Eso es lo que os traigo hoy de la mano de Doña Lidia Falcón, fundadora del Partido Feminista y una de las más conocidas abolicionistas de España. Este texto apareció por primera vez en el año 2003, en el número 34 de la revista Poder y Libertad -que ella misma dirige- bajo el título "Falsedades sobre la prostitución". Consta de dos partes, en la primera
trata de "desmitificar" algunas creencias sobre la prostitución ampliamente asumidas (yo no digo nada, ustedes me dirán qué les parecen) y en la segunda
realiza una "crítica moral" a la deriva socialmente liberalizadora de los últimos tiempos.
Como un mal estudiante que copia, lo reprodujo sin cambios significativos cuando la revista "Internavis" la solicitó en el 2010 un artículo sobre la prostitución. Debió pensar que para qué hacer algo nuevo si ya tienen perfectamente definido el discurso, hizo bien la verdad sea dicha. Si yo fuese abolicionista actuaría exactamente igual.
He escogido este escrito porque refleja como pocos otros lo que traté de transmitiros en la anterior entrada y estoy viendo en los comentarios que se van desarrollando. Cuando alguien no conoce para nada la prostitución se nota, lo revela al momento. Y es que, a pesar del más que evidente apoyo que suponen las lecturas, uno no sabe de prostitución hasta haber salido a la calle y conocido a fondo (no de pasada) esta realidad. Los propios estudiosos de la prostitución reconocen la cantidad de sorpresas que se llevaron porque el mundo de la prostitución se halla muy distorsionado por la propaganda moralista como la que representa la señora Falcón. Quien, por cierto, no es una señora carca al uso sino una de estas progres de salón, comunistas enjoyadas de la izquierda caviar. Qué arte tiene, es capaz de a la vez criticar a la dictadura por haber borrado "la moral" mientras mantiene un discurso propio de la Sección Femenina. Su apuesta abierta por las medidas represivas que controlen todos los ámbitos de la sociedad y en particular la sexualidad es digna de cualquier fascicomunista.
Así que nada, como me gusta satisfacer a mis lectores tanto como a las mujeres aquí tenéis lo que habíais pedido: una buena ración de feminismo trasnochado y otra de filosofía de andar por casa. ¡Para que estéis contentos!
Nos encontramos en un momento histórico en que se produce un fenómeno impensable hace solamente cincuenta años: Que se haya permitido, con el beneplácito de todos los poderes sociales, que se desarrolle una
campaña de gran difusión entre los sectores políticos e intelectuales de nuestro país para que se considere la prostitución como un oficio igual a cualquier otro, perfectamente admisible socialmente, por lo cual resulta imprescindible legalizar su ejercicio.
Los argumentos utilizados para ello tienen varias vertientes: económica, social, laboral y personal, que se basan en falsedades y sofismas, que por repetidos comienzan a hacer mella en los débiles criterios de nuestra ciudadanía.
LAS FALACIAS DE LOS ARGUMENTOS PRO LEGALIZACIÓN
1- Las ventajas económicas.
Muy insistentemente, hasta el punto de que está logrando incidir en el criterio de las gentes desorientadas, se repite el argumento de que las mujeres prostituidas, deben ser consideradas como trabajadoras de cualquier otro sector de la producción, y de que escogen esta “profesión” libremente. Alegan no sólo que es una buena fuente de ingresos, sino que con la prostitución ganan más dinero que en otras profesiones, lo que les permite vivir en condiciones económicas desahogadas, comprar vivienda, disfrutar de mejor calidad de vida y darles a sus hijos una educación esmerada. Es decir,
ofrecen a la opinión pública la imagen de que la prostitución es una profesión lucrativa, que les ofrece a sus “trabajadoras” grandes oportunidades para disfrutar de abundancia económica. Esta imagen es absolutamente falsa.
