Cuando comencé a escribir sobre prostitución decía, como tantas otras personas vinculadas a esta realidad, "hablen con las chicas". Era lo que yo había hecho, y lo que me había ayudado a ir desprendiéndome de las equivocadas creencias que arrastraba. Pero pasaban los años y veía que las posiciones de ciertas personas no cambiaban. Y es que este ejercicio, que me resultaba sencillo, para otros se presentaba como una dificultad insalvable. Acabé dándome cuenta y aceptando la realidad: no a todo el mundo le resulta tan fácil hablar de una manera distendida y natural con las prostitutas. Es más, cuando fui investigando más y conociendo las "investigaciones" de determinados periodistas y académicos no pude sino alarmarme ante lo que me parecían enormes errores. Efectivamente, algunos sí que llegaban a tratar con prostitutas... pero lo hacían de una manera tan torpe, tan forzada, tan intrusiva y carente de todo tacto que resultaba contraproducente. De hecho, a veces más que conversaciones parecían estar sometiéndolas a un interrogatorio. Las chicas detectaban inmediatamente que no eran "de su mundo" y, por decirlo de forma que no ofenda a nadie, no respondían con total sinceridad a sus cuestiones.
Y casi peor era cuando contaban la verdad, pues para llegar a ver las cosas como ellas las ven tuvieron que pasar un largo y complejo proceso de adaptación. Eso es algo que hay que vivir, que por mucho que se explique no se puede entender si no se experimenta. Fue algo que me pasó, lo que ellas me decían con total naturalidad me parecía inconcebible. Sencillamente no estaba preparado para escucharlas. Yo no podía ACEPTAR que una prostituta estuviese contenta con su trabajo, que no encontrase una particular dificultad en acostarse con distintas personas a las que no conocía de nada, que se sintiese bien consigo mismo. En mi mente, eso NO PODÍA SUCEDER. ¿No era acaso lo que me habían enseñado desde pequeño? Así pues mi reacción inmediata era negar la evidencia y buscar alguna explicación que permitiese invalidar sus afirmaciones, como que estaban "trastornadas" o eran "irrecuperables" (que es lo que sostienen los sectores abolicionistas), más aún cuando me revelaban situaciones aún más perturbadoras como las ilegalidades cometidas por las autoridades policiales. Eso tiraba abajo mi Mundo, construido sobre pilares tan maniqueos como incuestionables.
No es lo mismo ver la prostitución desde dentro que desde fuera. Las prostitutas y otras personas de su entorno vamos dando nuestros testimonios porque creemos que la imagen estereotipada que se tiene sobre este fenómeno cambiaría muchísimo cuando se vaya conociendo a fondo.
Por lo dicho, no puedo en realidad culpar a quienes rechazan la prostitución. SON VÍCTIMAS. Víctimas de la ignorancia, de una educación deficiente, de la socialización en la cultura de la intolerancia. No podemos pedirles sin más que hablen con las prostitutas cuando ni las respetan ni las consideran iguales. En tales condiciones es impensable. Del mismo modo que las prostitutas no les ven como gente "de los suyos", la aversión que sienten estas personas hacia las prostitutas les bloquea por completo.
Entendiendo que si la sociedad no hacía el esfuerzo por acercarse a la prostitución entonces tendrían que ser las prostitutas quienes diesen el paso para darse a conocer, surgieron varias iniciativas por parte de estas mujeres. Por ejemplo, el año pasado hablé de la campaña "soy feliz siendo prostituta". Se trataba de hacer ver la realidad de la prostitución para combatir el rechazo que padecen. Sin embargo no consiguieron nada porque las separaciones sociales entre ellas y quienes las desprecian son abismales. No hace falta más que miren la lista de "expertos" que nos presentan los abolicionistas en sus charlas: altos cargos políticos, representantes de organizaciones internacionales, portavoces de ONGs generosamente subvencionadas... esa "gente de bien (vivir)" que Fernanda llama "parásitos". ¿Qué son para ella trabajadoras sexuales como Angélica Villón, Margarita Carreras o Herminda González? NADA. O menos que eso, mierda que se queda pegada a los zapatos. Da igual digan lo que digan, porque para ellos es "chusma" a la que no se escucha. Son personas pobres, de clase trabajadora, en su mayoría inmigrantes. No las pueden considerar como interlocutoras válidas.
Ahí reside la ventaja de mujeres como Paula VIP, Samantha Mar o Natalia Cervantes. Ya no hablamos de "putas de toda la vida", de calle, que jamás han tenido derechos ni esperanza de verlos algún día reconocidos. No, ahora son mujeres DE SU CLASE SOCIAL, que les hablan en un lenguaje que entienden. Por supuesto que no me gusta esta situación, pero si así es como están las cosas hay que reconocer la realidad. Es más, personalmente siento más simpatía y me encuentro más identificado con las chicas de la calle. Es mi gente. Pero no somos nosotros quienes gobernamos, si queremos llegar a "los que mandan" tenemos que ponerles delante a gente que consideren "aceptable". Así es como está montado el mundo en que vivimos.
