"Soy una persona normal y corriente, sólo que yo hago un trabajo diferente a los demás, y me condiciona que yo no pueda vivir con las demás personas normales. ¿Es que yo no soy normal? Es porque los demás no me consideran normal, no porque yo no lo sea, que son dos cosas muy diferentes".
Margarita Carreras Roig, trabajadora sexual
Para poner punto final a la serie de entradas sobre la humillación y estereotipación de las prostitutas nacida de la polémica del "curso para ser prostituta" que tanto ha indignado a las feministas, quiero dejar claro a qué conducen los distintos enfoques que existen sobre la prostitución de la manera más sencilla y gráfica posible. La entrada de hoy la voy a explicar "con plastilina" para que llegue hasta al lector menos familiarizado.
En primer lugar, existe una minusvaloración que no se encubre, sino que se explicita de manera completamente abierta y que atribuye a la prostituta unas características tales como promiscuidad, suciedad o falta de inteligencia que llevan a burlarse de ella. La discriminación incluso es aplaudida y celebrada pues se supone que la puta no puede ser merecedora de otra cosa, como pueden ver en este programa de la Mega TV (canal de Miami) presentado por el humorista de origen cubano Alexis Valdés:
A nivel institucional nadie defiende esta postura, queda feo. Pero socialmente es una actitud muy extendida y conlleva un rechazo "natural" hacia la prostituta. Eso se concreta en que la persona que se prostituye recibe un reproche colectivo muchas veces informal (que le hagan el vacío, haya risitas y cuchicheos a sus espaldas, bromas y putadas para reírse a su costa... vamos, un aislamiento social) que puede minar mucho su moral y hacer que se sienta mal consigo misma y pierda su autoestima. La enseñarían que no merece el mismo respeto ni derechos que el resto de "gente de bien", lo que luego puede traducirse en claros abusos y discriminaciones (que no la dejen entrar en locales "decentes", cobrarla más de la cuenta o negarse a concederla préstamos o seguros o a alquilarla un piso...).
Una variante de este estigma también otorga a la prostituta una posición de marginalidad en la sociedad, pero no tanto desde el escarnio como de una falsa compasión y el escándalo bienpensante. Mientras la puta anteriormente es condenada por ser una persona frívola que "se lo habría buscado", ahora nos encontramos con que es como lo último en lo que puede "caer" una persona, algo que también es profundamente rechazable pero se debe más bien a causas externas como la pobreza, las drogas o las malas compañías.
Dense cuenta de lo que nos dice el cartel. ANTES tenía una hija. AHORA tengo una prostituta. La identidad de hija ya no es compatible con la de prostituta, la persona se ve expulsada de su entorno familiar y social. Es más, ya ni es vista como persona. Prostituirse no es una opción para salir adelante en la vida sino la condena al infierno en vida, y no se debe a las características en sí de esta actividad sino al castigo social que se recibe (al igual que les ha sucedido a las madres solteras o a los homosexuales). Por eso se entiende la reacción de una mujer en paro cuando al parecer un concejal le dijo que se "metiese a puta": no le está diciendo que pruebe una salida viable como han hecho muchas otras personas, sino que la importa una mierda. En la sociedad en la que vivimos sugerirle a alguien que podría prostituirse es un insulto.
Continuando por este camino llegamos a la visión predominante entre los cargos políticos, funcionarios policiales y feministas. La consideración de toda prostituta como una "víctima" de terceros, fundamentalmente mafias organizadas de proxenetas y desaprensivos clientes. Ésta resulta particularmente peligrosa ya que emplea una retórica aparentemente bienintencionada, ¿no se desea ayudar a personas con problemas? Se habla de "reinsertarlas", "rescatarlas", "liberarlas". Claro, se hace igualmente desde una posición de SUPERIORIDAD respecto a ellas: nosotros, los "expertos en trata", somos quienes tenemos que ir a sacarlas de ahí incluso aunque no quieran, porque además muchas de ellas "no se consideran víctimas" y son "difícilmente recuperables" (todos los entrecomillados son frases reales que pueden escuchar en el discurso abolicionista). Realmente lo que están haciendo es desautorizarlas, relegar su voz, convertirlas en un objeto pasivo (es "cosificiación" que luego nos achacan a los clientes).