La mayor parte de los ingresos que se obtienen con este tráfico sexual van a parar a las manos de los chulos, proxenetas, de los empresarios de los burdeles, pubs, clubs de carretera, casas de masaje,
y de los macarras que dominan a las mujeres que hacen la calle. Aquella mujer que crea que cualquier mujer puede ganarse la vida ejerciendo la prostitución por su cuenta, que lo pruebe. Que salga a la calle, se sitúe en una esquina para atraer a los hombres, que es lo más barato, para ello no hace falta ninguna inversión ni montar un establecimiento adecuado, y comience a llamar a los clientes. Antes de media hora habrá aparecido un chulo y la habrá conminado agresivamente que responda a preguntas como éstas: ”¿Cómo estás tú aquí? Yo no te conozco. Tú, ¿por cuenta de quién trabajas?, ¿dónde está tu chulo? ¿Dónde está tu amo? Con nosotros no ha hablado. Dile que venga a hablar conmigo, porque esta esquina es mía.”
En algunos países, donde la persecución de la prostitución se ha tomado en serio, algunas mujeres policía se han disfrazado de prostitutas y apostado en la calle. Pretendían conocer la organización mafiosa y llegar hasta los capos que dominaban aquel barrio o aquel lugar de la ciudad. Y se han llevado a la fuerza a todas las que lo han intentado sin protección. En el caso de las mujeres policías, éstas suelen tener protección de sus compañeros. Las vigilan desde algún coche cercano, y en algunas ocasiones han podido detener a los intermediarios, que son, naturalmente, los de más baja categoría, pero se han dado casos en que esa protección ha sido ineficaz y ha desaparecido la mujer que ha intentado hacer de gancho.
Las mujeres prostituidas tienen apenas lo suficiente para su subsistencia. Los proxenetas no les dan ningún dinero.
Se está engañando a la opinión pública asegurando que las mujeres prostituidas perciben ingresos mensuales muy superiores a los de las obreras, mujeres de limpieza o secretarias, incluso que
pueden llegar a ganar grandes cantidades de dinero. Resulta penoso pensar que haya quien pueda creer que las prostitutas en los burdeles, en las casas de masajes, en los puticlubs de carretera, en los pubs y cabarets van obtener ingresos muy sustanciales.
Por el contrario, la inmensa mayoría de las prostituidas no perciben dinero alguno de sus proxenetas, chulos y macarras que son sus secuestradores. A las que están encerradas en locales determinados, los propios guardianes y macarras les compran los cosméticos, la ropa interior y otros aditamentos que necesitan para su tarea. Muchas veces las mujeres ni siquiera disponen de ropa normal. No tienen vestidos que puedan usar en la calle, sino únicamente batas trasparentes, tangas, lencería fina, zapatos de tacón alto, porque nunca pueden salir a la calle. De esto ha informado la prensa cuando alguna ha podido escaparse. En casos excepcionales la mujer ha huido por una ventana o ha salido con el auxilio de algún cliente, y ha aparecido en la calle o en la comisaría de policía vestida en ropa interior, porque era la única ropa que tenía.
El dinero lo reciben, naturalmente, los proxenetas, y son ellos y sus gorilas los que controlan totalmente la movilidad de estas mujeres, a las que retienen el pasaporte, les quitan la documentación para que no puedan moverse, las aíslan de su familia o de los amigos o de quienes puedan ayudarlas, y la norma general es trasladarlas continuamente de un lugar a otro, de tal modo que tampoco puedan hacerse amigas de las otras compañeras de desgracia, ni trabar amistad con algún cliente, que quizá pudiera ayudarlas. Tanto en la esquina de una calle o en los parques y en las casas de masaje, la estrategia es ir intercambiándolas continuamente. Ellas mismas, cuando se ha liberado de esta esclavitud han contado que no han estado más de mes y medio o dos meses en cada sitio.
2-
La segunda mentira es difundir la idea de que la prostitución no es más que un trabajo, tan regular y habitual como otro cualquiera.