La última (y única, por el momento) Ministra de Igualdad del gobierno de España, la Ilma. Dña. Bibiana Aído Almagro, en una visita a los talleres de costura de la ONG APRAMP hace varios años. Representa el paradigma de autoridad pública cuyas decisiones afectan de manera directa a quienes ejercen la prostitución en este país. Con sólo verla (y si la escuchan ya para qué contarles) ya se pueden hacer una idea de qué tipo de persona es y lo que la preocupa la suerte que corran las prostitutas.
Las prostitutas más acomodadas o "escorts", como Fernanda, nos posibilitan salvar este hándicap que tradicionalmente nos viene lastrando. He de reconocer que al ver a estas "fresas" ("pijas", en España) tan alejadas de la realidad de la calle mi primera impresión no fue particularmente positiva. Pero tras ir conociéndolas he aprendido a valorarlas, ciertamente yo glorificaba la prostitución de calle frente a la de "alto standing" porque son necesarios unos conocimientos y habilidades específicos. Sin embargo, lo mismo puede decirse al revés. Eso es lo bueno, que podemos complementarnos. Por ese mismo motivo también debemos buscar aliados entre aquellos profesionales ajenos al mundo de la prostitución, pero que gozan de reconocimiento social y proyección mediática (abogados, académicos, trabajadores sociales...) Únicamente con nuestras propias fuerzas no tenemos capacidad para influir en la clase dirigente.
Lo que nos cuenta Fernanda no es en sí nada novedoso. Sin embargo el suyo es uno de los relatos mejor redactados y más ilustrativos que conozco. Como con tantas otras historias, la motivación INICIAL comienza siendo puramente económica. Es lo que los abolicionistas llaman "situación de vulnerabilidad", y les lleva a establecer una relación de causalidad directa entre pobreza y prostitución. Desde luego no voy a negar que casi siempre hace falta un elemento que actúe como revulsivo para entrar en este Mundo. Pero lo que no podemos dejar de preguntarnos es, ¿cómo vive hoy esa decisión? ¿Se arrepiente de haberla tomado? ¿Por qué no tomó antes este camino? Y es que hay un elemento muy importante que se omite al tratar el trabajo sexual, y es que si no fuese por los MIEDOS Y PREJUICIOS existentes muchas más personas estarían puteando.
Ella reconoce que, gracias a ser mujer ("poniendo nalgas"), ha tenido más posibilidades que de haber nacido varón (como dice el viejo refrán castellano, "quien tiene un coño, tiene un tesoro"). ¿Qué hubiese sido de su vida de llamarse Fernando? Pues lo más seguro es que tuviese que trabajar de la mañana a la noche para simplemente poder subsistir. Yo al menos considero que en nuestra sociedad las "desigualdades de género" benefician -y mucho- a las mujeres, aunque existen muchos otros factores de diferenciación social más relevantes (por ejemplo la nacionalidad, la familia, o la lealtad política). Por otra parte, relata cómo la "captación" fue llevada a cabo por una amiga (cuidado, esto en algunos países es delito) y dio el paso voluntariamente. En su trabajo como escort independiente la seguridad siempre es un asunto importante, y debe guardarse las espaldas. Vamos, como se haría en cualquier negocio. Pero en muchos países no puede contratar legalmente protección privada, con lo que se precarizan sus condiciones. Hay que entender que NO toda persona que se beneficie económicamente de una prostituta la está perjudicando, ella puede desear contratar una larga serie de servicios (transporte, fotografía y marketing, seguridad...) que considera necesarios para el ejercicio de su labor. Catalogar estas prestaciones como "explotación de la prostitución ajena" y castigarlas penalmente significa precarizar las condiciones laborales de la prostituta.
Finalmente nos hace una de las declaraciones más reveladoras que espero que algún día lleguen a asumir los críticos con el trabajo sexual. Que la prostitución puede permitir la autorrealización personal, que no todas las personas que la practican se sienten mal consigo mismas, es más, pueden sentirse muy valoradas y queridas. Y es que, como vengo diciendo, el deleite sexual no se logra a costa de otra persona sino con ella. Sexualmente hablando, uno lo pasa bien cuando su compañero/a también está disfrutando. Está en el INTERÉS PROPIO de prostitutas y clientes tratarse bien mutuamente.