La imagen de la prostitución que nos dibujan, entendida más bien como "esclavitud sexual", resulta grotesca. Se alarma a la sociedad vinculando la prostitución con uno de los más execrables delitos que podamos concebir, ¿y todo para qué? Pues para legitimar la intervención de los poderes públicos. A pesar de ser un crimen tan extendido también resultaría complicadísimo de detectar, por lo que únicamente podrían verlo las autoridades. Es lo de siempre, las autoridades nos dicen que ya lo hacen todo ellas que nosotros somos tontitos... por eso ven lo que no vemos, pero curiosamente no perciben lo que al ciudadano de a pié le resulta tan claro como la luz del Sol, ¿no será que el problema lo tienen ellos que viven en una realidad paralela? O peor aún, que nos toman el pelo, pero aunque uno se lo malicie hace falta demostrarlo.
A nivel práctico el resultado de la paranoia contra la "trata" lo que significa, como denuncian las propias chicas y buen número de académicos, estudiosos y feministas que se han acercado al tema, es la persecución de las prostitutas. Bajo esos elevados ideales y pomposos discursos, en la calle lo que hay son palos para las putas. "Combatir la prostitución" es, en realidad, ir a por las personas que la ejercen. Ya sea mediante redadas que buscan luchar contra la inmigración irregular (asegurando que cualquier migrante sin papeles ha sido "traficada"), inspecciones para defender los "derechos de los trabajadores" (acusando a los dueños de los burdeles de mantener una relación laboral con las chicas... que no pueden reconocer legalmente porque está prohibido), búsqueda de "víctimas de trata" que se saldan con las mujeres llevadas a la fuerza a dependencias policiales donde son coaccionadas para que denuncien y firmen declaraciones previamente redactadas bajo todo tipo de intimidaciones, o simples actuaciones que buscan incoar expedientes administrativos contra los prostíbulos por cualquier razón para mantenerles bajo la espada de Damocles. ¿No les causa extrañeza que lo que nos muestren una vez tras otra sea a chicas atemorizadas por los propios agentes tras tanto hablarnos del tráfico de mujeres y las redes de proxenetas? ¿Quieren ver a la mafia? Ahí la tienen con sus consecuencias, efectivamente estas mujeres son muchas veces "víctimas", sufren abusos y son trasladadas o retenidas contra su voluntad... pero digan por quién:
Por último, ante estos planteamientos tradicionales que tanto se parecen y que en último término conllevan el rechazo de la prostituta y la prostitución, existe una óptica alternativa que lo que propugna es su aceptación y el respeto más absoluto de lo que viene a denominar la trabajadora sexual y el trabajo sexual. El cambio en los términos proviene de un cambio de mentalidad. Es lo que se conoce como la postura pro-derechos (pro-prostitución para algunos autores) y trata de mostrar a estas personas como seres humanos totalmente normales e integrados socialmente, no esos "otros" de los que uno se ríe, se compadece o rescata. No, en este caso nos hallamos en pié de igualdad, la prostituta deja de ser ese ente desconocido y marginado para pasar a ser uno más, un IGUAL. Y es que lo son, puede ser una vecina, una amiga, un familiar... Así lo plasmó la campaña "Las trabajadoras sexuales también son personas" ("Sex workers are people too") de la ONG canadiense Stepping Stone:
Fíjense que cambio. Ya no hablamos de esas FANTASÍAS como la viciosa perdida que no sabe más que chupar pollas, ni la pobre desgraciada que hace lo que nadie quiere hacer o la esclava sexual sin voluntad, manejada por esas poderosas pero invisibles mafias de proxenetas. Ante esas caricaturas que nos muestran, lo que tenemos ahora es una persona TAN REAL COMO NOSOTROS MISMOS que es una hija/hermana/madre con familia, que tiene una VIDA más allá de su actividad profesional, que posee otras habilidades aparte de las sexuales... en definitiva, pasamos a hablar de una PERSONA. ¿Y qué se deriva de esta perspectiva, que además es la única que encuentra soporte empírico? Pues que por consiguiente es merecedora de RESPETO, se deben reconocer y garantizar sus DERECHOS y aceptar su VOZ Y CAPACIDAD DE ELECCIÓN tal y como muestra esta otra campaña denominada "Apaga la luz azul" (Turn off the blue light) concebida en Irlanda:
También podría interesarle las siguientes entradas:
· Música: I'm so whore
· Música: puta
· Música: un cuerpo sin alma
· La discriminación, por Natalia Cervantes