Situémonos, por tanto, ante la perspectiva de legalizarlo. Siguiendo las normas vigentes laborales debemos contemplar las condiciones del contrato de trabajo y del convenio colectivo de ese “sector”. El Estatuto de los Trabajadores, los contratos de trabajo y los convenios colectivos de las diversas profesiones, establecen las actividades de cada categoría profesional, sus deberes y derechos. Debemos preguntarnos, en consecuencia, cuales serán las condiciones que se estipularán en el contrato de trabajo y en el que deberán constar determinadas puntualizaciones necesarias: Las horas que deberán dedicar las prostituidas a soportar relaciones sexuales indeseadas, el número de hombres que tendrán que recibir cada día, las remuneraciones que percibirán, según sean contadas por horas, por la cantidad de hombres o por la diversidad de actividades sexuales. Así, es de suponer que la que deba atender a 20 hombres ganará menos que la que lo haga con 40 y más que la que cuente 10.
Acaso estipularán que las que se sometan a un coito anal cobrarán más que cuando soporten un coito vaginal. Quizá el coito bucal será más barato, y me despierta la curiosidad conocer a cuánto se cotizará el sadomasoquismo. Finalmente, ¿a qué precio se señalará cada “servicio normal” en las casas de lenocinio “normales”? ¿cual será la escala de salarios que se le aplicará?, ¿la más baja, correspondiente a la de la mujer de limpieza, dada la innecesariedad de cualificación profesional? ¿O se tallará y pesará a las mujeres como al ganado, o se las escogerá en concurso público, una variante del antiguo mercado de esclavas, según la edad y las características físicas?. En definitiva, si ha de cobrar igual o parecido que la mujer de limpieza por hora de trabajo, y las tareas que se le exigen son las que ya sabemos, sin duda será mucho mejor dedicarse a la limpieza.
Es preciso también precisar si las mujeres prostituidas dispondrán de los servicios generales de los demás trabajadores, de tal modo que en el momento en que se encuentren en paro podrán ir al INEM a solicitar un empleo en un burdel o a pedir el ingreso en otro diferente, y el INEM deberá tener una bolsa de trabajo entre las ofertas se puedan plantear. En consecuencia, dentro de esta hipótesis,
cabe la posibilidad de que a cualquier mujer que se encuentre en el paro, aunque previamente haya trabajado siempre en fábricas u oficinas, se le podrá ofrecer el “empleo” en un burdel. Si no tiene trabajo en el sector en que se ha formado, puede sin embargo ser prostituta.
Otro aspecto de la cuestión:
las prostitutas, ¿deberán poseer formación profesional? ¿tendremos que instalar centros de enseñanza de prostitutas, y las niñas cuando terminen la enseñanza primaria a los 14 o 15 años, podrán ir allí aprender las mejores formas de satisfacer la sexualidad de los hombres que las paguen? Siempre que se sea más experta se podrá ganar más dinero.
No estoy fantaseando. Pretendo analizar y poner de relieve ante los espíritus simples que pueden llegar a ser convencidos con los argumentos de las y los que defienden la campaña por la legalización de la prostitución, el panorama con el que nos encontraríamos si se establecieran contratos de “trabajo” en tales condiciones.
3-
Una falacia más es la de afirmar que la prostitución constituye un negocio para todos: empresarios y trabajadoras. La libertad como supuesto indiscutible de este contrato de trabajo.
La prostitución únicamente es un negocio rentable para los empresarios. Por supuesto ya sabemos que en un sistema capitalista los únicos que ganan plusvalías son los patronos. En este caso la plusvalía es inimaginable. Porque no se puede calcular el beneficio en términos de producción de bienes. Aquí no se trata de producción de bienes ni de servicios.
Estamos hablando de entregar toda la persona, como en la esclavitud. Porque el cuerpo es la persona misma y no un trozo de la misma. En tal sentido, mucho mejor que yo, Carlos París ya ha analizado la identificación de cuerpo con la identidad personal.
Se afirma también que las mujeres “contratan” con total libertad. La libertad del pobre. El 99% de las prostitutas, como nos enseñan todas las estadísticas mundiales, son pobres, n
adie puede imaginarse que se sea prostituta por vocación, ni por afición.