Por Fernanda Siempre, Publicado en el Periódico METRO el 31 de mayo de 2007
Soy mexicana, alegre, relajada y de una familia tan normal o tan loca como muchas. Crecí al sur de la Ciudad de México, en una colonia de esas de clase media pa’ arriba. Estudié en buenos colegios y digamos que estuve rodeada de esos parásitos que se llaman a sí mismos “gente bien”. Viví una infancia agradable, durante la cual nada me hizo falta. En 2002, cuando tenía 18 años, comencé a trabajar de escort anunciándome en Internet. Una no nace profesional, pero lo puta es algo que se lleva dentro. Yo nací con esa vocación. Mi primera relación sexual fue a los catorce, con un tipo casado y que me doblaba en años (y en otras cosas). Fui su amante por un tiempo y mantuve con él las más libertinas relaciones que a esa edad podían vivirse. Pero en este país, la fortuna puede ser sólo una suave línea que separa la farsa de la realidad. A estas alturas no sé si mi papá murió porque nos quedamos en la calle o si nos quedamos en la calle porque mi papá murió, el caso es que de la noche a la mañana pasé de ser una niña consentida a indigente. De pronto me arrebataron todo lo mío y mi mamá comenzó a dar clases de inglés por unos cuantos pesos que no alcanzaban ni para pagar los gastos de la casa. Y no es que me tire de a mártir, porque de entre los muchos papeles que podré jugar en la vida, creo que ese es el que menos me queda. Simplemente son cosas que pasan; pero se siente de la fregada cambiar tan de repente el ritmo de vida.
Lo fuimos perdiendo todo poco a poco. Yo, que siempre había disfrutado tanto los obsequios de la buena vida, tuve que hacerme de un trabajo miserable. Conseguí con un cuate, previa entrega de las nalguitas, una chamba mal pagada como instructora de spin. Toda la vida he hecho ese ejercicio y estoy capacitada de sobra para conducir un grupo. Pronto tuve a mi cargo a varios grupos de viejas regordetas, muchachas anoréxicas, algunas muñequitas fresas y uno que otro maricón.
A la sesión de las 11 de la mañana venía una chica argentina. De unos treinta y pocos añitos, rubia, delgada y de grandes ojos azules. Magnífico cuerpo y bello rostro. Me cagaba verla llegar todos los días con diferentes pants (siempre de marca) y salir vestida del spin como muñeca. Tenía un porte estupendo y arrogante. Casi no hablaba con nadie. Yo estaba segura de que se trataba de una tipa fresa (digo, importadas y todo, pero donde quiera hay niñas fresas) mujercita de un marido rico que le mantenía su holgazanería. Me daban unas ganas locas de ser ella.
Después de todo y pese a lo que cualquiera supondría, la argentina resultó simpática y de repente nos hicimos amigas. Se llamaba Paty y vivía en la colonia Roma, a unas cuantas calles del spin, pero supe a qué se dedicaba sólo después de haberle contado las calamidades que estaba viviendo. Es fácil, me dijo, se gana mucha plata, sólo es cosa de tomarla con calma y podés salir de apuros.
Me gustaría que fuésemos un poquito más amplios de miras y tratásemos de no quedarnos en las valoraciones e imágenes superficiales. Detrás de cada puta suele haber siempre una muy buena historia, como cliente he podido conocer varias de ellas y deseo compartirlas con ustedes. No se trata de morbo o de cotilleo, sino de humanizar a un colectivo que, por desconocido, ha sido históricamente muy rechazado.
Puedo decir que antes de eso la idea ni siquiera había pasado por mi cabeza. Es más, hasta puedo afirmar que me ofendí. En cualquier caso estaría mintiendo. He llegado a pensar que todas las mujeres en algún momento de la vida soñamos con la idea de tener sexo por dinero. La diferencia es que lo que para la mayoría es sólo fantasía, habemos algunas que lo llevamos a la práctica. Ganándonos, desde luego, la envidia y el rencor de aquellas que nunca se atrevieron.
Después de todo, pensé, ya había conseguido muchas cosas a lo largo de mi vida poniendo a mis nalgas como intermediarias, siempre con magníficos resultados, pero sin duda inferiores a los que podría obtener tasándoles un arancel razonable.
También mentiría si les digo que fue fácil. Parece sencillo, ponerle precio al cuerpo como si se tratara de etiquetar papas en el supermercado, pero siempre es difícil hacerse a la idea de que le estás poniendo un importe a tu intimidad. Estoy de acuerdo con que la virginidad, el pudor y la sexualidad están sobrevaluadas, pero siempre pesa la duda sobre hasta dónde llega lo que entregas.
Luego vienen dos obstáculos a salvar: el miedo y el asco. Siempre se corren riesgos en la vida, pero llegar a un cuarto de hotel a buscar un hombre solo, al que nunca antes has visto, sin más protección que tu buena suerte y muchos condones, no es la mejor idea de seguridad para una muchacha medio fresa y con apenas 18 abriles encima (menos en una ciudad como ésta); y la idea de encontrar tras la puerta un hombre sucio y repugnante al cual tengas que abrirle la piernas y el alma para atenderlo, no es precisamente la imagen de una velada romántica.
