods…) cuya condición de “putero” es revelada al público. Frecuentemente su carrera profesional se viene abajo, a pesar de que como el señor Profumo sea una persona preparada (estudió en Oxford), prestigiosa (veterano de la II Guerra Mundial) y haya demostrado valía (largos años de trabajo en el ministerio). Mientras la prostitución siga siendo considerada un tabú los clientes, y más aquellos que queremos labrarnos una carrera profesional, hemos de ocultar nuestra condición no por vergüenza, no porque hagamos algo malo, no porque seamos unos hipócritas sino por MIEDO, solamente por una cuestión de supervivencia social. Constantemente denuncio esa falacia abolicionista por la cual el mero hecho de contratar a prostitutas nos convertiría automáticamente en malas personas. Pues no, hay de todo, y de hecho la mayor parte de sus clientes son buena gente. La relación entre clientes y prostitutas no es siempre la misma, depende de los valores culturales que predominen en la sociedad, así las propias chicas aseguran diferencias entre nosotros según el lugar de procedencia; pero por lo general manifiestan que el trato que las dispensamos es excelente. Para nosotros ellas son nuestras compañeras sexuales y parejas comerciales, personas con las que disfrutamos y compartimos muy buenos momentos, quienes las ven como "putas asquerosas" indignas y que se humillan no somos nosotros sino quienes atacan la prostitución.
La última lección sería de índole puramente política, el saber aprovechar un lio de faldas para denigrar a alguien provocando su ruina. No creo que realmente los asuntos de seguridad interna de Albión corrieran peligro, es de suponer que un ministro ha de tener suficiente sentido común y prudencia como para no revelar nada que pudiera comprometerle. Desde luego el MI5 no encontró nada, y si bien es cierto que mintió en el Parlamento también lo es que no tenía alternativa. ¿Alguien se imagina a un alto cargo político reconociendo que le molan las pilinguis? Y es algo que si ustedes lo piensan friamente no solo no es negativo, sino altamente beneficioso. Como no va a tener una única amante será más difícil que se enamore ciegamente y por tanto que sea vulnerable a una extorsión como sería un secuestro. Además al copular de manera regular gozará de salud y buen humor, con lo que podrá desempeñar adecuadamente sus tareas. Asimismo contribuyen a aumentar el empleo joven y femenino, colaborando de esta manera a una mayor igualdad social. Bien, vamos de putas, ¿y qué?
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