¿Qué libertad es la que poseen mujeres que no tienen qué comer, que no pueden alimentar a los hijos o, que, en tantísimos casos, han sido ya violadas por los hombres de su entorno desde la infancia o la pubertad? Y esa es, digan lo que digan, la historia habitual de la prostitución.
El 99 % de las mujeres son pobres, están humilladas, han sido vejadas en su dignidad de persona. No se consideran por tanto iguales a las otras más afortunadas. Y nuestra sociedad,
cuando legalice la prostitución, seguirá sin considerarlas dignas de compararse con las mujeres decentes.
Lo que se está estableciendo, clarísimamente, son, por lo menos, dos clases de mujeres, existen por supuesto otras más, porque las clasificaciones de la miseria y de la indignidad son varias, pero por lo menos dos: las prostitutas y las que no lo son. Y las que no lo son, y que desde el feminismo, en esta triste polémica, están defendiendo la legalidad para las prostituidas, piensan que esa explotación y ese estatus social está bien para “las otras”. Lo que no se plantean nunca es ser ellas mismas prostitutas o sus hijas o su hermana o su madre.
DE LA REPRESIÓN A LA CORRUPCIÓN. TENEMOS QUE HABLAR DE MORAL.
Yo creo que en nuestro país
es necesario hablar de moral. Nuestro país ha vivido una historia muy singular. Inició una evolución política, económica, social, cultural podríamos decir similar o pareja a la de otros países europeos a principios del siglo XX hasta el año 36. Y el año 36 se quebró, no se si para siempre, aquel camino de desarrollo económico, de desarrollo en todos los terrenos, desde el científico hasta el ético, que había iniciado unas décadas atrás. En ese desdichado momento nos hundieron en la barbarie.
Sufrimos cuarenta años de una dictadura fascista que ha erradicado no solo de nuestras leyes y principios sociales la igualdad, la libertad y la solidaridad, sino también, y más desdichadamente, de nuestra conciencia.
Que ha borrado, ha difuminado las fronteras de lo que es moral y lo que es inmoral, y está propiciando que se desprecie a todo aquel plantee esta cuestión.
Al concluir la dictadura recuperamos un remedo de democracia- ésta no es la misma democracia que la del año 36, por supuesto.
A partir de 1978 se nos concedieron algunos rasgos democráticos. Y pasamos de la represión sexual, absolutamente oscurantista y medieval que había dominado la dictadura, a la corrupción. A partir de ese periodo
nuestro país ha perdido las referencias morales. No tiene normas de comportamiento, especialmente en lo que se refiere a la moral sexual y a la relación entre hombres y mujeres. Desde los primeros años de la transición, sufrimos una irrupción de pornografía absolutamente delirante. Se vende en todos los quioscos, se exhibe en todos los escaparates, en los programas de televisión, en los cines, en los anuncios, al alcance de cualquiera, hasta de los niños más pequeños. La televisión no para de ofrecer no sólo desnudos sino toda clase de exhibición de cuerpos humanos, especialmente femeninos, sin límite. Las películas pornográficas se programan en las cadenas privadas, sin ninguna clase de control, a cualquier hora y en cualquier canal.
Incesto, proxenetismo, perversión de menores, estupro.
Una de las pruebas de que el nuestro es un país amoral, es que el incesto no es delito en España. Lo curioso, si pudiéramos calificarlo de tal manera, es que tampoco lo era bajo la dictadura. A aquel régimen de represión moral y sexual terrible no le parecía ni bien ni mal que se tuvieran relaciones sexuales entre los padres y los hijos, o entre los hermanos. Más lamentable es que cuando alcanzamos este remedo de democracia de que hoy disfrutamos tampoco se defina el incesto en nuestro ordenamiento legal, ni se le incluya en las leyes penales. Creo que es el único país que padece semejante carencia. Por supuesto no en toda Europa y mucho menos en Estados Unidos, ni en Latinoamérica.