Pero cuando existe vocación, esas cosas se superan sin mayor problema. Claro, creo que como los artistas, que dicen que siempre sienten los mismos nervios antes de entrar al escenario, nosotras también, antes de tocar a la puerta regresa un poco de ese miedo y ese asco que dan la incertidumbre, pero invariablemente el temple te permite salir airosa de cada encuentro.
Una buena puta, como Fernanda, es la que se siente cómoda con su trabajo. La que ya es "propensa natural" al puterío y se enorgullece de ello. La que hace de su "vocación" su estilo de vida.
Mi anuncio con fotografía apareció en Internet más o menos una semana después de mi charla con Paty, ella me ayudó tomando aquellas fotos. Esa tarde comencé a atender llamadas. Cuando se es propensa natural a las artes de la putería, una se hace experta de la noche a la mañana. Es como un don. Es muy sencillo. Los hombres no quieren simplemente gozar. La fantasía, la madre de todas las quimeras masculinas es, para sorpresa de cualquiera, que la mujer con quien comparten goce. Creo que es el único acto realmente generoso de su sexo. Para que un hombre disfrute realmente de una relación por la cual pagó no es suficiente que tenga el más impresionante de sus orgasmos; es necesario que esté seguro de que su pareja también lo disfrutó.
En este oficio aprendemos a conocer los ritmos y las reacciones de nuestros clientes. Si un hombre quiere que lo hagamos sentir poderoso, se va creyendo que es dios. Si un cliente espera sentirse amado, aquí encuentra unos pechos donde guarecerse, si lo que quiere es sólo sexo, acá está esta piel que en cada centímetro se entrega con la única intención de complacer.
A primer cliente lo atendí en el Hotel Revolución. Era mayor de treinta pero menor de treinta y cinco. Entre sus brazos, desde aquella primera vez, aprendí muchos de los secretos del oficio. Cruzar esa puerta fue el paso más difícil que he dado; dejarla abierta como un buen modo para subsistir y recrearme mejoró mi vida. Después de todo, somos un bien necesario. Somos la promesa de que todo es posible. Más que cuerpos tibios con tacones, faldas cortas y escotes, supe que me había convertido en una tregua. Ese tiempo y ese espacio donde un hombre podría abandonarse a su fantasía. Comprendí, entonces, lo que era ser y sentirse mujer, en toda la extensión de la palabra.
3 comentarios:
Boooohhh Cliente... ¿Que las mujeres somos privilegiadas en esta sociedad?
¿Alguna vez te han dicho que no puedes realizar algún trabajo por tu sexo? A mí sí: Mi profesor de Cirugía nos soltó a todas las chicas de la clase que una mujer no podía ser al mismo tiempo buena médico intensivista y buena madre. Como lo lees.
¿Somos privilegiadas porque nos inviten a un par de copichuelas en una discoteca? Y mientras, en la publicidad siguen apareciendo modelos tan retocadas con Photoshop que consiguen que ni ellas mismas se sientan a gusto con su cuerpo. Mientras, las marcas de productos de limpieza y de alimentos siguen poniendo mujeres en TODOS sus anuncios. Mientras, las mujeres seguimos cobrando sueldos inferiores al de un hombre en el mismo puesto de trabajo en una empresa. Mientras, se nos sigue despidiendo por el horrible delito de quedarnos embarazadas.
Pero ¡Eh! Que con ser putas, tenemos la vida resuelta. Ah ¿Que no quieres ser puta, sino que quieres trabajar en una UCI? Pues mala suerte, rica...
Además, se te olvida de que ser hombre también tiene su público en el mundo de la prostitución.
Perdona??? que las mujeres cobran sueldos inferiores? DONDE? NO HE VISTO UN SOLO CASO. Eso es pura propaganda, en cualquier sitio donde he estado mujeres y hombres ganaban igual. Si hay diferencias es por productividad o antigüedad, pero no por sexo.
¿Y crees q no existen discriminaciones hacia los tios? Pero chica, en q mundo vives. Muchas veces a una mujer se la ayuda mas, se la tolera, se dejan pasar ciertas cosas q a los demas no... particularmente si resulta atractiva. No digo q me guste o disguste, sino q sucede así. ¿O vas a negar una evidencia semejante?
Y sobre lo de las copas, es q eso está institucionalizado. Eres mujer, entonces no pagas entrada y te invitan a una copa o pagas menos que los hombres. Eso no es discriminatorio?
Fernanda. Una buena amiga. Una gran chica con una situación difícil. Yo fui de las personas que la conoció más allá del personaje del periódico metro. El cual retomo otra chica en otro periódico.
Toda una pequeña gran historia. Sólo un recuerdo. Espero este bien donde este. un beso cliente
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