El Colectivo Hetaira organiza unas mesas de debate en las que tratar problemas graves relacionados con la prostitución, pero desde un enfoque distinto al que generalmente estamos acostumbrados. Hace poco hablé sobre unas jornadas realizadas por las adoratrices que vendrían a trasladar la visión más "mainstream" acerca de este tema y señalé la relevancia del lenguaje empleado.
Pues bien, aquí sucede lo mismo... pero al revés. En la primera de las charlas hablan de "efectos colaterales", ¿os suela de algo ese término, colateral? Los famosos "daños colaterales" de las guerras, cuando resulta que le pegas un pepinazo a uno de los tuyos o bombardeas -por error, indiscutiblemente- a la población civil. Vendría a ser que, a pesar de lo bienintencionadas que son las políticas antitrata, sin querer queriendo (como diría el Chavo) sus resultados reales acaban siendo muy distintos de los proclamados: redadas, expulsiones, reclusión en CIEs...
En el segundo se habla de la trata... con fines de "prostitución forzada". Ya no es la famosa "explotación sexual". No son para nada términos equivalentes y me alegra que vayamos percatándonos de este hecho. Yo estoy en contra de la prostitución forzada, como contra cualquier otra forma de coacción. Pero es que la explotación sexual, como reconoce el propio Colectivo Hetaira, se emplea como sinónimo de prostitución. Creo que realizar esta aclaración es fundamental, pues cuando hablamos de normalizar la prostitución nos dicen que estamos defendiendo la explotación de mujeres o equiparan el reconocimiento de derechos a que sancionamos situaciones de abuso. No es así para nada, antes al contrario. Se trata de DIFERENCIAR entre diferentes realidades que se pueden dar en el trabajo sexual. Prostitución voluntaria, buena. Vamos a reconocer derechos y a combatir el estigma. Prostitución forzada, mala. Vamos a combatirla y a ofrecer alternativas viables para quien quiera dejar la prostitución.
Hetaira aporta una perspectiva crítica acerca de las actuaciones implementadas por las autoridades en su cruzada contra la trata. ¿Cuál es la aplicación real de estas políticas? ¿Cómo se ven afectadas las víctimas, se las ayuda o se las "revictimiza"? ¿Sería posible que bajo la retórica de proteger a los más débiles se les estuviese perjudicando?
C/ Escuadra, 11 (metro Lavapiés L3 o Antón Martín L1).
Sábado, 9 de Mayo a las 11:30
11:30 Mesa redonda: Efectos colaterales en las políticas de lucha contra la trata: terminología y praxis. Intervienen Gail Pheterson (compiladora del libro "Nosotras, las putas" y autora del libro "El prisma de la prostitución" ) y Cristina Garaizabal (Colectivo Hetaira).
16:30 Mesa redonda 2: Experiencias en la protección de los Derechos Humanos de las víctimas de trata con fines de prostitución forzada. Intervienen: Ninfa (trabajadora del sexo en diferentes zonas de Madrid), Marjan Wijers (Jurista, investigadora social, consultora sobre trata de seres humanos. Fue miembro del grupo europeo de expertos en el tráfico de seres humanos de la Comisión Europea), Clarisa Velocci (Associació Genera), Marta González (Proyecto Esperanza).
Formulario de inscripción para asistir a las jornadas.
La prostitución es un tema muy controvertido, no sólo debido a su condición de tabú (lo que conlleva su ocultación a la luz pública) sino porque además refleja de manera meridiana valores y principios contrapuestos. Es por ello que los diversos enfoques existentes sobre la misma son absolutamente irreconciliables. Soy un cliente y amigo de prostitutas que, preocupado ante el debate social generado, ha decidido romper su silencio y aportar su novedoso punto de vista.
viernes, 24 de abril de 2015
Jornada sobre derechos humanos, trabajo sexual y trata
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
MARÍA ROSALBA (LA REPOLLA) “El día en que Dios me llevo a su casa”
Después de vivir sumergida en el mundo del vicio y la prostitución, fue necesario que María Rosalba emprendiera un extraño viaje para llegar a su destino: Dios
"Cuando trabajaba como prostituta las drogas eran parte de mi vida. Una tarde me metí una traba de todos los vicios posibles: me tome cinco pepas, me aplique morfina, cocaína, perica, punto rojo, y tome cerveza, aguardiente y vino. Después de perder la conciencia por varias horas, me despertó la grabadora, que todavía seguía sonando".
"Cuando me levante todo lo veía raro, los vasos no contenían cerveza sino sangre, y las botellas se veían rojas. Lo único que veía era sangre. No se como salí de la casa pero me fui descalza, despelucada, casi desnuda y me fui a dormir en una iglesia, la del voto nacional".
"Lo siguiente que recuerdo es que el padrecito me despertó. Despierte hija, dijo el padre, estas en la casa de Dios, no en un dormitorio. Abrí los ojos y lo primero que vi fue a nuestro Señor Jesucristo. En ese momento supe que había sido él, quien me había llevado y lo había hecho por una buena razón: era hora de comenzar una nueva vida".
Esta señora de 63 años de edad, cuyo rostro acoge todos los desastres y tristezas de la calle, conoce el “cartucho” desde que se escapo de las golpizas que le daba su madre a los siete años.
El apodo de "la repolla” se lo pusieron por su contextura física: bajita y gordita, cabello largo y crespo, y porque vestía unas enaguas anchísimas, que llamaban cancanes, y que ella usaba como cadenetas.
Por su juventud y escasos años fue presa del maltrato y los abusos, lo que la obligo a defenderse con armas blancas desde muy temprana edad.
María Rosalba llego a la Fundación Vida Nueva, a comienzos de los años 90, cuando empezó a ir al grupo de oración con una amiga, desde hace 18 años, dicho grupo ha organizado y ayudado a mujeres prostitutas y jóvenes para compartir sus experiencias de vida y estudiar la Biblia. Aunque ya había tomado la decisión de dejar la prostitución antes de llegar ahí, “la repolla” ha encontrado un gran apoyo tanto en los consejos de Nohora y el apoyo incondicional de “la gorda”, a esta ultima la conoció en sus últimos años en las calles.
En el medio de la pobreza extrema en la que vive, María Rosalba mantiene una dignidad increíble, la misma que en sus años de prostituta permitió ocultarle la verdad a sus hijos, la que nunca les puso un dedo encima antes de bañarse o desinfectarse después de regresar del trabajo. Hoy vive en un abigarrado cuartito en un inquilinato del barrio San Bernardo, rodeada de muñecas de plástico y de felpa, cajas de whisky vacías, un televisor en blanco y negro y una pequeña grabadora ajustada con un cordón blanco. Aunque en esta vivienda casi no hay espacio para lujos como un televisor a color, un DVD o un armario no hacen falta, de todas maneras en ningún palacio cabria el corazón de “la repolla” que con su sonrisa mueca todavía quiere salir adelante.
Creo que deberíamos ayudar a esta mujer a dejar la religión, que tanto daño le ha hecho y ha arruinado su vida.
Publicar un comentario