Pero a mayor abundamiento,
cuando se elabora el último código penal del año 95, el llamado “Código Penal de la Democracia”, que se estuvo debatiendo y elaborando durante varios años y que parecía iba a constituir el gran triunfo del progresismo, tal como se defendió por parte de los ministros socialistas, y especialmente por Juan Alberto Belloch, en aquel momento Ministro de Interior y de Justicia,
se suprime el delito de proxenetismo. Es decir, que aquel que explota sexualmente a otras personas no es un delincuente.
Con la misma intención, y en el mismo acto, se elimina el delito de perversión de menores. Con lo cual, en el primer episodio de tal conducta con el que la justicia se tropieza inmediatamente después de que haya entrado en vigor el código, el descubrimiento de la red de pornografía infantil que se había montado en Valencia, y que había dado muy buenos beneficios a una serie de indeseables que distribuían fotos e imágenes con escenas con niños desnudos en toda clase de actitudes lascivas, obscenas, e incluso realizando actos sexuales, no se puede procesar a los autores, porque esas actividades no se hallan incluidas entre las conductas delictivas.
Se ha eliminado también el delito de estupro. En lo que tuvieron un gran interés los llamados progresistas. El delito de estupro estribaba en que una persona mayor de edad mantuviera relaciones sexuales con un menor de edad, con consentimiento por parte de éste. Establecida la mayoría de edad en los 18 años, se consideraba que hasta esa edad se podía ser sujeto de seducción por parte de una persona mayor, dada la falta de madurez mental de aquel. Se tenía en cuenta que una de las contradicciones más difíciles de superar para el desarrollo de la persona, es que los seres humanos alcanzan la madurez sexual y la capacidad reproductora mucho antes que la madurez emocional y la comprensión intelectiva.
Pues bien el nuevo Código Penal elimina el delito estupro y considera que se puede prestar consentimiento sexual con plena capacidad de elección a partir de la edad de doce años, aumentada posteriormente, a propuesta del Partido Popular, ¡a los trece!. A partir de tan madura edad, los niños o niñas que sean seducidos por cualquier ser humano de veinte o de cuarenta años, y consientan mantener relaciones sexuales con él o ella, porque el capricho, la fantasía o la falta de conciencia que se padece a esa edad los induzca, no tienen ninguna clase de protección legal.
Civilización.
Las sociedades cuanto más evolucionadas son, más normas se dan. Pensar que una sociedad progresista no acepta represiones de ningún tipo es un disparate. Un disparate que los progres, estos progres a la violeta de los últimos años, han estado difundiendo.
Si nos fijamos en las normas sociales y en los códigos legales, las leyes establecen el retrato de la sociedad, veremos que en el siglo XIX existían menos represiones que en la actualidad. Y no digamos si nos remontamos a la Edad Media donde regía la barbarie. En el siglo XIX nadie pensaba en proteger a las mujeres, ni a los niños, ni a los trabajadores, ni al medio ambiente ni a los animales. A medida que avanzamos en la comprensión de que la felicidad y el bienestar de los seres humanos deben ser fines sociales, que tienen que estar protegidos y regulados por toda la sociedad, y que para evitar y neutralizar a los depredadores, criminales y explotadores de toda laya que proliferan en el salvaje mercado de bienes y de personas,
hay que darse normas, y normas cada vez más severas, que vayan estableciendo las reglas de las relaciones humanas, alcanzamos mayor grado de civilización.
No es ninguna casualidad que en los países nórdicos, paradigma del bienestar y el progreso sociales, se haya aprobado abolir la prostitución que además pena, en alguna medida, al prostituidor, es decir, al llamado cliente.
La sexualidad de las prostitutas.
No sé si los y las defensoras de la legalización de la prostitución contemplan la posibilidad de que las prostitutas tengan una sexualidad humana. No sé si esa hipótesis ha desfilado alguna vez por su pensamiento, pero en todo caso nunca he podido averiguar cómo la imaginan. Porque ¿alguien puede creer que un ser humano que tiene que aceptar obligatoriamente relaciones sexuales, de cualquier tipo, con veinte o veinticinco personas cada día, durante no sé cuantos años de su vida útil, puede realizar su propia sexualidad?¿Quizá creen que las mujeres prostituidas la desarrollan mientras los hombres las utilizan como objetos, en la búsqueda de su propio placer atrofiado? ¿Quizá suponen que esas mujeres después de haber tenido que soportar el abuso de su cuerpo y de su sensibilidad diariamente durante varias horas, que a veces se prolongan todo el día o toda la noche, con hombres desconocidos, de cualquier apariencia, edad, condición y trato, cuando regresan a su casa, si la tienen- no hablamos de las que están secuestradas en burdeles y clubs de carretera-, pueden encontrarse con un amante y sentir placer en una relación libre de su propio estigma?
No hacen falta grandes estudios psicológicos, psiquiátricos o sexológicos para saber como la prostitución solamente conduce a la humillación personal de la víctima y por supuesto a matar su sexualidad. Las mujeres víctimas de la prostitución no pueden saber, ni entender, ni comprender, cómo se realiza una sexualidad placentera, voluntaria y gratuita que es la que pretendemos disfrutar todos los demás seres humanos.
La sexualidad de los prostituidores.
También tenemos que hablar de la sexualidad de los hombres que prostituyen a las mujeres, la sexualidad de los clientes. Hombres que satisfacen su necesidad de placer con un coito que dura veinte minutos, a cualquier hora del día o de la noche, con una mujer desconocida, mediante la entrega de dinero. La sexualidad de hombres que acuden en coche, paran un momento en una esquina, meten a la mujer en el vehículo y le ordenan que le haga una mamada, concluyen en pocos minutos, echan a la mujer del vehículo, se secan, se arreglan la ropa y se van a la oficina o a su casa disimulando la experiencia que acaban de vivir. Tales hombres ¿qué clase de sexualidad poseen? ¿qué personalidad tienen? ¿Cómo se relacionan sexualmente con la esposa, la amante, la novia? Y, ¿cómo se relacionan con los demás seres humanos?
¿Qué clase de comunicación establecen con los amigos, con los familiares, con los compañeros de trabajo, si son capaces de satisfacer la sexualidad, que es una de las condiciones más importantes de la persona, de modo tan perverso?
En el relato, un libro magnífico,
"La Escapada de Jean Cordelier, Memorias de una prostituta francesa" de los años setenta, la protagonista explicaba que en un periodo de su terrible vida, la mafia que la poseía en propiedad la había trasladado a un burdel de París al lado de Les Halles, anteriormente el mercado central. Los descargadores del mercado que llegaban a las 6 o las 7 de la mañana, primero se tomaban en el bar una bebida fuerte y luego se metían en el burdel. Era un burdel modesto, para trabajadores, donde a la entrada del local, como en un hotel, había un mostrador con un empleado que les cobraba previamente y les entregaba una toalla y una placa con un número. Ellos a continuación subían la escalera en busca de la habitación de la prostituta a donde tenían que ir, cuyo número estaba en la chapa. La autora explicaba que recibía tantos hombres al día que no tenía tiempo de vestirse. “Yo les esperaba desnuda con la vaselina en la mano”. El hombre entraba, cerraba la puerta, descargaba su excitación en unos 10 o 15 minutos, y se iba, abrochándose el pantalón mientras bajaba por la escalera, cuando ya subía otro. De tal manera se aliviaban a cualquier hora desde las 6 o 7 de la mañana hasta a las 6 o 7 de la tarde, antes o después de haber realizado un trabajo penoso y duro. De tal modo descargaban en una mujer, a la que apenas le concedían la categoría de ser humano, su cansancio, sus frustraciones, el aburrimiento de una vida sin horizontes, exactamente igual que si se tomaran una bebida, una droga, un estimulante para poder seguir viviendo.
Hace unos días, cuando intentaba averiguar algunos datos para esta ponencia, me he encontrado con que los jóvenes de hoy, no los de los años 50 ó 60, no los trabajadores frustrados que contaba este relato, no tampoco los padres de familia burguesescatólicos que se casaban por conveniencia, que no mantenían relación sexual con su mujer y que se iban a consolar a los prostíbulos; no tampoco en los años de la represión franquista, sino en el día de hoy,
encuentran muy divertido ir a pasar un rato los fines de semana a los burdeles.
Hombres de 20 a 30 años, y a veces más jóvenes, que se citan precisamente para ir al prostíbulo como irían a jugar a los bolos o a tomar unas copas a un bar. Y cuando se les pregunta por qué hacen esto sólo contestan que es muy divertido: «¡Ah! sí, sí…allí hay unas chicas majas, bueno alguna está vieja, alguna está gorda». Las valoran como a los animales, según sus condiciones físicas. «Pero y eso, ¡qué importa!» me miran con extrañeza cuando advierten mi reproche y contestan: «Y a ti que te pasa, ¡tía!, tú estás muy reprimida, ¿no?».
El debate sobre la sexualidad.
En nuestro país, además de la moralidad de la que hablaba hace un momento,
se ha perdido el debate sobre la sexualidad que necesitamos y deseamos. Una sexualidad que teníamos que recuperar después de los oscurantistas años de represión, de silencio y de toda clase de sufrimientos que nos inflingieron las enseñanzas católicas y la persecución social.
El Movimiento Feminista en los años 70 desencadenó este debate. Entonces lo desarrollamos con gran intensidad y profundidad. Se trataba sobre todo de acabar con la explotación sexual de la mujer y la falta de respeto por su placer sexual. Pero en el día de hoy este debate se ha olvidado, como si ya no existiera ningún problema. Mientras
la sexualidad se ejerce por parte de un número cada vez mayor de hombres de forma venal. Porque considerar que la sexualidad se puede satisfacer pagándole a alguien para que esté a tu servicio un rato, es corromper la sexualidad.
Los seres humanos pueden hacer muchas cosas detestables por comer, porque sin comer no se puede vivir. Se pueden sufrir muchas humillaciones por darle de comer a quien tú quieres, a tus hijos, a tus padres, a la gente que depende de ti, porque estás defendiendo su vida. Pero por tener relaciones sexuales no hay que humillarse, porque por no tener relación sexual no se muere nadie. Y corromperla hasta al punto de pagarla,
es tener una idea de la sexualidad completamente pervertida, completamente desviada de la función que tiene. Que no solamente es una función fisiológica sino también de comprensión, de comunicación y de plenitud del ser humano. Lo que depende también de que decidamos qué clase de seres humanos deseamos ser.
La dignidad humana.
La última reflexión que voy a hacer hoy es sobre la dignidad humana. En este tema de la prostitución sólo se habla de dinero. Y para obtenerlo
parece lícito suponer que el cuerpo se puede vender igual que se vende cualquier objeto.
Pero esta escala de valores, esta estratificación patriarcal y medieval de las mujeres no la podemos aceptar nosotras.
No se puede aceptar desde el feminismo una semejante concepción de valores humanos en nuestra sociedad. Nos estamos jugando para el futuro una sociedad sin principios, sin normas, sin dignidad humana.
Por lo tanto,
aunque en el debate que se pudiera entablar
la ciudadanía decidiera que la prostitución se debe aceptar, para mi seguiría siendo inaceptable. Porque en las cuestiones de dignidad humana y de moral no siempre tiene razón la mayoría.
Luchar contra la indignidad, luchar contra la explotación de los seres humanos, luchar contra la opresión, ha sido la tarea siempre de una vanguardia pequeña, de gente esforzada, de gente que muchas veces ha sido víctima de esa lucha, perseguida por su defensa de la igualdad y de la dignidad. Pero sin embargo tenían razón. Y sea quien sea el que decida que se tiene que aceptar ese infame comercio, yo seguiré diciendo que es inaceptable. Y no me importan las votaciones que se realicen, y no me importan los resultados electorales, ni las mayorías que se puedan obtener, porque muchas veces las sociedades se han suicidado. Plantear que para que continúe nuestra sociedad española en la corrupción y la falta de normas morales que padece, deba existir un sector de mujeres, y tantas veces de niños y de hombres, que tengan que ser explotados sexualmente, para mí seguirá siendo inaceptable.
¿Os habéis quedado con ganas de más? Mirad lo que tengo guardado en la nevera: feminazis a saco, es el plato del día. Ale, que no sus indigeste, mwahahaha.
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Ella dudó al principio. Tenía una hija en Brasil (no reconocida por su padre y a la que yo he adoptado) y quería ganar dinero para hacerse una casa en Brasil. Finalmente aceptó y al cabo de 4 meses de convivencia decidimos casarnos. Luego trajimos a nuestra hija, a los dos años nació nuestro hijo y decidí darle mis apellidos a la niña.
A lo que iba. Mi mujer y todas las chicas que ha conocido durante su época de prostituta emigraron a España para trabajar en la prostitución. La mayoría vinieron por su cuenta, si bien otras ya tenían contactos en España. Casi todas, para pagarse el pasaje (ida y vuelta que se pierde) y el dinero para sus gastos durante su estancia en España (si no hay pasaje de vuelta y dinero no les dejan entrar en España, han tenido que pedir prestado (a un prestamista particular, a sus padres o a otros familiares) y claro, deben devolver ese dinero, pero nadie les obliga a hacerlo. Es igual que aquí cuando te prestan, que tienes que devolver y también igual que todos los inmigrantes, vengan a la prostitución o a otra actividad, que tiene que pedir para el viaje y luego devolverlo. El mayor problema de estas chicas es en muchos caso la propia policía que las acosa y en algunos casos incluso las extorsiona. A mi mujer no le ha pasado, pero hay chicas que se han echado de novios o amigos a policías y guardiaciviles pensando que así estarían más seguras en España y resulta que estos las "chulean" y les quitan el dinero, y de ayudarles con papeles nada.
La mayoría de las chicas, como en el caso de mi mujer, son humildes y con algún hijo o familiar que mantener y saben que en otros trabajos -si es que los encuentran- ganarían mucho menos. Que los clientes las obligan a hacer cosas raras no es cierto. Las chicas ofrecen sus servicios, de un tipo u otro. Mi mujer, por ejemplo, no besaba ni hacia el griego (penetración anal) y eso ya lo sabíamos sus clientes. No nos besamos hasta que tuvimos cierta amistad y la penetración anal no hemos hecho nunca, ni ahora de casados, sé que no le gusta y a mi tampoco, soy bastante tradicional y pienso que el culo es para cagar. En fin, ahora mi mujer trabaja conmigo ayudándome en mi explotación y está muy integrada en el pueblo. Mi madre y mis hermanas la quieren mucho. Nadie sabe su vida anterior o al menos nadie nos lo dice a la cara, pero aunque así fuera a mí no me importa. Era humilde y decidió salir de la pobreza por ese medio y no creo que nadie pueda reprochárselo ni reprochar a ninguna mujer por intentar dejar de ser pobre. Nos hemos casado y nos ha salido bien, formamos una familia y espero que así sigamos, pero si no hubiera sido así, estoy seguro que mi mujer hubiera conseguido, de prostituta, su casa y su negocio en Brasil y habría salido de la miseria a la que en otro caso estaba condenada. Es lista, cariñosa, buena y honrada. Mucho más honrada que todas esas ONGS, que solo quieren sacar subvenciones a costa de las chicas y que no hacen otra cosa que un proxenetismo indirecto (se forran a subvenciones a costa de las chicas). La crisis que tenemos es muy mala, pero algo bueno puede salir de ella y es que se acaben las subvenciones para las ONGS de todo tipo. El que quiera ayudar a las prostitutas o a cualesquiera otras personas puede y debe hacerlo, pero con su dinero, no con el de todos.